La catedral de Buenos Aires se convirtió en 1997 —por iniciativa de la Fundación Raoul Wallenberg y el entonces arzobispo porteño, cardenal Antonio Quarracino— en el primer templo católico del mundo en contar con un mural que recuerda a las victimas del Holocausto y, también, de los atentados a la embajada de Israel y la AMIA.
Recientemente, un mural similar fue inaugurado en la iglesia protestante Vaterunser, de Berlín, durante una ceremonia muy tocante.
Asistieron el obispo Wolfgang Huber, titular de la EKD, la mayor iglesia de Alemania; el ministro del Interior germano, Otto Schily; el presidente de la comunidad judía de ese país, Stephan Kramer; la alcaldesa de Berlín, Karin Schubert; el obispo católico Wolfgang Weider; el embajador argentino en Alemania, Enrique Candiotti, y el presidente de la Fundación Wallenberg, Baruj Tenembaum.
Al igual que el de Buenos Aires, el mural contiene trozos de libros religiosos rescatados de los campos de concentración de Auschwitz y Treblinka y reliquias como una partitura del Kadish de la sinagoga del gueto de Varsovia. También fragmentos del Libro de Samuel, rescatados de los escombros de la embajada de Israel y trozos del Talmud hallados entre las ruinas de la AMIA.