Es húngaro; vive en Buenos Aires
Cuando László Ladanyi, hoy de 79 años y vecino de Barrio Norte, traspasó la puerta maciza de hierro y vidrio de la calle Legrady 39 en Budapest sintió que volvía a nacer.
Corría 1944 y, para los judíos húngaros que aún no habían sido deportados a los campos de exterminio nazis, entrar en una casa sueca era sinónimo de salvación.
Y la salvación venía de la mano de Raoul Wallenberg. ”No me alcanzará la vida para agradecerle”, dice el hombre de bigote blanco y sonrisa fácil que en 1947 emigró a la Argentina.
Y enseña su más preciado tesoro, como él lo define: una hoja apenas desgastada, impresa en azul y amarillo, en la que resaltan las tres coronas del escudo real de Suecia.
Es el famoso Schutzpass, el pasaporte sueco que diseñó Wallenberg, el diplomático del país nórdico, para otorgar inmunidad a sus poseedores.
Gracias a ese documento plagado de inscripciones, firmas y sellos -sin ninguna fuerza legal, pero lo suficientemente ostentoso como para impresionar a los nazis-, Ladanyi, por aquel entonces de 23 años, logró escapar de la maquinaria criminal de Adolfo Hitler.
Un regalo de Dios
¿Cómo llegó el codiciado salvoconducto a las manos de Ladanyi?
”Fue un regalo de Dios”, dice, con un acento marcado y la voz cascada por la emoción. Y recuerda que cuando aquellos hombres que no eran nazis -y eso saltaba a la vista- lo vinieron a buscar al gueto, él se dejó llevar, sin saber adónde. Poco después sus manos sostenían el pasaporte a la vida, del que no se desprendería jamás.
Dos años antes, en 1942, Ladanyi había golpeado hasta el cansancio las puertas de varias sedes diplomáticas, en un desesperado intento por huir de la sombra nazi que se cernía sobre todos los judíos. Pero ya era tarde.
”Ningún país nos quería recibir, ni siquiera los Estados Unidos”, se lamenta Ladanyi. Descorazonado, el joven dejó sus papeles en la embajada argentina, país al que había escapado su única hermana en 1937.
Dos años más tarde, el consulado argentino transfirió esos documentos a la embajada sueca, y así cayó el nombre de Ladanyi en la larga lista de Wallenberg.
”Suecia no era el único país que expedía pasaportes a los judíos. Suiza, Portugal, España y la Nunciatura, entre otros, también trabajaban para salvar vidas. Pero ninguno con la fuerza de Wallenberg”, sentencia.
Además del Schutzpass, otro de los ardides que ingenió el diplomático sueco para salvar a los judíos de Budapest fueron las ”casas suecas”.
En las puertas de esos edificios, como aquel de la calle Legandry, flameaba siempre la bandera azul y oro de Suecia, y un cartel en la entrada advertía que todas las personas que vivían bajo esos techos ”tenían la protección de Su Excelencia el rey de Suecia”. En total, allí encontraron refugio 15 mil personas.
La noche del horror
Pero en la Hungría de fines de 1944 ningún judío estaba a salvo, ni siquiera los que vivían bajo el amparo de las ”casas suecas”. Así se encargaron de demostrarlo los nazis húngaros en la noche del 31 de diciembre.
De todos los horrores de la guerra, Ladanyi recuerda con singular espanto el que vivió la víspera de Año Nuevo.
”Los nazis húngaros llegaron a la casa y pidieron ayuda para descargar un tren de municiones. Algo me dijo que yo no debía bajar, y entonces me quedé adentro junto a mi padre. La mayor parte de las 80 personas que vivían conmigo salió a la calle. Los fusilaron a pocos metros de la puerta y después los tiraron al Danubio.”
Las ráfagas de las ametralladoras y los gritos desesperados de las víctimas quedaron grabados a fuego en la memoria del joven Ladanyi. Pero el infierno continuó al día siguiente, cuando los verdugos regresaron a la casa sueca para saquearla y quemar su bandera.
”Los niños chillaban aterrorizados. Pero los nazis húngaros, que eran más salvajes que los alemanes, los sobornaron con caramelos y chocolates, los cargaron en camiones y se los llevaron. Mejor no saber adónde”, susurra Ladanyi con los ojos vidriosos.
La agonía llegaría a su fin en enero de 1945, cuando las tropas soviéticas liberaron Hungría y los judíos pudieron caminar por las calles nuevamente como hombres libres.
Ladanyi ayudó a reconstruir un país que había quedado en ruinas, y dos años más tarde se embarcó rumbo a la Argentina. Su padre había muerto poco antes, al igual que su madre, ”por las tremendas agitaciones que sufrieron durante la guerra”. En total, 50 parientes cercanos murieron en manos de los nazis.
En el Desirade, el barco que los trajo a América del Sur, Ladanyi conoció a Gina, una alemana sobreviviente del Holocausto, con quien se casó y tuvo dos hijas.
La noticia de la desaparición de Wallenberg, arrestado en enero de 1945 sin dejar rastro alguno hasta el día de hoy, lo afectó profundamente.
”Aún no puedo comprender cómo yo estoy con vida y él, que salvó a más de 20 mil personas, no pudo salvarse.”