Por Eduardo Eurnekian
Se trató del ataque terrorista más letal en la historia de Argentina, con un número de víctimas aún mayor que en el ataque a la embajada de Israel perpetrado dos años antes.
Comúnmente atribuido al aparato de inteligencia de Irán y a su asociado libanés, Hezbollah, el atentado continúa sin resolverse. Sus implicaciones tuvieron un trágico giro en 2015 con la misteriosa y violenta muerte de Alberto Nisman, el fiscal federal argentino que actuaba como investigador principal del caso AMIA.
El caso de AMIA todavía está cubierto de intriga y misterio, pero pocas personas saben que también condujo a la creación de un símbolo sin precedentes en la historia del diálogo interreligioso. El 19 de abril de 1997, en el aniversario 54° del levantamiento del Gueto de Varsovia, se inauguró el de Buenos Aires. Este singular recordatorio está dedicado a las víctimas de la Shoá y a quienes perecieron en los ataques terroristas contra la embajada de Israel y la AMIA.
Unos años antes, Baruj Tenembaum, creador de la Fundación Raoul Wallenberg, había presentado esta iniciativa al fallecido cardenal Antonio Quarracino, por entonces arzobispo de Buenos Aires.
La respuesta de Quarracino fue inmediata y entusiasta. Inclusive, fue mucho más allá. En una última carta personal a Tenembaum escribió que deseaba ser enterrado «junto al Mural y las cenizas de mis padres», insinuando así su deseo de que el Mural no debía abandonar la catedral. En la misma carta manifiesta con énfasis su voluntad de que los judíos no dejen de visitar el Mural. «He pedido se invite a judíos que así lo deseen a cubrirse la cabeza», escribió. La misiva se exhibe junto al Mural, en la Capilla de la Virgen de Luján. El cardenal Quarracino falleció el 28 de febrero de 1998.
El Mural, obra del orfebre Carlos Pallarols, es una estructura de 1,80 metros de altura por 1,20 metros de ancho. Está compuesta por dos cristales entre los que se exhiben hojas de libros de oraciones encontrados en Auschwitz, Treblinka y el Gueto de Varsovia. También se puede ver una partitura del kadish (oración judía por los muertos), así como las portadas de dos libros: uno de fábulas, en idish, hallado entre los escombros de la AMIA y otro, el libro de Samuel, encontrado entre las ruinas de la embajada de Israel en Buenos Aires.
También puede verse una copia de la portada de la Hagadá de Pesaj, rescatada de un campo de concentración en 1942 y donada por la señora Miriam Kesler, hija de una de las víctimas. Una placa informativa dice: «En memoria de nuestros hermanos judíos asesinados durante la Shoá (Holocausto) y de los mártires de los ataques contra la embajada israelí en Buenos Aires y la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA).». Una segunda placa tiene grabado un pasaje del libro «Yosel Rakover habla a Dios», de Zvi Kolitz: «Creo en el sol, incluso cuando no brilla, creo en el amor, incluso cuando no lo siento, creo en Dios incluso cuando permanece en silencio «.
Después de la muerte de Quarracino, su sucesor, Jorge Mario Bergoglio, el actual Papa Francisco, continuó la tarea de preservación y difusión del Mural. En septiembre de 2004, la Fundación Raoul Wallenberg instaló una réplica del Mural en la Iglesia Vaterunser, en Berlín, perteneciente a la EKD, federación de iglesias de Alemania.
P.S.: Después del ataque, Quarracino fue a visitar las ruinas del edificio de la AMIA. En medio de los escombros, el cardenal dijo: «Qué ingenuos son los criminales que creen que pueden destruir a un pueblo indestructible.»
El autor es presidente de la Fundación Internacional Raoul Wallenberg.