Probablemente no hubo en la Argentina de las últimas décadas un hecho más determinante, más contundente, que impulsara el diálogo entre el judaísmo y el catolicismo que el emplazamiento del Mural Conmemorativo a las Víctimas del Holocausto dentro de la Catedral Metropolitana de Buenos Aires, acontecimiento que tuvo lugar el 17 de abril de 1997.
Fue, sin dudas, un suceso de repercusión mundial cuyas vibraciones fueron reiteradamente captadas por la prensa local y del exterior, al tiempo que numerosas personalidades de los ámbitos de la religión, la política y la cultura internacional celebraban su existencia. Un Premio Nobel de la Paz, Lech Walesa, descubrió la pieza junto al gran artífice de la novedad: el Cardenal Primado Antonio Quarracino.
Varios años antes, en 1993, Quarracino había demostrado su singular apertura a nuevas y más dinámicas fórmulas de diálogo al convertirse en el primer Cardenal Primado de la Argentina en visitar la sede de la AMIA y firmar, allí mismo, una declaración de profundo valor interconfesional junto al Gran Rabino de Buenos Aires, Salomón Ben Hamú, y al Kadi de Jerusalén, Faruk Zoabi. Meses más tarde, en julio de 1994, horas después de la voladura del edificio de la AMIA, Quarracino se acercó personalmente a la sede provisoria de la asociación comunitaria judía para manifestar su dolor a las autoridades y hacer público su rechazo.
Y aún antes, en febrero de 1992, Antonio ya marcaba el camino convirtiéndose en el primer Cardenal Primado de la Argentina que en condición de tal visitaba Israel. Ese recorrido singular por Tierra Santa posee un significado espiritual que, muy probablemente, sólo pueda apreciarse en su cabal dimensión en el cortometraje ”Primer Primado Peregrino”, documental al que se puede acceder, sin costo alguno, en el sitio web de la Fundación Wallenberg. (1)
Es de hacer notar que en una de sus últimas cartas, en diciembre de 1997, de la cual tuve el honor de ser el destinatario, el Cardenal Quarracino se despedía escribiendo:
”Pronto se cumplirá el Primer Aniversario desde el descubrimiento de este digno ”Monumento” ante el que he pedido se invite a judíos que así lo deseen a cubrirse la cabeza. El lugar definitivo del mural estará ligado al descanso que aguardo dentro de la Catedral para continuar pregonando la fraternidad como lo he hecho toda mi vida. No dudo que mi actual arzobispo coadjutor Mons. Jorge Bergoglio, llegado el momento de sucederme, recorrerá el mismo camino de reconciliación y fraternidad con nuestros hermanos mayores.” (2)
A once años de la desaparición física del Cardenal Quarracino (28 de febrero 1998), su legado interconfesional permanece vivo y vibrante. Y es así porque mucho de aquello por lo cual él vivió, pregonó y sintió todavía espera ser realizado. Su memoria es, siempre, fuente de inspiración, aliento y esperanza.
Baruj Tenembaum
Fundador de la Asociación Casa Argentina en Israel Tierra Santa y la Fundación Internacional Raoul Wallenberg
www.raoulwallenberg.net