En uno de los diarios más importantes de Argentina, un periodista y crítico hace su análisis personal sobre el film “El hijo de Saúl”.
Más allá de estar o no de acuerdo con su opinión, lo que se busca destacar aquí es- lo que suponemos- una falta de conocimiento, inquietante por cierto, sobre el tema y no un intento de manipular o negar la realidad de la historia.
Como dice el recientemente fallecido professore Umberto Eco, escritor, filósofo y experto en semiótica “… éste es el problema de la comunicación de masas: que no se puede controlar como el mensaje arriba al target”.
El periodista, al referirse a los Sonderkommado, escribe: “un grupo de judíos (prisioneros, pero con ciertas ventajas comparativas respecto del resto)». Si hubiera omitido cualquier definición sobre el trabajo de ese grupo de personas, no estaríamos hablando de esto; pero el crítico de cine hizo una afirmación peligrosa. Esos judíos, lejos de tener ventajas respecto de los otros prisioneros, trabajaban en las cámaras de gas y en los hornos crematorios, no tenían chances de sobrevivir; trabajaban en el lugar donde se borraban todas las pruebas, donde el exterminio industrial se ocupaba de no dejar rastros, ni testimonios, ni testigos y por esa razón eran eliminados a las pocas semanas.
Siendo ese aspecto del genocidio de los judíos- el intento de borrar todas las pruebas- su siniestra “exclusividad”, llama la atención la ignorancia del periodista. Le bastaba hacer un click en Google, como hacen los alumnos buscando información instantánea para informarse. ¿No le resultó importante? ¿No le interesó? ¿No se ajustaba a la crítica que deseaba publicar?
Nombrar el horror es necesario, no por alguna oscura intención obscena y voyerista, sino porque el conocer la verdadera historia enfrentándose aún con lo más difícil de creer y de soportar, sacude, sensibiliza, “despierta la empatía y estimula el espíritu de resistencia frente a los desórdenes del mundo” como afirma el filósofo francés Bernard Henri Levy.
El negacionismo o la falta de información certera y confiable es una tendencia que hay que combatir sin tregua todos los días: no sólo por amor y respeto a la verdad, a la memoria y a la justicia, sino también porque la negación de la violencia ejercida sobre unos seres humanos, deja a las víctimas en el papel de “victimizados” que es casi lo contrario, es decir, que se transforman en culpables de inventar o exagerar la violencia padecida.