Si bien las teorías conspiracionistas existieron siempre, Internet les provee una caja de resonancia nueva que hace su análisis bastante más complicado.
Sobre una diversidad de temas, la web propone teorías que contradicen un supuesto discurso oficial acusando a los medios “hegemónicos” de ocultar o transformar la realidad. Pueden verse en portales de medios “alternativos” como en los comentarios que dejan los usuarios en las notas de medios más masivos.
No descartamos la existencia de internautas sinceramente curiosos que estén en busca de informaciones complementarias. Sin embargo, ellos coexisten con los especialistas del complot que tienen teorías prefabricadas para todos los acontecimientos.
Aquellos que difunden las distintas teorías conspiracionistas proponen desconfiar de todo lo que se publica en los diarios, lo que se escucha en la radio o en la televisión; cuestionan lo que dicen los profesores en la escuela, los padres, las instituciones, lo que escriben los periodistas e intelectuales “vendidos a los medios hegemónicos de la información”, denunciando un complot político manipulador.
Se expresan a través de escritos o videos que se propagan con velocidad y alcanzan millones de “likes” o vistas. No sólo los jóvenes, más propensos a las teorías rebeldes adhieren a la información alternativa; hay expertos comunicadores, algunos incluso docentes universitarios, que difunden sus teorías alegando un supuesto valor científico.
Entre los complots más aceptados son aquellos que se refieren al sionismo, en la línea de Los Protocolos de Sión y del Plan Andinia: “se trata de una maniobra planeada por parte de las potencias mundiales, encabezadas por el sionismo internacional, y con la cooperación de distintos servicios de inteligencia vinculados con países hegemónicos”…
En Francia o en Argentina, los argumentos conspiracionistas para explicar los atentados y actos terroristas son los mismos “orquestados por Israel con el apoyo de los EE UU”.
A menudo, detrás de esa comunicación actúa desde las sombras una Propaganda política de algún partido o secta.
Quienes difunden estas teorías se presentan como investigadores independientes, pensadores honestos y revolucionarios que se animan a desenmascarar la verdad que la mayoría no quiere escuchar.
Es evidente que el hecho de dudar y cuestionar son prácticas indispensables para construir un espíritu crítico. El problema surge cuando en lugar de formularse preguntas y analizar las diferentes “verdades” se clausura la duda que podría ser fecunda con mitos que adquieren el valor de certezas casi dogmáticas.
La escuela es un lugar privilegiado para abrir el debate: ¿Cómo trabajar con los alumnos el espíritu crítico? ¿Cómo ayudarlos a reconocer quien está manipulando o lavándoles el cerebro? ¿Cómo diferenciar una información de una opinión?
La experiencia demuestra que una de las claves es insistir con la argumentación. Habrá que transmitir a los alumnos que no alcanza con dar una opinión y ser libres de expresarse, es necesaria la demostración a través de pruebas, documentos y testimonios. Los educadores deberíamos ayudarlos a:
– No confundir criticar con tener una mirada crítica,
– Discernir entre la diversidad de información que encuentran en la Web
– Examinar y contrastar distintas fuentes de información promoviendo que tomen en cuenta diferentes posturas y las analicen antes de exponer una conclusión.