Editorial II
A sólo cuatro años de su fallecimiento, el cardenal Antonio Quarracino, ex arzobispo de Buenos Aires y primado de la Argentina, recibirá un merecido homenaje, que destacará su infatigable labor en favor del diálogo interconfesional.
La Fundación Raúl Wallenberg, en cooperación con la Iglesia Evangélica de Alemania, inaugurará una réplica del mural conmemorativo de las víctimas del holocausto, que será emplazada en la Iglesia Vaterunser, en la renovada ciudad de Berlín.
Ese mural es un símbolo permanente de la reconciliación judeo-cristiana, por la que tanto trabajó el cardenal Quarracino. Debe recordarse que su versión original fue emplazada en nuestra Catedral Metropolitana en abril de 1997, merced a una idea de Baruj Tenembaum, el creador de la Fundación Raúl Wallenmerg. La obra contiene un conmovedor recordatorio, pues incluye páginas de diversos libros de rezos que fueron rescatados de entre las ruinas de los campos de exterminio del nazismo. Monseñor Quarracino había pedido ser enterrado junto a ese mural, entendiendo que de esa manera podría continuar pregonando los valores de la fraternidad religiosa.
En momentos en que la intransigencia fundamentalista parece haberse apoderado de algunos corazones, con su estremecedor mensaje de muerte, corresponde exaltar la memoria de un argentino que bregó incansablemente en favor del diálogo, pues había comprendido que es el único camino para que la paz entre los pueblos se convierta en una realidad duradera.