El coliseo se abre al flamenco más innovador con «Lo real/Le réel/The Real», una pieza de Israel Galván sobre el exterminio de los gitanos
El concepto de holocausto está en el imaginario colectivo inexorablemente unido al pueblo judío. Sin embargo, el nazismo también tuvo entre sus macabros objetivos un exterminio relacionado con otra etnia. El resultado: medio millón de gitanos fueron asesinado durante el Tercer Reich en la década de los treinta y los cuarenta. Éste es el punto de partida de «Lo real/Le réel/The Real», un espectáculo de danza que el Teatro Real encargó al coreógrafo y bailaor de flamenco Israel Galván y que llega al coliseo madrileño el próximo 12 de diciembre. «Este teatro no es sólo para intérpretes del bel canto. Mostrar otro tipo de obra también es trabajo del Real», explicó Gerard Mortier. que sólo necesitó ver una vez a Galván para saber que quería poner en marcha un proyecto con él. «Me enamoré de su baile desde el primer momento», confiesa el director artístico, que con esta obra marca un hito en el Real: es la primera vez que se encarga una producción de flamenco.
Fascinación horrorosa
¿Cómo se baila un genocidio? Galván se hizo esta pregunta tras aceptar el encargo de Mortier. «Me emocionó el proyecto, pero sentí la responsabilidad de todos los muertos sobre mí. Después me arrepentí –dice en broma–, aunque me di cuenta de que el mismo hecho de enfrentarse a lo que no se puede bailar es en sí mismo una invitación a hacerlo. En este caso se trata de una especie de fascinación horrorosa», comenta el coreógrafo. No se trata, sin embargo, de una obra lúgubre, siniestra, como cabría esperar. «No me gustan los temas aburridos. No es que éste me divierta. Bailo con alegría porque es la única manera de sobrevivir a un gran peso. El concepto de la muerte me ha dado más ganas de bailar. Así que la única respuesta a cómo se interpreta lo imposible es hacerlo con alegría», añade.
Los ritmos propios del flamenco sirvieron a Galván para montar un espectáculo sin guión con el que se sube a las tablas junto a las bailaoras de su generación Belén Maya e Isabel Bayón. «La quietud y la rapidez son las dos dinámicas principales del flamenco. La primera me sirvió como metáfora de la monotonía que se vivía en los campos de concentración, mientras que la segunda simboliza la velocidad del viaje en los vagones, la rapidez con la que se presenta la muerte», explica el coreógrafo. Así, esta obra no aspira a mostrar la muerte («para eso ya existen las imágenes», dice Galván), sino a superarla. «Más que bailar bien, en este espectáculo me preocupa sobrevivir», añade en referencia al sentido de superación que impregna «Lo real/Le réel/The Real». Cuenta para ello con la ayuda de dos colaboradores habituales: los directores Pedro G. Romero y Txiki Berraondo, además de la guitarra de Chicuelo y el cante de Tomás de Perrate y David Lagos. Sistema Tango, Proyecto Lorca, la violinista Eloísa Cantón, Emilio Caracafé, el Bobote y La Uchi completan este ecléctico elenco.
Como muchos bailarines españoles, Galván no es un profeta en su tierra. Aunque ha sido premiado por las instituciones públicas en numerosas ocasiones, el coreógrafo no siempre cuenta con un espacio en nuestro país, mientras que en otros es toda una estrella. «Me conozco mejor Francia que España», asegura el bailaor, cuya compañía es residente en el Teatro de la Ville de París. «Aquí sólo he bailado en las capitales. En Sevilla no me dejan sitios, pero no creo que tenga que ver conmigo, sino que es un problema de relación con los artistas», asegura. Mortier, encandilado por Galván, quiere erigirse en su padrino en España: «Lo único que da sentido a ser director es apoyar al artista», sentencia.
De Duchamp a Picasso
Galván es un flamenco atípico (esa es la principal razón por la que recibió el encargo del Teatro Real) y gran parte de culpa son sus inquietudes, poco frecuentes en ese universo, pero también al resultado final contribuye el director de todos sus espectáculos, Pedro G. Romero, como él mismo reconoce: «Con Pedro he tenido un cursillo acelerado del arte: de Duchamp a Dalí o Picasso. Eso ha hecho que me diferenciara del resto de bailaores y que yo mismo viera el baile, ya no como una condena, sino como un terreno artístico que me permitía explorar infinitas posibilidades. Quiero expresarme a través del arte, y si bailo es porque es lo único que sé hacer. Mi manera de rodar una película o de pintar un cuadro es a través de mi cuerpo. Alguien me dijo en una ocasión que lo que me diferenciaba de otros bailaores es que yo leía libros, pero es mucho más exacto decir que yo tengo un amigo (Pedro) que lee mucho».