A 40 Años de NOSTRA AETATE
Líderes judíos elogian los efectos del texto en la relación judeo–católica.
Signada durante siglos por prejuicios y desconfianzas, la relación entre el catolicismo y el judaísmo halló un nuevo rumbo hace 40 años. El Concilio Vaticano II, convocado por Juan XXIII promulgó ”Nostra Aetate” el 28 de octubre de 1965. El gran arquitecto de ese giro fue Juan XXIII, quien quitó del rezo del Viernes Santo la referencia a ”los pérfidos judíos y los infieles”.
Como Nuncio en Turquía, había salvado a miles de judíos de los campos de concentración. Nostra Aetate fulminó la acusación de deicida (responsabilidad por la muerte de Jesús) contra el pueblo judío: ”No se ha de señalar a los judíos como reprobados de Dios ni malditos como si esto se dedujera de las sagradas escrituras”, se lee. ”Fue un hito extraordinario y la piedra basal de una nueva era, inspirado por el Papa Roncalli”, señaló Baruj Tenembaum, de la Fundación Wallenberg.
Abraham Skorka, rector del Seminario Rabínico Latinoamericano y rabino de la comunidad Benei Tikva, consideró que ”el Concilio Vaticano II, al igual que Nostra Aetate, tuvo sus cimientos en la fe de aquel simple hijo de campesinos que, en los aciagos momentos en los que el oscurantismo nazi cubría toda luz de espiritualidad en Europa, supo encender el fuego que alumbra a la dignidad del hombre”.
El rabino Daniel Goldman, de la Comunidad Bet-El, recordó que ”en el decir de un pensador, después de Auschwitz no se pudo escribir más poesía. Pero hubo hombres que a pesar de la persecución fueron capaces, desde la cotidianeidad, de intentar dignificar la vida”. ”Juan el Bueno fue el artífice de Nostra Aetate que marcó un punto de inflexión en la relación entre los católicos y el mundo judío. Aunque con la rúbrica de Pablo VI –otro grande de la humanidad–, el documento reconoce el vínculo existente entre ambas tradiciones, sus fuentes y sus costumbres. A partir de este texto, el diálogo religioso adquirió otra dinámica”, señaló. El mismo reconocimiento tuvo el rabino Sergio Bergman, presidente de la Fundación Judaica: ”Cuarenta fue el recorrido en años, desde la esclavitud de Egipto al ingreso a la Tierra Prometida. Así fuimos redimidos de la opresión de una dolorosa historia de desencuentros, prejuicios, desprecio y hostilidad entre cristianos y judíos.
Nostra Aetate nos liberó de estos faraones”. ”Aún esta expresión doctrinaria de reconciliación y hermandad agregó Bergman– tuvo que esperar, como los hijos de Israel en el desierto, un recambio de generaciones y el fruto maduro de la generosa siembra de aquellos que (desde hace cuatro décadas) trabajaron y trabajan silenciosamente para lograr que el diálogo y el encuentro sean revelación del mismo Dios en bendición de ser hermanos”.