Este año nos propusimos replantearnos los métodos para abordar el tema de los valores. Los chicos de un tercer grado nos dieron la señal: ”Ya sabemos lo que se debe y lo que no se debe hacer… pero no lo podemos cumplir”.
Entendimos que en esta nueva generación los discursos morales no llegan. En muchas escuelas, religiosas o no, se habla sobre el tema, se pautan reglas de convivencia, las cuales suelen estar escritas y expuestas en algún lugar del aula. Pero parece que esto no alcanza, no se pueden poner en práctica.
Los chicos saben de memoria lo que tienen que decir: ”Hay que ser solidarios”. Las palabras ”solidaridad” y ”valores” de tanto repetirlas parecen haberse vaciado de sentido. Nos dimos cuenta que teníamos que cambiar el discurso. Los alumnos se aprendieron el libreto de lo que hay que hacer y de lo que hay que decir; y eso no tiene ningún efecto en la realidad.
Apelamos entonces a la sensibilidad y abrimos un diálogo que tiene como eje los siguientes puntos:
A) Con relación a los sentimientos
1. La dificultad de ponerse en el lugar del otro
2. La indiferencia como posición cómoda
3. La necesidad de entender no sólo al amigo sino sobretodo al desconocido, al que no es igual a mí
4. La necesidad humana de ser reconocido, valorado, tenido en cuenta
B) Con relación a las creencias
1. La existencia de prejuicios y estereotipos que circulan en la sociedad de manera evidente o subliminal (a través de publicidades, temas musicales, chistes, etc.)
2. Las ideas preconcebidas que no se cuestionan
3. La utilidad de mantener una mirada crítica y atenta
4. La necesidad de revisar el ideal de ser siempre buenos y cambiarlo por la esperanza de ser mejores.
Observamos que este abordaje resulta interesante para los chicos, convoca al diálogo y al debate, remueve- en la mayoría de los grupos- la pasividad y la indiferencia. A menudo los jóvenes permanecen anestesiados por exceso de estímulos audiovisuales y por la falta de diálogos humanos renovadores.
No podemos mirar a la nueva generación con el espejo retrovisor, como dice Marshall Mc Luhan en ”La aldea global”.
Licenciada Diana Liniado
Programa Educativo Wallenberg en la Escuela
Fundación Raoul Wallenberg