El 19 de enero marca un nuevo aniversario del final de los pogroms de Bakú, durante los cuales la población armenia de la capital de Azerbaiyán fue diezmada en el curso de un baño de sangre que duró una semana. Centenares de muertos, miles de heridos y muchas más personas que quedaron sin vivienda fue el saldo que dejó la masacre. La campaña comenzó el 13 de enero de 1990 y se extendió durante siete días hasta que el Kremlin ordenó el despliegue de las tropas soviéticas en Bakú para poner fin a la violencia.
Los pogroms, que causaron la muerte a un número estimado de 300 armenios, fue la respuesta directa que la soviética Azerbaiyán dio a miles de armenios quienes, desde 1988, pedían al Kremlin la reunificación de Azerbaiyán con Armenia. Para aplastar a este movimiento unidades de las fuerzas especial azeríes (OMON) iniciaron un pogrom sistemático en Sumgait en 1988. La masacre continuó con una serie de asaltos semejantes en Kirovabad, Bakú y luego en el distrito Shahumian, en Karabaj.
Continúa siendo un misterio la cantidad exacta de personas asesinadas en Bakú. No existen registros de la matanza. Las únicas estadísticas sólidas son las que aportan los refugiados. En pocos días, Bakú fue vaciada de su población armenia de 250.000 personas. Dejando atrás todas sus posesiones para escapar de la masacre, la mayoría de los sobrevivientes encontraron refugio en Georgia, Rusia, Armenia y Karabaj. Hasta el día de hoy la mayoría vive en refugios en Armenia y Karabaj.
Las masacres de 1988-1990 fueron las últimas correspondientes a acciones de limpieza étnica contra armenios que, desde 1905, tienen lugar en la actual región de Azerbaiyán y Karabaj. Los asesinatos condujeron a una escalada que finalmente condujo a una guerra cuando las fuerzas militares de Azerbaiyán invadieron Nagorno-Karabaj para poner bajo el control de Bakú a población que reclamaba ser liberada.