Unos 22 peruanos fueron víctimas del régimen nazi durante la Segunda Guerra Mundial. Sólo uno de ellos carecía de ascendencia hebrea. Se llamaba Madeleine Truel. No fue una víctima más, su vida es la de una heroína anónima. Formó parte de la resistencia en la Francia ocupada por los alemanes y salvó de la muerte a decenas de judíos. Su historia permaneció enterrada durante casi 65 años. Ahora, un documental recuperó su memoria y tratará de hacerle justicia en su tierra natal.
En 2010 el periodista peruano Hugo Coya publicó el libro “Estación final”, en el cual siguió la pista de sus connacionales deportados en Europa por el nazismo. De ellos sólo sobrevivió una mujer, una anciana que ahora cuenta con 87 y vive en Miami, Estados Unidos.
El texto incluyó la historia de Madeleine o Magdalena, como la conocieron en su natal Lima. Nació el 28 de agosto de 1904 en la capital peruana de un matrimonio de inmigrantes franceses. Su niñez y adolescencia la pasó en los barrios coloniales limeños, entre el Jirón de la Unión y la Plaza de Armas. En un colegio de religiosas formó una profunda fe católica.
En 1924 viajó a París, siguiendo el reclamo de su sangre. Alternó sus estudios en La Sorbona con la asistencia a la iglesia de San Francisco de Sales, hasta que estalló la guerra. En 1940 la mitad del territorio francés cayó en manos del ejército alemán, incluida la capital.
“Cuando se desató la Segunda Guerra Mundial, la persecución y el hambre, ella pudo haber regresado al Perú ya que tenía la nacionalidad, peruana y francesa, no era judía así que podía haber continuado tranquilamente su vida en Sudamérica, pero decidió quedarse porque vio la injusticia sufrida por los niños y las familias que vivían en su mismo edificio. Por eso decidió unirse a la resistencia, por un sentido de justicia muy radicado”, explicó al Vatican Insider Paolo Tejada, investigador de la Universidad de Piura.
Tras un accidente que la postró durante un año y le produjo una profunda cojera, Truel se unió a la resistencia francesa. Se ocupó de un trabajo meticuloso y peligroso, la falsificación de documentos. Así logró salvar a un número indeterminado de judíos. Pero no sólo, sus obras permitieron también a los soldados aliados infiltrados por labores de inteligencia escapar del frente.
El 19 de junio de 1944 fue arrestada por la Gestapo, torturada y recluida; en prisión siempre la acompañó la Biblia. Según Tejada una de sus características como “heroína” fue la fortaleza, que le llevó a soportar los extenuantes interrogatorios de los soldados sin delatar los nombres de los otros miembros de la resistencia. “Ante Dios voy a responder”, era su respuesta a las inquisiciones de los agentes nazis.
A inicios de 1945 fue deportada al campo de concentración de Sachsenhausen. Allí recibió el apodo de “pájaro de las islas”, por su alegría y esperanza. Murió el 3 de mayo de 1945 en Stolpe, durante una de las “marchas de la muerte” organizadas por los alemanes para desalojar los campos, ante la inminente avanzada de los aliados.
Antes de ser enterrada, una de sus compañeras le puso su brazalete judío y otro colocó sobre su pecho geranios rojos y blancos, colores de la bandera del Perú. Su nombre aparece en el memorial de homenaje a todas las personas que fueron deportadas de Francia durante la Segunda Guerra Mundial, frente a la Catedral de Notre Dame. Muchos advierten un paralelismo entre ella y Oskar Schindler, el famoso empresario alemán salvador de judíos.
Su historia inspiró el documental independiente “Madeleine Truel, la heroína peruana de la Segunda Guerra Mundial”, que será presentado el próximo 13 de julio en el Congreso de la República del Perú. En un intento porque el gobierno haga justicia a la memoria de esta destacada compatriota, jamás conocida y, mucho menos, homenajeada en su país natal.