A 5 años del fallecimiento del Cardenal Antonio Quarracino (8/8/1923 – 28/2/1998) En el recuerdo. La visita del Primado a Tierra Santa en febrero de 1992.
La providencia me retuvo en Jerusalén en circunstancias que nunca se me habrían ocurrido. Llegué a Israel para recorrer (en realidad re-caminar a un ritmo lento) los lugares sagrados de La Biblia; una peregrinación reiterada, pues ya había estado allí anteriormente.
Tuve la suerte de contar en esa oportunidad con la compañía de mi asistente Roberto Toledo y de Baruj Tenembaum, quien fue mi intérprete del idioma y asesor en toda ocasión.
Fuimos a Jerusalén en donde teníamos previsto pernoctar una noche pero, tal como lo señalo más arriba, la providencia me retuvo. Una copiosa nieve que blanqueó Jerusalén -de acuerdo a los expertos no nevaba de ese modo desde hacía 100 años- nos dejó en el hotel aislados, enclaustrados podría decirse, durante dos días adicionales a los previstos por la agenda.
Largas jornadas nos impusieron el rol de observadores. A través de las ventanas veíamos como se acopiaba la nieve en las calles y el color blanco se imponía en los techos, edificios y aún en el horizonte.
Allí, en Jerusalén, aprendí muchas cosas. Probablemente, gracias a ese forzado ‘encierro’.
Me comentan que se popularizó una canción llamada ‘Jerusalén de Oro’. Yo recuerdo la histórica Jerusalén sagrada, la de las plegarias, la que está presente en cada una de las festividades y eventos judíos; la de nuestro inolvidable y eterno sendero recorrido y tan bien relatado por Shalom Ash; la de sus 3000 años recientemente festejados y a los cuales dediqué un saludo titulado ‘Jerusalén 3000’.
Los temas de conversación más variados se sucedían, pues, en largas charlas y cortas caminatas por los pasillos del hotel. Fue en esas circunstancias que pude conocer en lecturas, comentarios, historias e interpretaciones, al Poeta de Jerusalén Uri Zvi Grinberg.
Mi querido amigo Baruj, quien cita la Biblia, el Talmud y al Quijote en sus idiomas originales, me acercó unos poemas de Grinberg traducidos por Moshé Dayan, un ingeniero oriundo de la ciudad de Avellaneda en la provincia de Buenos Aires. Se trataba de la ‘Poesía Profética’.
No puedo olvidar el comentario del Premio Nobel Shai Agnon: ‘Uri Zvi Grinberg es el bendito. La bendición celestial posada sobre los que aman al Creador.’
Resulta conmovedora la descripción de Grinberg del drama judío en sus exilios, los sufrimientos, persecuciones y el profundo dolor que se torna en vivencia cargada de esperanza; tal lo sentimos al leer a Ezequiel, Jeremías e Isaías.
Sus predicciones sobre el drama europeo lamentablemente se cumplieron basadas en la profecía de Amos (capítulo 5 versículo 3):
‘… la ciudad que tiene cien quedará con diez para la Casa (Pueblo) de Israel …’
Su amor por Jerusalén está inspirado en los Salmos (137-VI): ‘Péguese mi lengua a mi paladar si no elevara a Jerusalén al frente de mi alegría.’
Este judío europeo, que escribió en idisch y hebreo, pasó la mayor parte de su vida en Israel y nos dejó en idioma profético una elegía profunda, trascendente e impactante.
Me impresionaron sus versos sobre el Holocausto, tema que nos debería ocupar y preocupar a todos.
Recuerdo que al visitar el Museo de la Diáspora en Tel Aviv conocí a la señora Bat Sheva, una operadora de computación que trabajaba en temas genealógicos. Respondiendo a mi pedido me relató sus ‘Vivencias’ durante la Shoá, cuando ella era apenas una niña; su encuentro con el Dr. Josef Mengele, las circunstancias que le salvaron la vida y el horror de aquellos días. Súbitamente, los versos de UZG saltaron a mi memoria. Hacía sólo días que los había leído en la Jerusalén de Nieve.
Bat Sheva me contó en 1992 lo que le tocó vivir en 1942 y yo entendí en ese momento aquello que Uri Zvi Grinberg predijo, advirtió, pregonó y profetizó en 1927.
Los profetas siempre despiertan polémicas.
Baruj me contó que en pasajes de sus versos se encuentran profundas heridas de choques y batallas; persecusiones, intolerancias y crueldades, todos frutos de agresividades religiosas.
No pretendo ser un conocedor de la obra de este poeta-profeta, pero aún así asocio su prosa y sus versos a la carta que hace sólo dos días le escribí a mi querido amigo Baruj. En ella le informo que, llegado el momento, cuando me toque ‘unirme a mis antepasados’ (como define la Biblia a la muerte), he pedido se me entierre junto al Mural dedicado a los judíos, instalado en la Catedral Metropolitana de Buenos Aires. Precisamente en ese recordatorio, homenaje a mis hermanas y hermanos judíos, hay hojas rescatadas de libros de rezos de los guetos. Letras llenas de recuerdos y de inspiración que Uri Zvi Grinberg logró grabar en mi memoria cuando la providencia me retuvo en mi Jerusalén de Nieve.
* Cardenal Antonio Quarracino (q.e.p.d.), Arzobispo de Buenos Aires y Primado de la Argentina. El 29 de Diciembre de 1997.