El gobierno holandés se rindió ante los Nazis cinco días después de que los alemanes los invadieran en mayo de 1940. Millones de personas murieron, mientras que algunos holandeses arriesgaban sus vidas para ayudar a las víctimas.
Marion Pritchard escondió a una familia judía durante casi tres años y llegó a matar a un policía nazi holandés para salvarlos.
Nacida en Amsterdam en 1920, aprendió de sus padres a tratar a la gente con respeto y comprensión. Su padre era un juez liberal y su madre una persona de una gran fortaleza y confianza en la gente.
A los 19 años se inscribió en la facultad de Estudios Sociales en Amsterdam. Un día mientras estudiaba en el departamento de una amiga, los nazis la arrestaron junto a otros estudiantes; la mayoría formaba parte de la Resistencia Holandesa. ”Siempre pensé que tenía la habilidad de mi madre para ignorar el miedo, hasta que pasé siete meses en la cárcel.”
En la primavera de 1942 Pritchard vio cómo los nazis cargaban a niños de 2 a 8 años en camiones. ”Estaba horrorizada y lloraba”, contó Pritchard, ”al ver eso supe que mi tarea de rescate era mucho más importante que cualquier otra cosa que pudiera estar haciendo.”
Mientras trabajaba en un centro de rehabilitación en 1942, su supervisor le pidió que refugiara a un niño judío de dos años que corría peligro, pues lo querían enviar a un campo de concentración. A pesar de que sabía que podía terminar presa o aún peor, llevó al niño a la casa de sus padres, donde permaneció hasta que encontró un lugar más seguro.
Pritchard se ofreció voluntariamente para vivir con una familia judía y protegerla. Se trataba de Fred Polak y sus tres hijos. Estaban a más de 200 kilómetros de Amsterdam, en una casa considerada segura por el Movimiento de Resistencia Holandés.
Pritchard declaró que ”los judíos que estaban escondidos no debían ser vistos por nadie, por lo tanto me quedé con ellos, era lo correcto.” Fred pasaba sus días trabajando en la disertación para su doctorado, mientras que sus hijos jugaban en el patio como si fueran cristianos.
Sus vecinos sabían lo que estaba haciendo. ”Eran buenos holandeses, anti-nazis y salvadores a su manera”, dijo Pritchard. Le proveían comida como suplemento de sus magras raciones.
En mitad de una noche, traicionada por un vecino, un oficial de policía holandés entró en la casa buscando judíos . Sabiendo que los iban a mandar a un campo de concentración, buscó instintivamente el revolver para eventuales emergencias que tenía escondido en un estante y lo mató. A pesar de su enorme coraje, Pritchard todavía está perturbada por lo ocurrido aquella noche.
La familia Polak se quedó con ella hasta 1945. La madre había sido separada del resto, pero se reunió con ellos después de la guerra.
Un día a Marion le dejaron una niña muy pequeña para alojarla con una familia. ”Me quedé dormida y cuando me desperté la mujer estaba cambiando y dando de comer al bebé. Nosotros hablamos de decisiones morales, pero esta gente sabía que esto era lo que Dios hubiera querido que hicieran.”
Al finalizar la guerra los nazis habían matado aproximadamente a 100.000 judíos holandeses. Pritchard había salvado a 125 familias judías.
Deseando conocer el paradero de amigos judíos sobrevivientes de la guerra, en 1945 Pritchard se incorporó a la Administración de Ayuda y Rehabilitación de las Naciones Unidas en los campos de refugiados.
En uno de estos campos de refugiados conoció a su esposo Tony Pritchard, quien había sido Teniente en el ejército de los Estados Unidos. A una edad en la cual muchos norteamericanos emigran al sur de su país, hoy Marion vive junto a su marido Tony en una casa de campo en los bosques nevados de Vermont.
Pasados ya los ochenta años de edad, Marion es hoy una psicoanalista en actividad recientemente retirada de la Junta Consultiva del Centro para los Estudios sobre el Holocausto de la Universidad de Vermont. Durante el verano participa en un seminario sobre la educación del Holocausto en esa misma universidad, pero el terror y la tristeza de la guerra siempre están junto a ella. Lo que más lamenta es no haber podido hacer más.
”La universidad tiene una deuda con Marion Pritchard por su ayuda al proporcionarle a los estudiantes y a otras personas información sobre el Holocausto”, dijo el Profesor David Scrase, Director del Centro de la UVM para los Estudios sobre el Holocausto. ”Sus actos heroicos durante los años cuarenta fueron producto de su moral, y sus actividades actuales son asimismo desinteresadas.”
A Pritchard se le otorgó la Medalla Wallenberg en 1992 como reconocimiento por sus actos durante el Holocausto.
En una conferencia titulada ”El rol activo de los judíos en el rescate y la resistencia durante el Holocausto”, Pritchard habló de sus experiencias como socorrista, y de cómo los mismos judíos participaron activamente en las actividades de rescate. ”Los judíos no iban voluntariamente a su muerte. Es un concepto universal incorrecto decir que los judíos no se resistieron ni se defendieron”.
traduccion: maria pensavalle