Recordando a una heroína del Holocausto
Este lunes se cumplen 25 años de la muerte de la doctora Gertrud Luckner, una destacada salvadora de victimas del Holocausto
Por Baruj Tenembaum 31 de Agosto de 2020
La doctora Gertrud Luckner fue una mujer singular. Durante los años borrascosos de la Segunda Guerra Mundial no solo resistió al nazismo, sino que también desempeñó un activo rol en el rescate de judíos.
Fallecida exactamente hace 25 años, el 31 de agosto de 1995, recordamos hoy su admirable legado.
Gertrud nació el 26 de septiembre de 1900, bajo el nombre Jane Hartman, en Liverpool, Inglaterra, en el seno de una familia alemana. A los 6 años, junto con sus padres, se trasladó a Alemania.
Era hija única y, tras haber quedado huérfana de ambos padres a temprana edad, fue acogida por una familia adoptiva de la cual tomó su nuevo nombre y apellido.
Desde niña sobresalió en sus estudios y, en 1938, obtuvo su doctorado en economía en la Universidad de Freiburg, y se especializó en Bienestar Social.
Cuando el nazismo asumió el poder en 1933, Gertrud ya estaba plenamente involucrada como asistente social en la Asociación de Alemanes Católicos por la Paz, así como en Caritas. Si bien nació y se crió como cuáquera, durante su juventud decidió convertirse al catolicismo.
La creciente hostilidad hacia los judíos la motivó a dedicarse día y noche a sus actividades en Caritas, organización que le permitió orquestar el traslado de judíos a Suiza. Asimismo, Gertrud tejió para los perseguidos una red de ayuda que incluyó el envío de ropa, alimentos y medicinas a judíos internados en los campos nazis.
Con el apoyo del arzobispo de Freiburg, Conrad Grober, estableció dentro de Caritas una Oficina de Ayuda Religiosa para las víctimas de la guerra, y organizó desde allí su campaña de rescate y alivio.
Sus actividades fueron financiadas con fondos provenientes del arzobispado, lo que le permitió no solo el traslado de judíos a Suiza sino que también la creación de un canal de comunicación con el mundo externo mediante el cual divulgó la trágica realidad de los judíos bajo el nazismo. En este marco, cooperó estrechamente con Leo Baeck, el líder de la comunidad judía de Alemania.
La Gestapo monitoreaba sus paso a través de una red de espías y el 24 de marzo de 1943 Gertrud Luckner fue arrestada, acusada de ser una “activista católica” y una “acérrima enemiga del Nacional Socialismo”. Tras varias semanas de duros interrogatorios, fue trasladada al Campo de Concentración de Ravensbruck.
Afortunadamente, logró sobrevivir la guerra, retornó a sus actividades sociales y prosiguió su ayuda a los refugiados. Asimismo, como buen amante del ecumenismo, creó puentes de hermandad y entendimiento entre judíos y católicos.
En 1951 visitó Israel; fue la primera ciudadana alemana que pisó suelo israelí como huésped oficial.
En una entrevista que otorgó a la renombrada historiadora Elizabeth Petuchowski, Luckner admitió que su móvil siempre había sido el “ecumenismo” (una palabra que todavía no había sido adoptada por las autoridades religiosas).
Admitió que su empatía por el sufrimiento ajeno la movilizó a actuar con un método que ella caracterizó como “mesch zu mensch” (de persona a persona). Cuando Petuchowsky le preguntó por qué arriesgó su vida, su clara respuesta fue: “Pues fue obvio, fue obvio para mí”. Y añadió: “Siempre tienes que aliviar el sufrimiento de las victimas. Lo único que pude hacer fue recorrer el camino con ellos, y eso fue pensar en lo obvio. Todo ha sido tan terrible. Las deportaciones… Por lo que no me importaba realmente mi propio destino”.
El 15 de febrero de 1966, Yad Vashem la reconoció como Justa entre las Naciones.
Como fundador de la Fundación Wallenberg, una ONG dedicada a preservar y divulgar el heroico legado de los salvadores, tuve la oportunidad de escuchar y leer cientos de testimonios de boca de los salvadores, gente de diversas nacionalidades, creencias religiosas y extracciones sociales. Todos ellos, como la doctora Luckner, ante la pregunta “¿por qué salvaron gente?” respondieron: “Era obvio, no podía quedarme cruzado de brazos”.
Mujeres y hombres de la talla de Gertrud Luckner nos han enseñado que una persona puede hacer una gran diferencia.
Su historia debe ser divulgada, especialmente entre los jóvenes, para hacerles conocer el valor de la solidaridad y el coraje cívico.