Existe una natural tendencia a eludir o ignorar la perspectiva histórica cuando se analizan los fenómenos del presente. Y sucede tanto en lo político, en lo social y económico como también en el campo de las relaciones internacionales.
Algo de esto ocurre en lo que hace a los fenómenos del mundo de hoy en materia de seguridad internacional. Cuando los analizamos con la perspectiva del último medio siglo, dominado por la Guerra Fría, hay situaciones que nos parecen realmente innovadoras. Pero cuando vamos más atrás y entramos, por ejemplo, en el siglo XIX, encontramos numerosos antecedentes en analogía con situaciones del presente.
Tal es el caso del principio que parece predominar hoy en las relaciones internacionales por el que el concepto ”tradicional” de soberanía ya ha perdido su alcance tradicional. Esto ha dado origen al llamado principio de ”intrusión”, el que -según sus teóricos- consiste en una situación innovadora, por la que las naciones pueden intervenir en otras para defender determinados valores, como la vigencia de la democracia.
Este principio se ha destacado en los años noventa en América, donde el sistema interamericano ha ejercido presiones y acciones para mantener o restablecer la democracia en países en los cuales ésta se vio amenazada. El caso de Haití o incluso la reacción frente al movimiento del general Oviedo en Paraguay son evidencias de esta situación.
Esta aparente ”novedad” se asemeja mucho al funcionamiento del sistema interamericano en la década del sesenta, cuando el riesgo de que el comunismo tomara el poder en un país del continente, originaba presiones e intervenciones externas. El bloqueo interamericano a Cuba y la intervención en Santo Domingo fueron en realidad aplicaciones del actual principio de ”intrusión”, pero encaminados a impedir la expansión del comunismo y no a conjurar el riesgo de la no democracia como ahora.
En los primeros años del siglo XIX, surgió, como ahora, el intento de estructurar un ”nuevo orden internacional” a partir del principio de la legitimidad dinástica. La marea que había desatado la Revolución Francesa en los últimos años del siglo XIX, devenida después en las guerras napoleónicas que asolaron a Europa durante tres décadas, sacudió las bases del orden establecido alrededor del principio de legitimidad monárquica y de los imperios coloniales. Fue así que las potencias vencedoras de Napoleón (Gran Bretaña, Austria, Prusia y Rusia) se reunieron en Viena en 1814 constituyendo la ”Santa Alianza”, en virtud de la cual se comprometieron a sostener por la vía militar a las monarquías de todo el orbe, para impedir así el surgimiento de otro nuevo fenómeno republicano como el francés, que pusiera nuevamente en riesgo la seguridad europea.
Con realismo, los estadistas europeos desistieron de imponer a la naciente república de los Estados Unidos de Norteamérica la forma monárquica de gobierno. Lo hicieron además con pragmatismo, ya que asumieron que se trataba de un país extracontinental que no ponía en riesgo la seguridad europea y porque además implicaba un esfuerzo militar que no estaban dispuestos a emprender en ese momento. Es decir, adoptaron una actitud práctica muy semejante a la que hoy tienen las potencias occidentales con China, a la cual no le prentenden imponer la democracia, dada su dimensión económica y ubicación geográfica. Pero, en el caso de Francia, los ejércitos europeos entraron en su territorio al poco tiempo para sostener al tambaleante trono de Luis XVI.
Las intervenciones militares multinacionales, sobre todo por razones económicas, fueron moneda corriente en los primeros años del siglo, en una aplicación cruda del actual principio de ”intrusión”. Baste recordar los episodios registrados en Pekín, cuando una fuerza multinacional de catorce países ocuparon esta capital para imponer duras condiciones a su gobierno. Casi simultáneamente, en nuestra región, una fuerza combinada de Gran Bretaña, Italia y Alemania, tomaba las aduanas de Venezuela para cobrarse a través de sus ingresos, la deuda que este país latinoamericano había dejado de pagar.
Yendo un poco más atrás en el tiempo, a lo largo del siglo XIX, la ”intrusión” estuvo constantemente presente en nuestra región. La gesta de la Independencia fue una operación multilateral en términos militares. Podrá argumentarse que en esos años las ”nacionalidades” en la América hispánica no estaban definidas. Pero el Río de la Plata y Chile sí eran entidades nacionales diferentes y en ningún momento de la campaña libertadora se planteó una unión de los dos países. Lo mismo puede decirse de la campaña al Perú, ya que cuando San Martín se hizo cargo del gobierno en Lima, lo primero que hizo fue crear los símbolos nacionales correspondientes a una nación diferente. Por lo tanto, el proceso emancipador del siglo XIX nos da un claro ejemplo de la actual ”seguridad cooperativa”.
Las intervenciones de Francia y Gran Bretaña en el Río de la Plata durante el gobierno de Rosas, así como el intento imperial de Francia en México también son muestras evidentes de la aplicación del principio de ”intrusión” actual. A su vez, el Ejército Grande que al mando de Urquiza venció a Rosas en Caseros fue una fuerza militar de dos provincias argentinas (Corrientes y Entre Ríos), integrada también por contingentes de otros dos países diferentes (Brasil y Uruguay) y que estuvo a punto de integrar fuerzas de un tercero (Paraguay). Esta alianza fue vista como algo natural en aquellos años. Recién entrado el siglo XX, el revisionismo la condenó como ”traición a la patria”, en un período durante el cual el principio de soberanía había llegando a su punto máximo.
La Triple Alianza nos dió en los años siguientes otro ejemplo de alianza militar en la región, esta vez articulada por Argentina, Brasil y Uruguay contra el Paraguay. Siguiendo con este tipo de razonamiento, la operación multinacional
Tormenta en el Desierto
contra Saddam Hussein en el Medio Oriente, tiene analogías con la mencionada intervención multinacional en China a principios de siglo. También varias operaciones de ”pacificación” emprendidas por fuerzas militares en Africa a fines del siglo XIX y principios del XX, se parecen mucho a la reciente intervención militar encabezada por los EE.UU. en Somalía o por Francia en Ruanda, ya que los motivos ”humanitarios” se esgrimían tanto entonces como ahora.
En conclusión, creemos que esquemas aparentemente novedosos, como el ”nuevo orden internacional”, la ”seguridad cooperativa” y el ”principio de intrusión”, no son más que denominaciones modernas a fenómenos que de una u otra manera han estado siempre presentes en las relaciones internacionales. Para entender esto se hace necesario sólo mirar hacia el pasado, para así poder verificar que si bien vivimos un momento de cambio, hay fenómenos constantes que continuan rigiendo en las relaciones internacionales como en otras épocas.
Buenos Aires, Abril de 1999
* Rosendo Fraga es Director del Centro de Estudios Union para la Nueva Mayoría.