El martes comienza un año de celebración de la vida de Raoul Wallenberg, el diplomático sueco que decidió no ser indiferente ante un gran mal.
Raoul Wallenberg nació hace 100 años en el seno de una familia de gran riqueza e influencia. Podría haber permanecido de forma segura en la Suecia neutral durante la Segunda Guerra Mundial. En cambio decidió actuar y ocupó el lugar de primer secretario de la Legación sueca en Budapest, en el verano de 1944. Sin preocuparse por su propia seguridad, trabajó incansablemente para salvar a miles de personas de una muerte segura en manos de los nazis.
En el verano de 1944, subieron a más de 400.000 judíos húngaros a los trenes y los despidieron, a la mayoría a sus muertes. Wallenberg comenzó a emitir «pasaportes de protección» suecos para el resto de la población de judíos húngaros. Por su ingenio y determinación para brindar protección a tantos judíos como fuera posible, se le atribuye haber salvado la vida de unas 100.000 personas.
Por supuesto, Wallenberg no estaba solo en esto. También otros optaron por arriesgar sus carreras y sus vidas, desafiando protocolos oficiales y leyes represivas para rescatar judíos. Muchos fueron censurados, castigados o asesinados por sus actos de valentía.
Como resultado, en el sitio de Israel en memoria del Holocausto, Yad Vashem, se encuentran hoy plantados a lo largo de la Avenida de los Justos, no sólo el árbol de Raoul Wallenberg, sino también los árboles de otras 2.000 personas, así como 18.000 nombres grabados en las paredes en memoria de aquellos que arriesgaron sus vidas para salvar a judíos durante el Holocausto.
¿Por qué lo hicieron? Todos estos héroes parecen haber compartido el sentimiento del mártir pastor luterano y resistente nazi Dietrich Bonhoeffer, quien escribió: «El silencio en la cara del mal es el mal en sí. … No actuar es actuar.»
La misión de Raoul Wallenberg fue un ejemplo de la cooperación sueca – americana por el bien común. Su trabajo en Budapest ha sido parcialmente financiado por los Estados Unidos.
En 1981, en honor a ese trabajo, Estados Unidos concedió la ciudadanía americana honoraria a Wallenberg. Wallenberg luchó por los valores más apreciados, tanto en Suecia y como en los Estados Unidos. En conjunto, durante mucho tiempo hemos colaborado para proteger y promover los derechos humanos en el país y el extranjero.
Tal vez la parte más importante del legado de Wallenberg está en sus lecciones para las generaciones venideras. Nos incumbe a nosotros transmitir su historia a los que vienen después de nosotros no como parte de un mito heroico distante, sino como un ejemplo de los valores que deben informar la forma en que vivimos nuestras vidas.
En enero de 2000, Estocolmo actuó como anfitrión del Foro Internacional sobre el Holocausto. La última frase de la declaración de aquel foro declaró: «Nuestro compromiso debe ser recordar a las víctimas que perdieron la vida, el respeto a los sobrevivientes siguen con nosotros y reafirmar la común aspiración de la humanidad para comprender la moral y la justicia.»
Hoy, al recordar la vida y el trabajo de Raoul Wallenberg, reafirmamos nuestra común aspiración de comprensión de la moral y la justicia.
Hillary Rodham Clinton es la secretaria de Estado de EE.UU.. Carl Bildt es ministro de Relaciones Exteriores de Suecia.