Se acerca el 27 de enero, día internacional en memoria de las víctimas de la shoah, que marcará este año el 71 aniversario de la liberación de los campos
A pesar de la longevidad de muchos y de la alegría de vivir de tantos, el tiempo pasa para todos y las voces se van apagando; las voces de una generación, la de aquellos que fueron testigos directos.
La pregunta que no puede evitarse es: ¿Cómo será la transmisión cuando ya no se cuente la experiencia vivida en primera persona?
Abundan los documentos, archivos, testimonios escritos, grabados y filmados; las investigaciones, las conferencias, los debates de los historiadores y otros especialistas sobre el tema además las obras de los artistas… sin embargo ninguna de esas voces impersonales reemplazará la palabra hablada, la que intenta decir lo indecible, la palabra que llora, que calla, que recuerda, que tiembla; la palabra que se busca y no se encuentra cuando se trata de evocar y transmitir una experiencia visceral que marco su alma y su cuerpo y que resulta inimaginable para quien no la vivió.
En una época como la nuestra, dónde por un lado la bestia fascista y genocida vuelve a amenazar con un rostro diferente y por otro lado circulan abiertamente versiones falsificadoras, negacionistas o demagógicas de la Historia, es imperativo no sólo recordar y llorar a los muertos, sino también encontrar para cada generación una manera de transmitir para que el mensaje llegue.
La película de Lazlo Nemes, El hijo de Saul¹ , comentada en una nota anterior, es un ejemplo en ese sentido. Un director de 38 años, con su manejo de la cámara y de la escena logra- según personas entendidas en el tema- un impacto visual semejante al de los video juegos que ven hoy los jóvenes.
Es quizás el momento de pensar cual es el mejor dispositivo para despertar a la nueva generación, tan a menudo anestesiada frente a una pantalla, con la mirada fija e impasible frente a escenas de violencia que a menudo no logra discriminar si son reales o de ficción.
No importa sólo la memoria de las fechas y los acontecimientos políticos e históricos. Importa muy especialmente recordar y entender que el enemigo, la bestia, se encuentra dentro del género humano y que en nombre de una supuesta pureza de raza, de religión o de ideas políticas puede reaparecer una y otra vez.
Las voces que se apagan nos convocan, tenemos la responsabilidad ética de escuchar y hacer escuchar ese último llamado: “cuéntenle al mundo…”
Para finalizar, unas reflexiones de Samuel Pisar, abogado de renombre internacional y autor de “La sangre de la esperanza” fallecido en julio del 2015: A pesar del cinismo perverso que se propaga por los demonios genocidas, me permito decir: si, existe un trabajo que libera. Esta enraizado en la educación, en la ciencia, en la cultura y sobretodo en la fraternidad y en la paz.
(1) Esta película es utilizada como recurso pedagógico en Francia por el Mèmorial pour la Shoah http://www.memorialdelashoah.org/files/DOSSIER_PEDAGOGIQUE_WEB_SAUL.pdf