Con esa contundente afirmación se expresó Irina Bokova, directora de la Unesco, con motivo de la conmemoración de las víctimas del Holocausto.
En la misma línea de otros artículos publicados en este sitio, uno de los ejes principales de las conmemoración en el 2016 giró en torno a la prevención, a la propaganda y al poder la comunicación.
“El Holocausto empezó con palabras, no con atrocidades de masa”.
Grupos extremistas de todo el mundo usan las nuevas tecnologías, adaptadas a distintos públicos y en diferentes idiomas, para captar adeptos, incitar al odio y optimizar el impacto del mensaje, jugando con la ignorancia de muchos y sacando ventaja de la intolerancia y las divisiones en el seno de una sociedad.
Al mismo tiempo, esos grupos hacen desaparecer a otras voces, secuestrando o asesinando a periodistas, activistas sociales y a todo aquel que pueda dar cuenta de otra versión de la realidad que denuncie la locura que los grupos fascistas quieren imponer.
“Las bombas y las balas no alcanzan para vencer a un veneno político”.
La lucha para combatir esos discursos violentos y discriminatorios- precursores del pasaje al acto- también debe incluir a las nuevas tecnologías como medio de comunicación, buscando el lenguaje más adecuado. La aparición de Internet rompe con las prácticas clásicas.
Tal vez tengamos que aprender de la propaganda para usarla a favor de la difusión del mensaje que serviría como antídoto a la retórica de exclusión, violenta y discriminatoria. ¿Por qué no utilizar los recursos de las campañas publicitarias, concientizadoras?
“Tenemos que ganar la batalla de las ideas”.
El reto es enorme:
– Transmitir un mensaje relevante, omnipresente, que logre competir y superar a la enorme cantidad de publicaciones, comentarios y provocaciones que aparecen segundo a segundo en las redes.
– Un mensaje que conquiste a la opinión pública y tenga el poder de despertarla.
– Un mensaje que convoque muy especialmente a la población joven, ávida de héroes y de ideales y cuya identidad está en plena construcción.
Si bien no es fácil competir con la fascinación que produce a menudo la imagen de un joven barbudo, con un fusil en la mano y ostentando su poder, tenemos el desafío de lograr una comunicación inteligente, no para producir fascinación sino al contrario, para construir un diálogo humano y abrir la posibilidad de hacerse preguntas.
Los jóvenes se apasionan con los debates y es fundamental escucharlos para saber cómo piensan, en qué creen y en qué no creen.
La calidad educativa no debería medirse sólo por el nivel académico, sino también, tomando en cuenta la petición a los maestros de parte de un sobreviviente de los campos:
“Ayuden a sus alumnos a volverse más humanos, sus esfuerzos no deben dirigirse a producir monstruos con grandes conocimientos, psicópatas competentes, hombres instruidos y educados como Eichmann… La lectura, la escritura y la aritmética son importantes solamente cuando pueden servir para que los alumnos sean más humanos”.