Ocupación nazi en Polonia – las victimas y los héroes
No es facil hablar sobre shoah porque debajo de cada palabra subyace oculta una vida humana, la tragedia de sus familiares, una historia personal distinta.
¿Por qué hablamos hoy de personas excepcionales?, ¿por qué recordamos el bien individualmente realizado?, ¿acaso tienen mucho en común con el panorama general de los años de guerra y ocupación nazi en Polonia? Personalmente creo que los tiempos de guerra no pueden reflejarse en ningún cuadro estadístico, la guerra es una situación extrema que libera en cada persona lo mejor y lo peor que posee; la guerra es una situación en la que todo hombre se halla solo frente a su elección, y con mucha frecuencia se encuentra ante la elección entre una conducta heroica o una deleznable.
Vale la pena recordar las actitudes de heroísmo excepcional, porque vale la pena mantener la esperanza, vale la pena creer en el ser humano que es capaz de exceder todas sus limitaciones, como el miedo o la debilidad. Ninguno de nosotros sabría anticipar cómo sería su comportamiento en una situación de extremo peligro y por eso también necesitamos el ejemplo de esos hombres justos, los héroes.
Quiero referirme hoy a esas personas cuyas vidas nos honran a todos nosotros, en tanto seres humanos, a pesar de que no hayan merecido la atención de las producciones de Hollywood. Quiero referirme a Jan Karski, Irena Sendler y Henryk Slawik.
Cada uno de ellos sirvió de un modo distinto a otras personas, salvaron muchas vidas, dos de ellos sobrevivieron a la guerra, Henryk Slawik fue asesinado por la gestapo en Mathausen. La historia de cada uno de ellos también está vinculada con la actividad diplomática, porque los tres fueron -de distinto modo – representantes de la Nación polaca en la clandestinidad. «Estado clandestino»
¿Qué fue y qué entendemos por Nación polaca en la clandestinidad? El primero de septiembre de 1939 Polonia fue atacada por la Alemania nazi en tres frentes simultáneos. A pesar de las largas y cruentas batallas, los ejércitos polacos, abandonados a su suerte, no lograron vencer al invasor, sobre todo después de que el 17 de septiembre las tropas soviéticas avanzaron a través de la frontera oriental; y apenas una semana más tarde se delineó el reparto de Polonia entre las ocupaciones nazi y soviética, borrandola de la mapa.
Polonia dejó de existir como pais en virtud del Pacto Ribbentropp – Molotov, del agosto de 1939, mediante el cual -entre otras cosas- alemanes y soviéticos se repartieron el territorio polaco. La parte con la que se quedaron los nazis fue anexada al Tercer Reich bajo la forma de una Gobernación General, en tanto que la otra parte que fue anexada a la Unión Soviética.) El país sufrió una ocupación de casi seis años, y como resultado de ella perdió 40% de su potencial económico la infraestructura mineral y minera, 80% de sus ciudades y pueblos quedaron en ruinas, y la capital de Polonia, Varsovia, quedó reducida a escombros en 85%.
Antes de la guerra en Polonia vivia 33 mln. de ciudadanos y despues quedó solo 25 mln. La política del Tercer Reich en la Polonia ocupada fue una política racista respecto a todos los ciudadanos, dirigida a la destrucción en primer lugar del estamento superior de la sociedad: terratenientes, intelectuales, eclesiásticos, periodistas(exterminados en 70%) y dirigida también a la aniquilación de la identidad cultural del pueblo, a que la educación de cualquier clase fuera imposible, dejando al margen, apenas, la capacitación profesional mínima. Agreguemos a esto las razzias, las deportaciones a los campos de trabajos forzados, las ejecuciones masivas, todo de acuerdo con las precisas instrucciones de Hitler: „Matar sin piedad a los hombres, mujeres y niños polacos, sólo de esa manera conseguiremos el espacio vital que necesitamos.».
Un programa «especial» de exterminio se aplico contra la población judia – los alemanes crearon en Polonia el nefasto y bien conocido laboratorio que sirvió a sus planes de exterminio del pueblo judio. Desde el principio se les quitaron sus proprietades y se les encerro en los guetos. Desde marzo de 1941 quedaron sin derechos legales, y en octubre de mismo año se establecio la pena de muerte por intentar escapar del gueto, tambien valida para las personas que intentaran ayudar a los judios a esconderse – (Polonia fue el unico pais en Europa donde los nazis castigaron con la muerte los que ayudaban a sus hermanos judios). Desde el otoño 1941 se empezaron a ampliar los campos de concentración, creando centros de exterminio en masa; Birkenau, Majdanek, Belzec, Treblinka, Sobibor. En ellos se concentraba los judios de toda Europa, pero la mayoria vivia en Polonia. La liquidación de los gettos empezo en la primavera de 1942. El numero de los judios polacos que murieron en los gestos y los campos de exterminio, fueron asesinados – 3 millones, 90% de la población…
En medio de tal situación, ya en octubre de 1939 el Presidente Interino de Polonia, refugiado en Francia, desde allí llamó a colaborar a un nuevo premier, quien a la brevedad creó un gobierno, reconocido por todas las naciones que mantenían relaciones diplomáticas con Polonia. Lo que es curioso, es que este gobierno estaba constituido en gran parte por quienes pertenecían a los partidos de oposición. Este gobierno reconoció como imprescindibles no sólo la lucha armada, sino también la resistencia civil, la creación de todo un sistema político en la clandestinidad, dirigido en el país ocupado por un Delegado del gobierno en el exilio. Los ejercitos polacos apollados por este gobierno constitucional contaban al final de la II guerra en el este y el oeste con mas de 600.000 soldados y constituian, la cuarta fuerza de la coalición antihitleriana.
Después de la capitulación de Francia, el gobierno se trasladó a Londres, desde donde continuó creando una Nación en la clandestinidad con todas las condiciones legales y organizativas, o las que fueran posibles dentro de la situación, con todas las instituciones correspondientes, la administración estatal incluida. Ante todo fue elaborado un estricto código de comportamiento ciudadano, un código de moral, obligatorio para todos los ciudadanos, en el que se castigaba con la muerte todas las formas de deshonestidad y colaboración con el ocupante. Con este código se sustanciaron no pocos procesos a traidores, con sus correspondientes penalizaciones.
Las comunicaciones entre el país y el gobierno en el exilio se realizaban a través de mensajeros que circulaban entre Varsovia y París, y luego Londres. Uno de estos emisarios fue Jan Karski, el hombre que hizo llegar a las fuerzas aliadas un informe acerca del exterminio de los judíos europeos.
Ya en 1940 se enviaban desde Polonia testimonios sobre las persecuciones a los judíos, encerrados en ghettos, apresados, pero nadie en el mundo se daba cuenta hasta dónde llegarían estas persecuciones. En 1940 los alemanes comenzaron la construcción de un campo cerca de Oswiecim, llamado por ellos Auschwitz. Al comienzo nadie imaginó para qué planes criminales serviría. En julio de 1941 el primer transporte de prisioneros polacos, miembros de la resistencia, llegaba al campo. A partir de 1942 comenzaron a llegar los transportes con judíos polacos y europeos.
El gobierno polaco en el exilio, alarmado por los informes acerca de la dimensión del campo y los métodos que allí se utilizaban, sugería a los comandantes de la fuerza aérea británica que bombardearan el campo o la via ferrocarril por la qual venian los transportes al tiempo que lanzaban sus bombas sobre los objetivos industriales nazis emplazados en Silesia. El encargado de comunicarse con las fuerzas británicas fue el general Sikorski, primer ministro y comandante en jefe de las tropas polacas en el exilio. La propuesta de bombardear Auschwitz fue hecha varias veces, incluso la comandancia de la Resistencia polaca recibió la orden de ayudar a la fuga de los prisioneros durante el eventual raid aéreo, pero las fuerzas aliadas no consideraron pertinente tal acción.
Entretanto la situación se tornaba más grave, comenzaron las deportaciones de los habitantes de los ghettos, pero el mundo seguía sin ver las dimensiones del peligro. Fue en eseos momentos que Jan Karski llevó a cabo su misión, siendo una de las personas que jugó un rol fundamental al informar a los aliados sobre los crímenes que estaban cometiéndose en el territorio polaco, en eso entonces parte del Tercer Reich.
El oficial de ejército y enviado del gobierno Jan Karski, un hombre que antes de la guerra se había preparado para la carrera diplomática, fue hecho prisionero por el Ejército Rojo al comienzo de la guerra; a los dos meses logró huir del campo e ingresó en las filas del Ejército Nacional Polaco en la clandestinidad. En su momento recibió órdenes directas del primer ministro Sikorski para preparar un informe sobre la situación de los judíos en Polonia.
Consiguió llegar a Varsovia y encontrarse con los líderes de las organizaciones judías: del Bund -del partido socialista- como también del sionismo, recibiendo de parte de ellos información y pedidos de ayuda a los gobiernos aliados. Tuvo la suerte de entrar dos veces al ghetto de Varsovia y más tarde, disfrazado de guardia estonio, ingresar al campo de concentración en Belziec.
Su informe de cuanto vio y oyó fue de gran importancia, dado que fue el relato de un testigo presencial, el primer relato de un testigo presencial al que le costó mucho ser creído – por como fue inimaginable eso que pasaba.
Tras su regreso a Inglaterra comunicó todo lo recabado al gobierno polaco y también se entrevistó con autoridades británicos y líderes judíos en Gran Bretaña.
Posteriormente tuvo encuentros similares en los Estados Unidos y renovó los pedidos de acciones militares para detener la tragedia. Gracias a sus «revelaciones» presidente Roosevelt ordeno la creación del departamento para refugiados de guerra.
Como lo manifestara el director del dicho organismo, John.W.Pehle : «La misión de Karski cambió la política de los Estados Unidos, que pasó de la indiferencia a la asunción de acciones de ayuda.»
La situación era desesperante, tanto por la dimensión del exterminio y su ferocidad, como también a causa de las escasas posibilidades de suministrar alguna ayuda a los judíos condenados al exterminio. En el país no sólo continuaba una ocupación cruel, sino que cualquier ayuda brindada a los judíos estaba penada con la muerte, disposición que regía unicamente en el territorio polaco. Esta penalización, aplicada en múltiples oportunidades, alcanzaba no sólo a la persona que ofreciera ayuda, sino también a toda su familia. En Polonia regía el código penal del Tercer Reich, pero además una serie de disposiciones dictadas especialmente para el país. Una de estas disposiciones describe muy nítidamente la situación, es del 4 de diciembre de 1941 y reza que: „corresponde la pena de muerte a cada ciudadano polaco, polaco o judío que por su comportamiento o expresiones mostrara una actitud antialemana.»
¿Qué podía ser una actitud antialemana en un país ocupado? La decisión quedaba en manos de los empleados, de los soldados, de la gestapo…La observancia de los principios de conducta moral que exigía la Nación en clandestinidad fue la protección de los ciudadanos polacos, independientemente de su origen étnico. El llamado al auxilio de los judíos en exterminio no era una palabra vacía, porque conllevaba una penalización: la Nación en la clandestinidad, con la colaboración de sus juzgados, penalizaba a las personas que incurrían en traición o colaboraban con los nazis. Conocemos un número: fueron 3.500 penas de muerte recaídas sobre esta clase de personas; entre ellas hubo muchos soplones que habían entregado judíos o chantajearon a familias que ocultaban a judíos. Claro que no a todos les tocó esta justicia y que cada tanto descubrimos este clase de crímenes e infamias .
Hace poco tiempo hubo en Polonia un gran debate sobre este tema, como pudieron conocerse un gran numero de archivos. La necesidad de hacer un examen de conciencia al respecto fue iniciada por Solidarnosc -la organización que en Argentina se conoce como Solidaridad- en 1980, porque recién a partir de ese año pudo instalarse la discusión pública y democrática.
El derecho y el código moral funcionaron, por lo tanto, en forma independiente de cómo podía comportarse la gente, independientemente de cuántos de ellos podían facilitar los crímenes nazis.
Una cuestión por completo distinta es la atinente al número de los «justos», que es difícil de establecer no sólo porque con frecuencia las personas y familias enteras asesinadas por ayudar a judíos morían sin dejar huella -más allá de que todo sucedía en medio de la clandestinidad-, sino también porque varios de ellos no podían ser ni siquiera mencionados durante el gobierno totalitario de posguerra. Todos los que habían tenido alguna vinculación con la Nación polaca en la clandestinidad o con la administración estatal anterior a la guerra, eran considerados enemigos del nuevo sistema de la «felicidad universal» en el que nos tocó vivir desde 1945 hasta 1989.
Por todo esto, es un gran mérito de las nobles personas de origen judío que expresaron su gratitud a quienes los socorrieron colocando en el museo de Yad Vashem , 5.632 nombres polacos como «los justos entre los pueblos del mundo». Entre esos nombres figuran los de Irena Sendler y Henryk Slawik.
La valentía de Irena Sendler, además de su heroísmo personal, está estrechamente ligada al Consejo de Ayuda a los Judíos -conocido como Zegota- creado por el delegado del gobierno en el exilio en septriembre de 1942. Esta organización, única en su tipo en toda la Europa ocupada y financiada con fondos reunidos por el gobierno en el exilio, surgió como resultado de una necesidad social. Muchas personas, que ya desde 1939 comenzaron a ayudar a sus amigos, conocidos y compañeros de trabajo judíos, fueron agrupándose conformando pequeñas organizaciones que apoyaban y facilitaban estas acciones. Rápidamente cayeron en la cuenta de que el auxilio necesitaba coordinación, apoyo de parte del gobierno y fondos más significativos, nada fáciles de conseguir en Polonia.
La Organización Zegota, creada por el delegado de gobierno en territorio polaco y constituida por representantes de diferentes sectores y partidos políticos, estaba presidida por la escritora Zofia Kossak-Szczucka. En la Zegota se encontraron muchas personas cuyo único objetivo era salvar a tantos judíos como pudieran. Uno de las aspectos más importantes era la producción y provisión de documentos falsos, partidas de bautismo que acreditaran un origen ario, y que debían ser tan perfectos como para no despertar desconfianza en la gestapo, siempre a la caza de sospechosos por las calles de las ciudades. Por lo tanto, cada documento se acompañaba con una historia -una nueva vida que debía ser aprendida por los poseedores del nuevos documento-; por lo general estas historias eran preparadas por los sacerdotes que expedían la fe de bautismo.
Una de los principales objetivos de Zegota era el rescate de niños, los más expuestos al peligro de la exterminación. El salvataje consistía en sacar subrepticiamente a los niños de los ghettos, ocultarlos en casas de familias o conventos, (estos últimos fueron el refugio de alrededor de la mitad de los niños rescatados). En cuanto a los costos; por ejemplo, el rescate de 200 niños de un campo de trabajos forzados en Plaszów, en los alrededores de Cracovia, significó para la Zegota una erogación de 1.000 000 de zlotys, pagando en este caso el silencio de los guardias nazis. Y esto era lo que pedían con tanto dramatismo los representantes del Bund polaco -el partido socialista judío- y del sionismo a través de los reportes de Jan Karski a sus hermanos judíos ingleses y estadounidenses: dinero para salvar vidas.
La responsable de la sección niños de Zegota era Irena Sendler, que hacía tiempo actuaba en otras organizaciones de ayuda al niño. Ella y sus 10 colaboradoras entraban al ghetto como enfermeras, llevaban alimentos y medicinas. Los alemanes permitieron la actuación de instituciones sanitarias polacas en los ghettos ante el temor de que la epidemia de tifus se expandiera más allá de sus muros.
El grupo de Sendler intentaba encontrar los modos de rescatar a los niños. Encontraron 4 caminos: sacar en ambulancias a los niños sedados y embalados en bolsas como víctimas del tifus; otra de las posibilidades era conducirlos a través de los edificios de los juzgados adyacentes a los muros del ghetto, en ese caso los porteros abrían las puertas y sacaban a los pequeños, pero esta modalidad fue desechada por peligrosa cuando fue descubierta por un colaboracionista. También se recurrió a guiar a los niños a través de los sótanos de las casas cercanas al ghetto comunicados por pasadizos ocultos, o bajo los asientos del tranvía cuya terminal estaba del lado judío. Sin embargo, a veces resultaba menos difícil salir del ghetto que sobrevivir del otro lado, porque para salvar a un niño hacía falta la colaboración de hasta diez personas. Así tuvieron suerte las monjas de la Familia de María, gracias a las cuales sobrevivieron 500 niños, pero no fueron tan afortunadas las Hermanas de la Caridad, a ocho de las cuales la gestapo roció con nafta y quemó en 1944 por este tipo de ayuda.
Irena Sendler preservó los nombres de los niños, los guardaba en frascos, y gracias a esto muchos niños recuperaron su identidad después de la guerra. Ella fue arrestada por la gestapo en mil novecientos cuarenta y tres y sometida a torturas, no entregó a nadie y jamás se refiere a lo que le hicieron, sólo dice que las huellas le quedaron de por vida.
Zegota decidió salvarla a cualquier costo: cuando era conducida ante el paredón de fusilamiento, un soldado sobornado con anterioridad le gritó: ¡Corre! Ella siguió trabajando, pero con otra identidad y cambiando constantemente de domicilio. A ella se le debe el recate de 2.500 niños, pero tuvo que esperar mucho tiempo el reconocimiento, que por otra parte, nunca buscó, porque después de la guerra fue hostigada en forma constante por la Oficina de Seguridad (o sea, la policía secreta que persiguió a los combatientes de la Resistencia y miembros de organizaciones similares). Sólo en 1983 Irena Sendler pudo plantar su arbolito en Yad Vashem y el año pasado fue homenajeada por la Fundación Wallenberg con el premio que lleva el nombre de Jan Karski.
La figura siguiente de entre la galería de los Justos es el doctor Henryk Slawik, maestro y diplomático antes de la guerra. Es una figura más trágica aún por los años que estuvo sumido en el más completo olvido. Hace muy poco tiempo se editaron en Polonia dos libros que rescatan su persona, (entre ellos el libro de Henryk Zvi Zimmermann „Sobrevivi, me acuerdo, doy testimonio» Krakow, año 1997) y la investigación acerca de los alcances de su actuación todavía continúan. Algunos sostienen que consiguió salvar, con sus colegas, entre 3.000 hasta 5.000 vidas humanas, lo que encontrará su confirmación en los documentos que están en estudio. Por otra parte debo confesar que menciono las cantidades -importantes desde un punto de vista histórico- con cierto pudor, porque, ¿acaso la cantidad puede ser el mayor valor, acaso no lo es cada UNA de las vidas humanas?
Después de 1939 Henryk Slawik estaba en primer lugar en la lista de personas a arrestar, por su reconocido patriotismo; sabiéndolo, logró huir hacia Hungría y llegar a un campo de refugiados polacos. Allí, en Hungría, se puso al frente del Comité Cívico, una organización de refugiados que, de acuerdo con el gobierno en el exilio del general Sikorski, representaba los intereses de los polacos ante las autoridades húngaras. Entre los refugiados polacos también había muchos de origen judío, al principio eran sobre todo oficiales de nuestro ejército. El número de refugiados judíos se incrementó notablemente a partir de 1941, cuando fue cada vez más claro que en el territorio polaco, ocupado por los nazis, comenzaba la «solución final» de la cuestión judía.
En Hungría los judíos tenían más oportunidades de sobrevivir, pero corrían el peligro permanente de ser detectados por los fascistas y acentes secretos alemanes; y si eran identificados, los esperaba la deportación a la Gobernación general, lo que en realidad significaba la pena de muerte.
Poco después pudo contar con la colaboración de Henryk Zvi Zimmmerman, un abogado de Cracovia activista del movimiento de resistencia judío, fugado del ghetto de Cracovia, y quien refirió todas estas acciones después de la guerra.
Lo primordial de la actuación de Slawik y sus colaboradores fue la provisión de pasaportes falsos, gracias a los cuales muchas personas encontraron lugares de residencia seguros. También crearon un asilo para niños judíos, quienes fueron trasladados a un lugar más protegido después de la entrada del ejército nazi en Budapest; en este caso el Doctor Slawik contó con la colaboración de su colega húngaro Doctor Antall.
Ya en 1941 los alemanes abrieron en Hungría un campo para oficiales polacos de origen judío, rápidamente transformado en campo de concentración. Incluso ahí el grupo del Doctor Slawik logró introducir documentos falsos y propiciar así la fuga de varios oficiales.
También se organizaron campos para los que llegaban a Budapest desde otras regiones.
Henryk Slawik no abandonó Budapest próxima a caer en manos nazis a pesar de las advertencias que recibiera. Los nazis entraron en Budapest en 1944, pero él explicaba su permanencia por la imposibilidad de abandonar su trabajo. Fue arrestado y torturado por la gestapo en marzo de 1944. A pesar de los espantosos tormentos no entregó a nadie. Fue fusilado en el campo de concentración de Mathausen. Henryk Zimmerman, oculto por las organizaciones clandestinas, felizmente logró sobrevivir a la guerra.
Es probable que nunca oigamos una palabra sobre tantos héroes silenciosos, porque los que hacen el bien no se cuidan de la fama o el reconocimiento de los demás. Lo importante es que existan, que podamos seguir encontrándolos, que sigan alimentando nuestras esperanzas de que el mal pueda ser vencido por el bien.
Así es, tal como fue consignado hace no mucho tiempo en la placa conmemorativa a los ocho miembros de una familia polaca como tambien a los ocho miembros de una familia judia que aquéllos escondieron, colocada a instancias de uno de los rescatados de la aldea de Marków, cercana a Lancut, donde hallaron refugio muchas familias judías. «¡Que el sacrificio de ellos sea un llamado al respeto y demostración de amor a cada uno de los hombres! Fueron hijos e hijas de esta tierra. Permencerán en nuestros corazones».
Slawomir Ratajski
Embajador de Polonia