Casi los únicos en el mundo, los Árabes parecen haber tenido vía libre en cuanto a la negación del Holocausto. El líder de Hezbollah, Hasan Nasrallah, ha declarado ante sus seguidores que ”los judíos han inventado la leyenda del Holocausto”. El presidente Sirio, Bashar al-Assad, ha dicho recientemente en una entrevista que no ”tiene idea de cuántos judíos murieron ni cómo”. Como si esto fuera poco, en la página web oficial de Hamas, se alude al intento Nazi de exterminar a los judíos como una ”historia inventada, sin fundamentos reales”.
Estos puntos de vista que surgen de la comunidad árabe no son ni nuevos ni aislados. Una respetada institución de investigación sobre el Holocausto ha reportado hace poco tiempo que Egipto, Qatar y Arabia Saudita no sólo niegan el Holocausto sino que también protegen a los negadores. Los registros del Museo del Holocausto de Washington D.C. revelan que sólo un líder Árabe de alto rango en un gobierno, un joven príncipe de un Estado en la Península del Golfo, visitó oficialmente el establecimiento. En los países árabes no existe ningún libro oficial o programa educativo que mencione al Holocausto. Además, en los medios de comunicación, en la literatura y en la cultura popular la negación es indiscutible y hasta parece estar legitimada.
Sin embargo, cuando los líderes y la comunidad árabe en general niegan el Holocausto, están también rechazando parte de su propia historia: la historia del Holocausto en territorios árabes. Develar estos hechos me ha llevado cuatro años de ardua investigación, incluyendo la revisión de incontables archivos y entrevistas a numerosos individuos en once países. Al finalizar este proceso de exploración, he reconfirmado la complicidad e indiferencia de parte de la sociedad árabe durante el Holocausto. Pero además he descubierto el heroísmo de quienes arriesgaron mucho para salvar las vidas de los judíos.
Ni Yad Vashem (el museo oficial de Israel en honor a las víctimas del Holocausto), ni ningún otro conmemoratorio del Holocausto ha reconocido a los salvadores árabes. Ha llegado el momento de revertir esta situación. Es también tiempo de que la comunidad árabe acepte que estos sucesos fueron y son parte de su historia. Tal vez el reconocimiento a los salvadores no logre cambiar la mentalidad de los líderes ni de la mayoría de la población. No obstante, puede que para algunos el Holocausto se transforme en una fuente de orgullo, digna de conmemoración más que de indiferencia.
Desde el comienzo de la Segunda Guerra Mundial, los planes nazis de perseguir y eventualmente ejecutar judíos se extendieron a los territorios que Alemania y sus aliados deseaban conquistar. Éstos incluyen un gran área de tierras árabes, desde Casablanca hasta Trípoli, pasando por Cairo donde habitaban más de medio millón de judíos. Aunque Alemania y sus socios sólo controlaron ésta región durante un corto período de tiempo, el lapso fue suficiente para que lograran importantes avances en la consecución de su objetivo. Desde Junio de 1940 hasta Mayo de 1943 los Nazis, junto con sus colaboradores italianos y franceses, implementaron en las tierras árabes muchas de las bases de la Solución Final. Estas acciones incluían violaciones a los derechos de los judíos como por ejemplo la apropiación de las propiedades, la prohibición a recibir educación, a desplazarse libremente, la anulación del status de residencia, la tortura, el trabajo forzado, la deportación e inclusive la ejecución.
No hubieron en la región campos de exterminio, pero miles de judíos fueron confinados a más de cien campos de trabajo (algunos únicamente para judíos). Traigo a mi memoria la advertencia de Maj Strasser a Ilsa, la esposa del líder de un movimiento clandestino Checo, en la película ”Casablanca” del año 1942: ”Es posible que las autoridades francesas encuentran algún motivo para traerlo aquí y llevarlo a un campo de concentración”. De hecho, la historia evidencia que los primeros campos de concentración liberados por las topas aliadas se hallaban en países como Algeria o Marruecos.
Alrededor del 1% de la población judía de África del Norte (entre 4.000 y 5.000 individuos) perecieron bajo el régimen del Eje en los países Árabes. Estos judíos tuvieron la suerte de encontrarse en la parte sur del Mediterráneo. Allí la lucha terminó relativamente pronto y se hubiesen necesitado botes (no simplemente autos) para trasladarlos a Europa. Sin embargo, si las tropas británicas y estadounidenses no hubiesen expulsado a las tropas del Eje del continente Africano para Mayo de 1943, los judíos de Algeria, Libia, Marruecos, Túnez. e incluso Egipto y Palestina, hubieran corrido la misma trágica suerte que los judíos de Europa.
Los árabes de éstas tierras no eran muy distintos a los de Europa: envueltos en medio de la Guerra, la mayoría no hizo nada al respecto; otros participaron y persiguieron judíos de buena gana; algunos valientes ayudaron a salvar las vidas.
Los colaboradores árabes de los nazis se hallaban por todas partes: oficiales que manipulaban a los jueces en las cortes, guardias sádicos en los campos de trabajo, espías que indicaban a la SS los lugares donde los judíos se resguardaban, etc. Sin la ayuda de los locales, la persecución de judíos hubiese sido casi imposible.
Cabe preguntarse entonces si los árabes se hallaban meramente ante la dominación de los Europeos colonialistas y si solamente seguían órdenes. Un periodista le planteó una vez esta pregunta a Harry Alexander, un judío de Leipzig, Alemania, quien sobrevivió en el particularmente duro campo de trabajo francés ”Djelfa”, en el desierto Argelino. ”No, no, no!” respondió Alexander firmemente. ”Nadie les dijo que nos golpéen constantemente. Nadie les dijo que nos encadenen. Nadie les dijo que nos amarren desnudos a postes y nos peguen, que nos cuelguen cabeza abajo, que nos entierren en la arena dejando que sólo asomen nuestras cabezas para luego orinar sobre ellas … No, ellos tomaron el control de la situación y disfrutaron lo que hicieron.”
Pese a la mayoría, no todos los árabes se unieron a la campaña alemana contra los judíos. Los pocos que arriesgaron sus vidas para salvar las de otros inspiraron a muchos. Estos nobles individuos abrieron las puertas de sus hogares a judíos, protegieron sus bienes para impedir que sean incautados por alemanes, compartieron con ellos su comida y previnieron a los líderes de la comunidad judía sobre posibles apariciones de los guardias de la SS. El sultán de Marruecos y el gobernante de Túnez también dieron apoyo moral a mucho judíos. En Vichy, predicadores de las mezquitas oraban en sus sermones sosteniendo que estaba prohibido a los creyentes colaborar con quienes confiscaban las pertenencias de los judíos. En palabras de Yaacov Zrivy, oriundo de un pueblo cercano a Sfax en Túnez: ”Los Árabes protegían a los judíos”.
En el transcurso de mi proyecto de investigación he hallado nobles historias de rescate. En el Oeste de Túnez, sesenta judíos escaparon de un campo de trabajo que se encontraba en manos del Eje. El destino los condujo a la puerta de Si Ali Sakkat, un granjero que valientemente les brindo refugio hasta la liberación de los aliados. También en Túnez, pero en la Mahdia (una ciudad sobre la costa), el distinguido Khaled Abdelwahhab escabulló a varias familias durante la noche y las transportó a su propiedad en el campo para proteger a las mujeres de un oficial alemán famoso por su reputación de violador.
La evidencia también muestra que el árabe más influyente de Europa, Si Kaddour Benghabrit, el rector de la Gran Mezquita Paris, salvó cien judíos mediante una inteligente estrategia: bajo sus órdenes, el personal de la mezquita entregó a estos judíos documentos que certificaban identidad musulmana. Con estos papeles se salvaron del arresto y la deportación. Este hombre, y muchos otros, fueron verdaderos héroes.
De acuerdo al Corán, ”Quien salva una vida está salvando el mundo”. Esta frase refleja una enseñanza muy similar del Talmud según la cual ”Si salvas una vida, es como si estuvieras salvando al mundo”.
El pueblo árabe necesita escuchar y conocer estas historias, tanto las de los héroes como las de los villanos. Precisan escucharlas de sus maestros, oradores y líderes. Así podrán seguir las huellas del príncipe que visitó el museo del Holocausto y comentó: ”Lo que vimos hoy debe ayudarnos en nuestra lucha por transformar la maldad en bondad, el odio en amor, y la guerra en paz”.
Traducción: Ileana Cheszes