Desde el 13 de enero una placa, en una escuela de Florencia, Italia, atestigua este reconocimiento. En estas paredes, entre otoño de 1943 y el final de la Segunda Guerra Mundial, doce niñas judías, procedentes de Polonia, Bélgica y Francia, encontraron refugio, así como una vida serena, mientras afuera se desencadenaba la persecución.
La superiora de la comunidad religiosa, la Madre Maddalena Cei, abrió las puertas del colegio para esconderlas, a pesar de que sabía perfectamente que, si eran descubiertas por los alemanes, las niñas y las mismas religiosas de la comunidad habrían sido asesinadas o deportadas a Auschwitz.
Para que ese gesto heroico no sea olvidado, la Fundación Internacional Raoul Wallenberg ha celebrado una ceremonia solemne de entrega de la placa, que ha unido a representantes civiles y religiosos de Toscana, así como a los alumnos, profesores y familiares de la escuela.
“Gracias por haber salvado a mi madre”
El momento culminante de la ceremonia tuvo lugar cuando se leyó un mensaje de Tova Gitel Heler, hija de una de las muchachas salvadas en la comunidad religiosa, Zehava Heler, quien hoy vive en Israel, para expresar su agradecimiento “en nombre de toda nuestra familia y, si me lo permiten, en nombre del pueblo de Israel”.
“Gracias por recordamos”, explica la señora, subrayando el sentido del reconocimiento como “Casa de vida”. “¡Quien salva una vida salva al mundo entero! Y ustedes tienen este gran privilegio”, escribe dirigiéndose a las sucesoras de las religiosas que salvaron la vida de su mamá.
“Gracias desde lo más profundo de mi corazón y que Dios les bendiga por la gran gentileza que nos demostraron. Que Dios les dé longevidad, salud, fuerza y alegría. Amén”, concluye la hija de la mujer salvada.
A punto de ser descubiertas por los alemanes
En los momentos más tenebrosos de la Segunda Guerra Mundial, el cardenal Elia Dalla Costa, arzobispo de Florencia, creó un comitato, del que formaba parte entre otros el rabino Natan Cassuto, con el objetivo de acoger y esconder a judíos para salvarles de la persecución nazi-fascista. Muchos judíos que huían de otras naciones llegaron a Florencia con la esperanza de encontrar ayuda.
Un delator, miembro del comité, reveló a los nazis el funcionamiento del mecanismo, provocando el arresto de muchos judíos.
El convento, colegio e internado de las Hermanas Siervas de María Santísima de los Dolores, en Florencia, logró, sin embargo, esconder entre las alumnas a las doce niñas judías.
Probablemente sólo la Madre Maddalena Cei conocía su verdadera identidad. Las crónicas de la época constatan que en una ocasión los alemanes trataron de entrar en el monasterio, pero las monjas lograron esconder a las muchachas.
Las pequeñas vivieron aquel año con serenidad, sin recibir ningún tipo de presión para que se convirtieran al cristianismo.
Al concluir la guerra, sus sendas de vida se separaron. Dado que existía una discreción total sobre su identidad, aquellos hechos quedaron olvidados, hasta el verano de 1995, cuando se presentaron en el convento dos señoras, la hijas de una de las pequeñas salvadas, Sara Nissenbaum, y la hermana de otras dos niñas, Malvina y Gisella Renveni, quienes vinieron para ver el lugar en el que sus familiares fueron salvadas.
En agosto de 1996, Paulette Dresdner quiso volver a ver a las montas que le acogieron y salvaron, y poco después lo harían también Malvina y Gisella para abrazar a las religiosas, en un alegre jaleo de idiomas, pues la única superviviente, sor Ludovica, non sabía hablar inglés.
Por último también Odette y Michal Nissenbaum lograron volver a ver “su” convento, en 1998, año en el que la Madre Maddalena Cei fue reconocida como “justa entre las naciones” por el instituto Yad Vashem de Jerusalén.
Representantes religiosos y civiles para recordar el bien
En nombre de la Fundación Raoul Wallenberg condujeron la ceremonia Jesús Colina y Silvia Costantini, directores de la agencia de noticias Aleteia.org
Participaron el rabino jefe de Florencia, Joseph Levi, la presidenta de la Comunidad Judía de Florencia, Sara Cividalli, Riccardo Pacifici, antiguo presidente de la Comunidad Judía de Roma, la Madre Paola Romoli, superiora de la congregación de la Hermanas Siervas de María Santísima de los Dolores, y el representante del cardenal Giuseppe Betori, arzobispo de Florencia, don Bruno Simonetto.
Entre los presentes se encontraba Adriana, una mujer que en aquella época era alumna de la escuela y que conoció a las niñas salvadas. Contó con una sonrisa que las muchachas no hablaban italiano, por tanto la comunicación no era fácil, pero al final “nos las apañábamos”, especialmente para jugar.
Entre las autoridades civiles, participaron Eugenio Giani, presidente de la Región e Toscana a la que pertenece Florencia, el representante del alcalde de Florencia, Andrea Vannuncci, concejal para la juventud.
Carlos Cherniak, ministro plenipotenciario de la Embajada Argentina en Italia, recordó que la Fundación Internacional Raoul Wallenberg, nacida en su país, por iniciativa de su fundador Baruj Tenembaum, hoy es presidida también por un argentino, Eduardo Eurnekian, y cuenta entre sus primeros miembros al entonces arzobispo Jorge Mario Bergoglio, hoy Papa Francisco.
El subsecretario de Estado a la Presidencia del Consejo de Ministros de Italia, Luca Lotti, se unió a la iniciativa con un mensaje en el que subraya que con este reconocimiento de la Fundación Wallenberg “Florencia se enriquece con un nuevo símbolo de humanidad”.
“Estoy convencido de que a través de esta obra preciosa de salvaguarda de la memoria colectiva se refuerza nuestro horizonte común de valores, y se impide que los horrores de aquella época puedan repetirse”, concluyó el representante del Gobierno italiano.
Video: https://youtu.be/djcEpN_Jaa4