El obispo de Zárate-Campana, monseñor Oscar Sarlinga, participó del homenaje al sobreviviente del holocausto judío, David Galante, el único en el país originario de la isla de Rodas.
La actividad se llevó a cabo, el miércoles 22 de junio, en el aula magna de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad del Salvador (USAL) y estuvo organizada por la Fundación Internacional Raoul Wallenberg, que lo tiene al prelado entre sus miembros, y la casa de altos estudios.
La bienvenida estuvo a cargo de la profesora Luisa Rosell, directora de la Escuela de Estudios Orientales, y del rabino Gabriel Minkowicz, profesor de la cátedra de Pensamiento Semítico Prebíblico, de Literatura Hebrea Clásica, de Historia de la Cultura Judía y de Religión y Filosofía Judía en la USAL.
También participaron la licenciada Lidia Assorati, coordinadora del programa educativo de la Fundación Raoul Wallenberg, voluntarios de esa organización, y numeroso público.
“Yo estaba en la enfermería, muy enfermo; estaba, digamos, desahuciado, pero fuimos liberados por las tropas rusas. Cuando nos liberaron yo pesaba 39 kilos; me había transformado en piel y hueso. Estuve dos meses en el hospital con los rusos y aumenté 20 kilos”, recordó Galante. “Mis hermanas fallecieron exterminadas en Auschwitz. Mi hermano, en cambio, se salvó y cuando me enteré que estaba vivo viajé a Italia para estar junto con él. Luego, viajamos juntos a la Argentina”.
En tanto, monseñor Sarlinga aseguró que “jamás se olvidará la tragedia enorme del Holocausto, ya que permanece en nuestra memoria humana a manera de una ‘advertencia universal’ que ha de movernos al sagrado respeto por la vida humana, la cual siempre ha de ser vista por nosotros con valor infinito, con valor de dignidad en sí, como la vio Raoul Wallenberg, como la vio Angelo Roncalli -luego papa Juan XXIII- y tantos justos entre las naciones, que vieron el nombre de la dignidad humana, y el nombre de Dios -aquellos que eran creyentes- inscripto en cada rostro del hermano sufriente”.
“Tantos otros, que quizá no tenían fe, pero sí un corazón lleno de ardor por la justicia, también vieron ese ‘nombre’. A este propósito, en Yad Vashem se ha desarrollado el ‘misterio del nombre’, a modo de recuerdo del carácter sagrado de cada persona, cuyo nombre está inscrito en la memoria de Dios, diríamos mismo en su corazón (en hebreo, Lev)”, indicó.
“Para quienes tenemos fe, sabemos que la fe en Dios justo y misericordioso es valiosísimo recurso para los pueblos que deben ser capaces de desarrollar a modo de liberación todas las potencialidades de sentido, de reconciliación y de cooperación a la paz, por ello podemos considerar a justo título a Jerusalén, la ‘ciudad de la paz’, encrucijada de las tres grandes religiones monoteístas, como ‘irradiación de paz en la justicia’, como lo expresa su nombre, y como lo expresa el plan de Dios sobre la humanidad. Quienes no están tocados por el don de la fe, pero creen en tantos valores que de alguna manera misteriosa la expresan, esa paz, esa justicia, se hacen también un ardoroso deseo de sus corazones, ardoroso deseo que clama: ¡Nunca más el crimen colectivo, despreciable, denigrador de la humanidad!”, subrayó.
Por último, monseñor Sarlinga memoró todas las oportunidades en que Benedicto XVI condenó el Holocausto como “un crimen contra Dios y contra la humanidad” cuya negación o minimización calificó de “intolerable y totalmente inaceptable”.+
julio 1, 2011