Al cumplirse en 2003 el 60º aniversario de la creación de la palabra ”genocidio” es menester recordar la figura poco conocida de Rafael Lemkin , cuyas acciones están intimamente relacionadas a la Convención para la Prevención y la Sanción del Delito de Genocidio, organismo de las Naciones Unidas.
En los dos primeros artículos de la Convención se lee: ”Las Partes contratantes confirman que el genocidio, ya sea cometido en tiempo de paz o en tiempo de guerra, es un delito de derecho internacional que ellas se comprometen a prevenir y a sancionar” y ”En la presente Convención, se entiende por genocidio: cualquiera de los actos mencionados a continuación, perpetrados con la intención de destruir, total o parcialmente, a un grupo nacional, étnico, racial, o religioso, como tal”:
- (a) Matanza de miembros del grupo.
- (b) Lesión grave a la integridad física o mental de los miembros del grupo.
- (c) Sometimiento intencional del grupo a condiciones de existencia que hayan de acarrear su destrucción física, total o parcial.
- (d) Medidas destinadas a impedir los nacimientos en el seno del grupo.
- (e) Traslado por fuerza de niños del grupo a otro grupo.
Esta conmemoración tan significativa provoca a la Fundación Internacional Raoul Wallenberg una reflexión en torno al fenómeno del Holocausto en tanto acontecimiento singular que marca la historia de modo indeleble.
Lemkin, polaco, abogado, había solicitado a la Liga de las Naciones (precursora de las Naciones Unidas) que se declararan como ”actos de barbarismo” a cualquier forma de exterminación masiva de personas. Luego de la invasión nazi a Polonia en 1939 Lemkin se unió a otros judíos como él para formar guerrillas de resistencia contra el ocupante. Sobrevivió a la matanza huyendo a Suecia y luego a los Estados Unidos pero cuarenta y siete de sus parientes perecieron en los campos de exterminio.
En 1943 acuñó la palabra genocidio para, como dijera Kofi Annan, Secretario General de las Naciones Unidas, ”darle un nuevo nombre a un viejo crimen”.
En 1944 la palabra -hoy de uso tan común que parece eterna- apareció impresa por primera vez en el libro Axis Rule in Occupied Europe‘ obra del propio Lemkin.
En 1946 logró que las Naciones Unidas -recientemente creada- reconocieran al genocidio como un crimen internacional. En 1959, año de la muerte de Lemkin, casi sesenta países habían ratificado la Convención del Genocidio. Hoy 132 naciones se han incorporado a su membresía.
”La obra de Lemkin ofrece un ejemplo de compromiso moral no sólo a los gobiernos sino también a las organizaciones no gubernamentales que se mantienen tan activas en esta causa”, señaló Annan. Su esposa, Nane Lagergren, es sobrina de Raoul Wallenberg, el diplomático sueco que entre 1944 y 1945 salvó decenas de miles de vidas durante su misión en Budapest. El compromiso personal de Annan en relación a este tema no sorprende. Es la continuación de una posición adoptada desde siempre y que fuera claramente expuesta a nuestra fundación en entrevistas privadas.
Pensar en Lemkin es recordar a miles de hombres y mujeres de distintas nacionalidades quienes, como él, lucharon contra el imperio de la barbarie nazi y otros regímenes totalitarios.
Los sucesivos crímenes de lesa humanidad que ocupan las páginas de la historia así como las crónicas sobre atrocidades del presente, obligan a todos los hombres y mujeres de bien a mantenerse informados y activos, para que allí donde la dignidad humana sea violada sus voces sean una clara señal de alarma para los responsables.
* Baruj Tenembaum es Fundador de la Fundación Internacional Raoul Wallenberg