En estos últimos tiempos es bastante frecuente en Argentina escuchar o leer comentarios de periodistas o personas con exposición mediática que hablan a través de los medios masivos de comunicación de: “dictadura”, de “nazis”, de la “nueva barbarie global”, haciendo referencia a gobiernos supuestamente neoliberales que dan “muestras cotidianas de un tipo de agresividad no experimentado ni ejecutado antes, excepto bajo el poder de fuego militar”.
El problema no sería tan serio si tales expresiones -cargadas o vaciadas de sentido- se comunicaran sólo a través de medios no tan públicos, tales como foros, blogs o páginas personales.
El tema adquiere relevancia y preocupa cuando quienes se expresan de ese modo son personas que por su lugar en la sociedad y en los medios tienen una mayor responsabilidad respecto al mensaje que transmiten.
Suelen ser los que se consideran intelectuales “progresistas” y por tal razón logran captar a muchos jóvenes que creen en ese supuesto discurso innovador y sin cuestionarse demasiado repiten lo que sus ídolos dicen o escriben.
Una investigación reciente realizada en 23 países europeos, así como en Australia, Canadá, China, Estados Unidos, India, Israel y Japón, demuestra que aproximadamente el 47% de los jóvenes de la actual generación no tiene un conocimiento profundo sobre la Shoah ni sobre los otros holocaustos (excepto Israel con relación al exterminio de los judíos).
No sabemos qué datos se obtendrían en Argentina. Suponemos que la falta de conocimiento de nuestros jóvenes podría ser mayor; algo aprendieron como estudiantes o en alguna película sobre la segunda guerra mundial, entienden que “Hitler” o “Nazi” remiten a un tiempo siniestro, pero la gran mayoría no va mucho más allá de esa percepción.
Cuándo en nombre de un mal entendido “progresismo” se describen situaciones o actores políticos usando términos como “nazi, barbarie, dictadura, fuego militar”, se saca ventaja de la influencia cultural de esas palabras, distorsionando y manipulando la Historia, pero sobretodo confundiendo a los jóvenes que desconocen los hechos históricos.
El problema no es sólo que se dramatice al extremo un malestar, una injusticia, un mal trato de la vida cotidiana en sociedad, sino que se banalicen experiencias trágicas como los genocidios, dictaduras y otras barbaries.
Es preocupante que un periodista con un número importante de seguidores llame “barbarie” a un gobierno democrático que lo incomoda pero cuestione el término cuando hace alusión al terrorismo internacional; preocupa ya que se instala en la cultura popular una confusión y un engaño respecto a dónde ubicar el Mal.