Por Baruch Tenembaum 30 de Junio de 2020
El 3 de julio de 1956, hace 64 años, asumía su banca en el Senado de los Países Bajos un político de 45 años con una historia que bien podría ser el eje de un largometraje de Hollywood.
En 1942, tras dos años de ocupación nazi en Holanda, Johan van Hulst, hijo de un modesto tapicero, dictaba clases en un colegio calvinista de Ámsterdam, situado en el corazón del barrio judío de la capital holandesa.
Frente al colegio se hallaba un antiguo teatro confiscado en 1941 por los nazis y convertido en un siniestro centro de deportación. Historiadores opinan que alrededor de 46.000 personas fueron deportadas desde allí hacia varios campos de exterminio.El colegio donde Van Hulst impartía clases (foto: Jewish Historical Museum)
Paradójicamente, el director del centro de deportación era Walter Suskind, un judío alemán con buenas conexiones en la SS.
Suskind se percató de que era relativamente fácil falsificar los registros de ingreso, de manera que si un día determinado llegaban 80 personas, él anotaba 60 y dejaba que 20 se escaparan.
Su tarea se vio facilitada cuando los nazis tomaron una guardería situada a metros del Colegio de Van Hulst, con el propósito de ubicar a niños judíos antes de ser deportados.
Suskind coordinó el rescate con la directora de la guardería, Henriette Pimentel, mediante un artilugio. Una parada de tranvía que obstaculizaba la vista a los nazis les permitía escabullir a algunos niños.
Eventualmente, Pimentel convenció a Van Hulst a unir fuerzas y, desde ese momento, la operación de rescate cobró notable impulso.
El colegio de Van Hulst y la guardería estaban separados por una cerca y de esa manera los niños cruzaban de la guardería al colegio desde donde Van Hulst los entregaba a la Resistencia para que los ocultaran en lugares seguros.
Aquellos niños afortunados no estaban registrados y por ende su huida pasaba desapercibida.
Obviamente, solo algunos podían ser salvados. De lo contrario, los nazis se hubieran percatado del rescate. Esta cruel realidad resultó ser un tormento para los salvadores, y hasta el fin de sus días, Van Hulst recordó más a aquellos que no pudo salvar.
La operación de rescate terminó abruptamente en julio de 1943, cuando Henriette Pimentel fue arrestada por los nazis y asesinada en Auschwitz. La guardería fue desmantelada. Ese fue el día mas difícil en la vida de Van Hulst. De los 100 niños que quedaban en la guardería, solo pudo salvar unos pocos. Esta tragedia lo persiguió hasta su muerte.
A pesar del arresto de Pimentel, Van Hulst logró seguir adelante con su escuela mientras ayudaba a la Resistencia. En las últimas semanas de la guerra, sabiendo que los nazis lo buscaban, huyó y encontró refugio.
Después de la guerra, sirvió a su país como senador por un lapso de 25 años y como Miembro del Parlamento Europeo de 1961 a 1968.
Este singular héroe siguió activo hasta los 99 años y falleció el 22 de marzo de 2018 a la edad de 107 años.
En 1972 fue reconocido como Justo entre las Naciones y en 2012, el primer ministro Benjamin Netanyahu se reunió con él y le entregó una Biblia de regalo.
Van Hulst le dijo al Primer Ministro que nunca se había dejado de pensar en los niños que no pudo salvar, a lo que el jefe de gobierno le respondió: “Quien salva una vida, salva un universo. Usted ha salvado cientos de universos”.
La Fundación Wallenberg destaca la vida de este gran héroe y se compromete a rendirle homenaje y a inculcar a las jóvenes generaciones su ejemplo de humanismo. En estos días, la ONG ha encargado a la Autoridad Postal de Israel la emisión de un sello postal conmemorativo en honor a este salvador holandés.