Medio siglo después de finalizada la segunda guerra mundial, Suiza decidió perdonar a los ciudadanos castigados por ayudar judíos a escapar de los nazis. Tales actos de compasión habían sido considerados por el país helvético como violaciones a la estricta neutralidad del país durante el conflicto. A consecuencia de ello cientos de suizos perdieron sus trabajos y quedaron con antecedentes penales de por vida. Recién en el año 2004 Suiza reivindicó no sólo a los ”ayudadores de judíos”, tal como eran conocidos, sino también la reputación internacional del país.
Una de las víctimas más conocidas de esta injusticia fue el jefe de policía de St. Gallen, Paul Grüninger. Forjando permisos de entrada, Grüninger organizó una vía de escape a fines de la década de 1930 que benefició a miles de refugiados judíos que buscaban asilo en Suiza. Al finalizar la guerra, su generosidad recibió como recompensa un pesado confinamiento y una descarga deshonrosa que pusieron fin a su carrera.
Había nacido en 1891 en la ciudad de St. Gallen, al noreste de Suiza. Cursó sus estudios en Roschach. Durante la primera guerra mundial sirvió como teniente en el ejército. Al finalizar la guerra ingresó al cuerpo de policía de su cantón natal donde fue promovido al rango de capitán en 1925.
Fue también presidente de la Asociación Suiza de Policías y miembro activo de la sociedad para la protección de animales.
La mañana del 3 de abril de 1939 Grüninger llegó al trabajo como todos los días, pero el cadete Antón Schneider le impidió el paso siguiendo una orden del comandante en jefe. Si bien protestó la decisión y dijo desconocer los motivos, a Grüninger no lo sorprendió la decisión. Se sabía ”culpable” de haber permitido la entrada de refugiados judíos y entregado permisos de residencia, cuenta Meir Wagner en su libro ”The Righteous of Switzerland”.
Grüninger había recibido la órden de frenar la oleada de refugiados e incluso de enviarlos de regreso. Debió elegir entre la ley moral y la ley estatal.
Un amigo de su familia, que se encontraba trabajando en un puesto fronterizo cercano a Bregenz, localidad de Austria, anexada al Tercer Reich, le había advertido sobre los peligros que corría. Le contó que estaba en la lista negra de la Gestapo y que debía mantenerse alejado del territorio alemán. Sin embargo, Grüninger no tomó la advertencia en serio y continuó con sus actividades ilegales.
La Gestapo había descubierto sus acciones a través de una mujer judía a la que había ayudado. La mujer había dejado sus joyas en un hotel de Bregenz. Una vez en Suiza, le solicitó a Grüninger que la ayudara a recuperar sus pertenencias, por lo que éste contactó a Ernest Prodolliet en el consulado suizo de esa ciudad. Había trabajado con Prodolliet en varias misiones similares, por lo que podía confiar en él.
En una carta a sus familiares en Viena, la mujer escribió: ”Hay un maravilloso capitán de policía llamado Paul Grüninger. Me prometió que cuidará mis joyas y que me las traerá desde el hotel de nuestro amigo.” La carta fue interceptada por los alemanes. La Gestapo arrestó al dueño del hotel y las joyas fueron confiscadas por las autoridades. En adelante, la policía secreta decidió vigilar los movimientos de Grüninger. Poco tiempo después las autoridades federales suizas en Berna fueron informadas sobre las actividades ilegales de Grüninger.
Como castigo fue despedido de su cargo sin derecho a la compensación correspondiente ni a una pensión. Había sacrificado su trabajo y su posición por salvar refugiados. Vivió el resto de su vida en circunstancias difíciles, sin recibir siquiera un reconocimiento por sus acciones.
En 1995, cincuenta años después de finalizada la guerra y veintitres después de su muerte, en la misma sala de tribunal donde fuera condenado, otros jueces decidieron reabrir la causa y absolverlo de los cargos. En 1996 Grüninger fue totalmente reivindicado por el gobierno suizo.
El film de Richard Dindo ”El affaire Grüninger” (1997), basado en el libro de Stefan Keller, fue filmado en esta misma sala de tribunal, hasta donde llegaron los emigrantes judíos que sobrevivieron gracias a Grüninger para testimoniar a su favor y rendirle tributo.
El director utilizó una voz en off encargada de narrar, un entrevistador que aparece fuera del campo visual y documentos fílmicos y fotográficos que refuerzan el testimonio de los personajes cuyos rostros son captados muchas veces por la cámara en un primer plano para transmitir toda la carga expresiva que reflejan los recuerdos evocados con dolor y sufrimiento.
En 1971, el instituto Yad Vashem en Jerusalem le otorgó a Grüninger la medalla de honor como ”Justo entre las naciones”. ”Mi predisposición para ayudar tuvo sus raíces en mi profunda convicción cristiana y concepción del mundo. Aunque me encontré en dificultades en muchas oportunidades, siempre hubo una salida. Experimenté la ayuda de Dios de un modo poderoso y abundante”, fueron sus palabras de agradecimiento en la ocasión.
Unos meses antes, la televisión suiza emitió el documental de Felicia Vitalis, ”Capitán Grüninger”.
También se creó la asociación ”Justicia para Paul Grüninger” con el objetivo de luchar contra el racismo y antisemitismo con el mismo espíritu del oficial suizo. Una de las iniciativas de esta asociación fue solicitar al gobierno de St. Gallen que compensara a Paul Grüninger por los daños ocasionados y que tuviera el gesto de rebautizar con su nombre una plaza pública cercana al cuartel de policía.
El gobierno de la ciudad actuó en consecuencia y hoy existe una plaza en el centro de la ciudad que lleva su nombre; el mismo también figura en la placa de un monumento en memoria de los judíos en Washington. Paul Grüninger fue el primer ciudadano suizo en ser honrado de esta manera por el gobierno de los Estados Unidos.
Paul Grüninger murió el 22 de febrero de 1972 a los 81 años de edad. Su ejemplo aún vive entre nosotros.