El pasado 23 de abril, Marie Theulot, novelista y educadora, nieta de Georges Vigoureux e hija de Jacques Vigoureux, ambos honrados como Justos entre las Naciones, dio una nueva conferencia en Dunquerque, su región natal, para volver a hablar sobre aquellos que desobedecieron para salvar vidas.
Marie Theulot hizo su carrera en la Educación Pública, fue maestra y directora de escuela. Su vocación por la transmisión se mantiene dando conferencias y charlas en distintas instituciones contando a los alumnos su historia familiar y la de otras personas que desobedecieron para salvar vidas. Recuerda, como anécdota, a su padre relatando una y otra vez la visión de los tachos de basura repletos de las cartas delatando judíos que llegaban a la comisaría.
En su último libro “Sales Baraques” cuenta la historia de una enfermera y un pastor protestante quienes desde la clandestinidad ayudaban a hombres y mujeres detenidos en el campo de concentración de Gurs.
Escuchando en youtube https://vimeo.com/146430084 una de sus actividades pedagógicas, “Sur la trace des Justes” (Sobre las huellas de los Justos), en un liceo de Cluny, me llamó la atención un comentario sobre su padre y su tío, que actuaron siendo muy jóvenes como verdaderos resistentes, previniendo a los judíos denunciados sobre su próxima deportación. Así fue como su padre Jacques, de 16 años, a pedido de su abuelo, el comisario Georges Vigoureux, tuvo la misión de ir al concierto de Warner Bluman para advertir al director de orquesta que al final del concierto sería capturado por los nazis. A pesar del pánico que le causó la primera fila de la sala ocupada por la Gestapo, se las ingenió en el entreacto para acercarse al director, y con una palmada en la espalda y una sonrisa, simulando un encuentro amistoso, le notificó sobre su inminente arresto. Muchos años después, la esposa de Warner recordando el momento, afirmaba “debo mi vida a un niño”.
En otra ocasión, mientras la Gestapo hacía una inspección en la zona, los niños llenaron los tanques del auto con azúcar y pincharon los neumáticos.
Además de estas historias, Marie Theulot, hace especial referencia a todos los niños que supieron callar cuando era necesario. Los que trabajamos o tenemos contacto con niños, sabemos cuán difícil es durante la infancia guardar un secreto.
Sin embargo, esos niños y adolescentes, compañeros de juegos, que compartieron su hogar, sus padres, sus amigos, su comida en épocas de escasez, jamás hablaron sobre la presencia de judíos en su mundo.
A pesar del miedo, o con la audacia propia de la edad, los niños ayudaron a salvar vidas, actuando desde alguna organización de resistencia desde donde obtenían listas de futuras redadas. Así, corrían de puerta en puerta advirtiendo a sus vecinos judíos y llevaban mensajes clandestinamente.
Siempre recordados por sus “hermanos judíos” que sobrevivieron gracias a su espontánea generosidad y a la de su familia, otras veces olvidados por la Historia, merecen todo nuestro reconocimiento y nuestra gratitud, siendo también ellos, como los Justos, la esperanza de la Humanidad.