Sr. Presidente de la Federación de Rusia
Dn. Vladimir PutinDe mi mayor consideración:
La historia reciente tiene capítulos aberrantes que aún no han sido relatados en toda su verdad. Sin duda todos los ”desaparecidos” cualquiera sea su ideología son un baldón para el ordenamiento democrático y civilizado de las naciones. Es un lugar común que nadie debe ser condenado ni castigado sin un juicio en el que se garanticen sus derechos a la legítima defensa. No importa de que se acuse a la persona: sólo el imperio de la Ley debe establecer si es culpable o inocente. Estas obviedades no son tales en épocas de crisis. En las grandes conmociones que agitan a las sociedades se cometen tremendas injusticias que ensombrecen la confianza que pueda tenerse en la buena voluntad de los hombres. No otra cosa puede decirse cuando, no ya culpables, sino hombres inocentes son maltratados por los poderes omnímodos que, cínicamente protegidos tras ideologías mesiánicas y disparatadas, se adjudican la capacidad de juzgar y castigar a propios y ajenos. ¿Qué sino un hombre justo e inocente fue Raoul Wallemberg?. ¿Qué causa distinta al honor y la piedad pudo inducirlo a sacrificar su vida para salvar la de otros centenares de miles?. No sólo eran desconocidos, sino además totalmente ajenos a su medio cultural, a su fe religiosa o a su nivel social. ¿Qué impulso sino la fraternidad con los perseguidos lo llevó enfrentar la barbarie nazi en su peor momento, cuando ya era evidente su derrota y su furia homicida se desataba anárquicamente, sin control?.
Sr. Presidente: el mal ya fue hecho. No es posible remediar el daño causado a un hombre solidario y de gran coraje sacrificado inútilmente en momentos en que las vidas humanas valían mucho menos que las balas que las segaban. En ese período en que la humanidad llegaba al paroxismo final de violencia y la II guerra mundial tocaba a su fin, Raoul Wallemberg ”desaparecía” en poder de las autoridades Soviéticas. No se trata ya de juzgarlas por ese presunto error ya que en la locura generalizada que barría la agonía del III Reich, todos, menos las víctimas, tienen motivo para lamentarse de muchos errores. Transcurridos 61 años de aquellos trágicos días no importa conocer los responsables, sino tan solo la verdad nuda de los hechos. Tanto la memoria de Wallemberg como su familia tienen derecho de conocer que fue de su digna vida hasta sus últimos minutos. Es por eso Sr. Presidente que me uno a esta larga lista de personalidades, tan conmovidas como yo, para solicitarle dé a conocer ese trecho desconocido y fundamental de la vida y muerte de Raoul Wallemberg. Su valiente y desinteresada figura merece, a tantos años de desaparecido, el reposo final de los justos.
Estando seguro de la buena voluntad que le guía como Presidente de su gran país, tengo el alto honor de saludarlo con mi mayor y más distinguida consideración.
Jorge Reinaldo Vanossi
Diputado de la Nación
abril 6, 2006