El papel que desempeñaron los trenes durante las deportaciones en la Segunda Guerra Mundial, es sin lugar a dudas fundamental. Ya durante el genocidio armenio, los trenes se destacaron por ser un elemento de modernidad en el plan de exterminio.
No hay testimonio de sobrevivientes que no relate las condiciones inhumanas de los días y noches en los vagones de ganado. El vagón forma parte de la serie de símbolos inherentes a la Shoah. Sin embargo, no encontramos en los testimonios denuncias por la supuesta complicidad de las compañías de ferrocarriles.
En Francia, la SNCF (Société Nationale des Chemins de Fer, Sociedad Nacional de Vías Férreas), que durante la guerra contaba con unos 500 000 trabajadores ha sido motivo de controversias. Tras la demanda judicial de una familia la compañía se ha visto obligada a indemnizar a las víctimas por ser la encargada de transportar a los deportados a los campos de la muerte.
Se plantea entonces la discusión sobre el margen de autonomía que podían tener los trabajadores ferroviarios e incluso la compañía que dependía del estado francés vencido por el ocupante. ¿Hubieran podido sabotear los trenes? ¿Mejorar las condiciones del “viaje”? ¿Ayudar a escapar?
Los historiadores dan cuenta de 1647 ferroviarios que fueron fusilados o deportados sin retorno si bien en su mayoría no eran ni héroes, ni verdugos ni víctimas, formando parte de lo que Primo Levi llamó la zona gris.
Pero un hombre hace la diferencia: Léon Bronchart, el único “cheminot” que se negó a conducir un tren…”El 31 de octubre de 1942 en Mautauban (…) me dirijo al subjefe de la estación preguntando la razón de un tal servicio (…), me advierte que son presos que debo trasladar (…) de inmediato mi decisión está tomada: me niego a conducir el tren”, cuenta Bronchart en sus memorias. Se mantuvo firme en su determinación, negándose ser cómplice de los asesinos.
También en 1942 provee documentos falsos a sus vecinos judíos ayudándolos a pasar a la zona ocupada por Italia. A su amigo Strykowski le da un uniforme de agente de la SNCF para pasar la frontera.
En 1943 es arrestado y torturado y deportado. Desde cualquier lugar y en las condiciones más extremas, toda su vida fue un resistente opositor a las políticas de Vichy.
Yad Vashem lo honra con el título de Justo entre las Naciones en 1994 reconociéndolo como el único trabajador ferroviario que se negó a conducir uno de los trenes de la muerte.
En el anonimato, quedaron varios cheminots que llevaban los mensajes de los deportados a sus familias y que llegaron a sus destinatarios y aquellos otros que intentaron acercar a través de las lucarnas- antes que colocaran alambre de púa- un poco de agua y de alimento.