Es un gran honor para mí haber sido invitada a participar de este homenaje a Raoul Wallenberg. Quiero agradecer a la Fundación Raoul Wallenberg y a su Presidente, el Ingeniero Oscar Vicente por la invitación para hablar en esta ocasión. También quiero agradecer la presencia de mis colegas del Cuerpo Diplomático y de los líderes de las comunidades religiosas de Argentina. Raoul Wallenberg era sueco, y no es mi intención restarle crédito a Suecia por haber producido este héroe y haberlo apoyado durante la Segunda Guerra Mundial si digo con orgullo que Estados Unidos también lo siente propio. En 1981, el Congreso de Estados Unidos lo nombró uno de tan solo dos ciudadanos estadounidenses honorarios; el otro era Winston Churchill.
Raoul Wallenberg sigue siendo un ejemplo de coraje sin par. A través de la creación de casas cuasi-diplomáticas seguras, de la negociación y persuasión de una diversidad de funcionarios , y de la amplia distribución de cartas de protección que logró que fueran respetadas por húngaros y alemanes, Wallenberg orquestó la salvación de cien mil judíos húngaros.
Raoul Wallenberg fue un líder carismático; inspiró a sus colegas de la misión sueca, a otros diplomáticos y a muchos ciudadanos húngaros a tomar riesgos personales en favor de esta operación de rescate. Wallenberg fue perseguido y recibió amenazas en repetidas ocasiones. El hecho de que haya sobrevivido en medio del poder en declive del Tercer Reich para desaparecer por siempre en manos de la milicia soviética, el 17 de enero de 1945, hacen que su historia sea singularmente trágica.
Raoul Wallenberg no actuó sin apoyo. No era un diplomático de carrera sino un empresario sueco con experiencia detrás de los límites del Tercer Reich. Fue enviado a Hungría en 1944, en su único destino diplomático, con la misión específica de proteger a la población judía en Hungría. Contaba con el apoyo del gobierno sueco, del gobierno de los Estados Unidos, del Congreso Judío Mundial y de otros. Ésta era una misión encomiable en medio del enorme esfuerzo bélico aliado contra la barbarie del Eje. Pero aún con este apoyo, no deberíamos dudar de que Wallenberg y sus colegas operaban en el límite, lejos de la seguridad y en los frentes de guerra. Y aún con estos esfuerzos heroicos y este apoyo internacional, la mayoría de los judíos húngaros no sobrevivió al Holocausto. De una población anterior a la guerra, de más de setecientos mil judíos, sólo sobrevivieron aproximadamente doscientos sesenta mil.
Wallenberg no era el único. The Wallenberg Foundation enumera muchos ”salvadores” de muchos países que actuaron con valentía para salvar a judíos y a otras comunidades perseguidas. Charles Lutz, un diplomático suizo que también operaba en Budapest, inventó la práctica de escribir ”cartas de protección” para los judíos antes del arribo de Wallenberg. En el caso de Dinamarca, una nación entera cumplió honrosamente con su deber para proteger a sus comunidades judías aún cuando caían bajo la ocupación alemana. Existen muchas historias conocidas sobre ciudadanos humildes como Anna y Stanislaw Kopec de Polonia, cuya familia brindó refugio a una familia judía durante el tiempo que duró la guerra. Y la población judía mundial de entonces, que se encontraba segura fuera del territorio dominado por el Eje lanzó sus propios valientes esfuerzos para rescatar y asistir a los miembros de su comunidad. Fueron muchos, los héroes, pero por supuesto, no suficientes.
Entre los diplomáticos de carrera que se transformaron en importantes salvadores, la mayoría debió actuar en contra de las órdenes de sus propios gobiernos al emitir visas para los judíos y otras personas en riesgo. Un diplomático portugués, el Dr. Aristides de Sousa Mendes, emitió treinta mil visas en Burdeos para judíos y otras personas en riesgo. Más tarde, murió en 1954, solo y en la más absoluta pobreza. El diplomático estadounidense Hiram Bingham emitió más de dos mil visas sin autorización antes de ser retirado de Marsella. Gobiernos como los de Portugal y Estados Unidos han tomado medidas desde entonces para honrar el accionar de estos diplomáticos.
Creo que lo importante hoy, que honramos a Raoul Wallenberg, no es concentrarse en la cuestión de qué deberían o podrían haber hecho en forma distinta los gobiernos aliados o neutrales ante semejante maldad sin parangón; tampoco hacer una valoración superficial de las virtudes que Wallenberg representaba o el mal encarnado por el nazismo, sino que creo, que deberíamos concentrarnos en honrar las decisiones de esos individuos que encontraron el coraje y la convicción para hacer lo correcto a pesar del peligro y la dificultad.
Mantener viva la historia de Raoul Wallenberg y de tantos otros ”Justos entre las Naciones” de esa época constituye uno de los medios para ayudar a las personas que enfrentan decisiones moralmente difíciles independientemente del calibre que éstas sean. Espero que ninguno de nosotros tenga que atravesar una situación tan extrema como la que enfrentaron los héroes ante el Holocausto, sino espero, que las lecciones que nos legaron nos guíen en los actos más simples de coraje que se necesitan para enfrentar el racismo, la injusticia y la intolerancia.
Para terminar…, la historia que conmemoramos hoy abunda en lecciones importantes. La mantenemos viva en parte, para ayudar a nuestros hijos a aprender y para guiar nuestros propios pensamientos. Pero Raoul Wallenberg es, o fue, más que una historia. Fue un valiente ser humano. También estamos aquí para honrarlo en persona y mantener abierto el tema de su desaparición hace sesenta y cinco años. Buscamos respuestas sobre el destino que corrió al tiempo que recordamos sus actos. Gracias por compartir hoy con nosotros esta ceremonia y por ampliar aún más una comunidad mundial que mantiene viva la memoria y el legado de Raoul Wallenberg.
Muchas gracias
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