Al comprensible espanto que ha provocado los recientes ataques terroristas en Londres se suma ahora el entendible horror de descubrir que los perpetradores eran en su mayoría ciudadanos británicos. La sociedad se pregunta ¿Cómo puede ser que personas nacidas y criadas entre nosotros se vuelvan contra los suyos? ¿Cómo puede ser que ciudadanos aparentemente normales se conviertan en asesinos?
La pregunta no es nueva. Siempre que surge la violencia los ciudadanos de bien se formulan la misma pregunta, desde Londres a Buenos Aires, desde Ruanda a la ex Yugoslavia. Lamentablemente los ejemplos abundan.
Es difícil encontrar una respuesta que satisfaga cuestionamientos tan complejos. Sin embargo, quizás se puedan ensayar algunas sugerencias prácticas de cómo contribuir a formar ciudadanos que defiendan la vida sobre la muerte, la aceptación del otro sobre la intolerancia y la resolución pacífica de los diferendos por encima de la violencia.
El programa educativo ”Wallenberg en la Escuela” presentado en Buenos Aires hace cinco años con los auspicios de la Secretaría de Educación de la ciudad, ha permitido a decenas de voluntarios acercarse a centenares de alumnos para relatar la singular historia del diplomático sueco que salvó la vidas de decenas de miles de personas durante la segunda guerra mundial, a pesar de que no compartía con ellos ni su posición social, su nacionalidad o su religión.
Wallenberg y muchos otros miles de salvadores del Holocausto nos muestran que un individuo provisto de coraje y convicción puede cambiar la historia.
Las reuniones en escuelas organizadas por la Fundación Wallenberg animan la reflexión acerca de la importancia de ”jugarse por el otro”. Invitamos a los jóvenes a ponerse en el lugar de Wallenberg y a pensar que harían ellos cuando en su presencia se discrimina al semejante por su religión o su nacionalidad, por su edad o su sexo, por el color de su camiseta o por su gusto musical.
Las respuestas de los estudiantes son siempre tan elocuentes como sorprendentes. Existe en el mundo de hoy una necesidad de creer en verdaderos héroes de la vida real y a nadie cabe mas esta distinción que aquel que le extiende su mano al prójimo.
Posiblemente nunca sabremos las razones profundas que motivaron la masacre de Londres, pero no tenemos duda que si dejamos que el odio, la intolerancia y la violencia prevalezcan en el seno de nuestras sociedades estaremos sembrando las semillas de violencias futuras.
Nicholas Tozer
Fundación Internacional Raoul Wallenberg