Originalmente, la Unión Europea fue lo que los psicólogos llaman un «objeto fantástico,» un objetivo deseable que inspira la imaginación popular. Yo lo vi como la encarnación de una sociedad abierta: una asociación de los estados-nación que dieron parte de su soberanía por el bien común y formaron una unión dominada por ninguna nación o nacionalidad en particular.
La crisis del euro, sin embargo, ha convertido a la UE en algo radicalmente diferente. Los países miembros ahora se dividen en dos clases: acreedores y deudores — con los acreedores a cargo. La UE hoy en día se mantiene unida por una sombría necesidad. No conduce a una sociedad armoniosa. La única forma de revertir la tendencia es recuperar el espíritu de solidaridad que animaba el proyecto europeo en sus principios.
Para ello, he establecido recientemente la iniciativa de la Sociedad Abierta para Europa, o OSIFE. Al hacerlo, me di cuenta de que el mejor lugar para empezar sería donde las políticas actuales han creado el mayor sufrimiento humano: Grecia. Las personas que sufren no son aquellos que abusaron del sistema y causaron la crisis. El destino de los solicitantes de asilo e inmigrantes, muchos atrapados en Grecia, es particularmente desgarrador. Pero su situación no puede separarse de la de los propios griegos. Una iniciativa que se limite a los inmigrantes sólo serviría para reforzar la creciente xenofobia y extremismo en Grecia.
No pude discernir cómo enfocar este problema aparentemente intratable hasta que visité recientemente Estocolmo para conmemorar el centenario del nacimiento de Raoul Wallenberg. Esto volvió a despertar mis recuerdos de la segunda guerra mundial — la calamidad que eventualmente dio origen a la Unión Europea.
Wallenberg fue un héroe que salvó la vida de muchos judíos en mi ciudad natal de Budapest al establecer casas de seguridad suecas. Durante la ocupación alemana, mi padre fue también una figura heroica. Ayudó a salvar a su familia y amigos y muchos otros. Me enseñó a enfrentar la dura realidad, en lugar de presenciarla pasivamente. Eso es lo que me dio la idea. Podríamos establecer casas de solidaridad en Grecia, que sirvan como centros comunitarios para la población local y también proporcionar alimento y refugio a los inmigrantes.
Suecia ha hecho de su política de inmigración y asilo una alta prioridad, mientras que Noruega está preocupada por el destino de los inmigrantes en Grecia. Así que ambos países serían principales candidatos para apoyar las casas de solidaridad. Esto tiene que ser un proyecto europeo — que eventualmente debe encontrar su lugar en el presupuesto europeo.
Tan pronto como sea posible, enviaré un equipo de OSIFE de evaluación de las necesidades a Grecia para elaborar un plan para que podamos generar apoyo público. Mi objetivo es revivir la idea de la UE como un instrumento de solidaridad, no sólo de disciplina.
George Soros es Presidente del Soros Fund Management y el Open Society Institute. © Project Syndicate