Era un sábado a la mañana. En la ciudad de Olastorp, situada en Gullbrandstorp, Ben Olander se encontraba parado fuera de su casa con una bolsa de supermercado en la mano, listo para asistir al adiestramiento de su cachorro. En la bolsa tenía pan de banana para la pausa del café junto a ciertas delicias para perros, y una pelota con un diseño de hamburguesa y cebollas. Si se preguntan sobre este último elemento bastante extraño, es el tipo de juguete canino que ayuda a entretener a la mascota en su eterno tiempo de ocio. Nils F. (Hijo de los Lobos) y yo íbamos a una clase de obediencia.
Mientras el gélido frío de octubre me cortaba las mejillas no pude menos que reflexionar y pensar que esta idea de un curso de entrenamiento para perros es un invento del demonio. ¿Acaso un perro necesita realmente ser más listo de lo que es? Un perro listo puede causar problemas. Los perros listos me dan miedo. Personalmente, amo los perros tontos. De ahí que llegué pronto a la conclusión de que la sociedad debería proponerse entrenarme a MÍ en lugar de mi perro. Ese sería el día en que el dueño de un perro aprendería cómo sobrevivir al frío. Aquello es algo que todo dueño de perros tiene que aprender. Ese día entonces, el curso se daría en llamar ”curso de congelamiento de traseros”.
Me dieron un mapa de Halland y me dijeron que conduzca exactamente 30 millas hacia el interior del bosque desde mi casa en Gullbrandsotrp, al noroeste de Halmstad. El perro iba a aprender a rastrear. A los perros se les enseña esto por dos razones:
- para que puedan encontrar el camino a casa si se pierden en el bosque y
- de modo de poder husmear otros animales para que su dueño pueda matarlos de un acertado gatillazo.
Mientras conducía y me adentraba en el bosque profundo, tanto Nils F. como yo nos detuvimos a pensar el propósito que para nosotros dos tendría desarrollar estas capacidades. Nunca nos perdemos en el bosque, dado que nunca osamos penetrarlo. Tampoco tenemos un dueño que pulse un gatillo para matar a otros animales. El más motivado de los dos era yo, dado que el subtítulo del programa del día era ” Aprenda a pasar frío junto a su perro”.
Cuando llegamos al lugar de encuentro en el bosque, fuimos recibidos por un panorama desconcertante. Dispuestos frente a nosotros había una nómina completa de dueños de perros, desde damas acicaladas dueñas de dálmatas hasta el mismísimo Wally Woodsman (hombre del bosque). Cada dueño con su perro combinaban en cuanto a diseño, atuendo y gusto. Pero todos tenían algo en común: ese día (y todos los otros) vestían prendas de la marca Fjallraven (el equivalente sueco de la marca estadounidense LL Bean). De modo que los colores de sus prendas eran todas en la gama del verde. Mientras los observaba con mi colorida campera Tommy Hilfiger reparé en el hecho de que estas prendas verdes deben ser bien prácticas para usar en el bosque. Ahora bien,¿qué sucede si una de estas personas se extravía, como me ocurrió a mí durante el servicio militar, cuando mi división tuvo que organizar una búsqueda para encontrarme? Aprendí entonces de la desventaja de vestir prendas camufladas cuando alguien te busca.
Era el único en el ”curso de congelamiento de traseros” que vestía calzado Bally de la Quinta Avenida para impresionar a los que estaban alrededor mío. Por el contrario, esta gente atrae la admiración de los demás con sus botas grandes como las que vestía en Fredrikshald Carlos XII, quien trataba de impresionar a los demás usando botas enormes (y rellenando la caña con algodón para que sus piernas lucieran más robustas). ”El hombre del bosque”, que llevaba a su perro en algo parecido a un camión blindado, me dijo que era im-por-tan-te vestir botas grandes en el bosque- aunque nunca mencionó por qué es importante.
La vianda para el café, que yo había traído en una bolsa plástica de supermercado, los demás participantes la llevaban en mochilas de doce galones compradas en Fjallraven. Cada una de dichas mochilas estaban provistas de un botón que, al presionarse, desplegaba una especie de banco plegable. Me viene a la mente la imagen de Jacques Tati enredado en algo así en el film francés ”Las vacaciones del señor Hulot”. La única diferencia es que éstas eran todas verdes en lugar de contar con alegres rayas.
Este era el bosque más denso que había visto jamás. Los espacios entre los troncos derechos de los pinos que se elevaban a un nivel altísimo no superaban los seis pies. Dado que el suelo del bosque nunca veía la luz del día, no tenía buen aspecto y parecía proveniente de otro mundo. No crecía nada ahí salvo musgo. La vida animal constaba de unas pocas hormigas de aspecto anémico y ese día, de perros. Los escritores de cuentos de hadas especializados en duendes y ogros se hubieran deleitado hasta las lágrimas de haber visto ese bosque – habitado por cierto por todo tipo de criaturas siniestras.
Las tareas del día fueron expuestas por una simpática instructora. Nos entregó moños rojos que cada uno de nosotros debía atar a lo largo de la senda asignada a cada uno con su perro. La distancia entre los moños era de alrededor de 18 metros. Bajo el último de los moños se colocaba el juguete preferido del perro (en nuestro caso, una pelota con sonido chirriante y diseño de hamburguesas y cebolla). El juguete era acompañado por una golosina canina ( nombre dado a productos de descarte de matadero vendidos a un precio mayor que el del lomo). Dicha golosina se utiliza para sobornar a los perros a que hagan diversas gracias, tales como seguir un sendero marcado en un bosque extremadamente denso.
El gran momento había llegado; Nils F. fue conducido desde el auto al punto de partida a fin de seguir el aroma de su golosina y juguete preferido, ocultos en la profundidad del bosque. Dado que yo había prestado menos atención que la debida, el equipo de ”Nils F. y Ben B. Olander” era el último en salir del punto de partida. Observé en mi confusión cómo salían disparados bosque adentro meneando la cola y a saltos los labradores, ovejeros alemanes, sabuesos y todos los otros en dirección a sus juguetes y golosinas. Los dueños, tirando de la correa, eran lanzados aquí y allá como trapos al tiempo que sus perros corrían resueltamente hacia sus metas.
Luego era nuestro turno de demostrar que nosotros también podemos encontrar cosas en el bosque y por ende el camino a casa en una emergencia. Nils F y yo estábamos parados en la línea de partida. Y fue en ese momento que ocurrió. Pensé para mis adentros al tiempo que me envolvía el pánico: ”¡No, no. Por favor, Nils F, no ahora… no justo ahora! ¡Espera un momento, perro miserable!”.
Pero Nils insistía. La verdad es que, a diferencia de los otros perros, Nils puede hablar. ¡Sí, de verdad! Justo en ese momento decidió dar uno de sus discursos, justo en el momento menos apropiado. Nils F. (Hijos de los Lobos) mirándome bien a los ojos me dijo:
”Escucha, viejo. En primer lugar, tú sabes que ese viejo francés Luis XIV, el Rey Sol, que también era amigote de Carlos XI, decidió criar a pequeños perros para que sus reinas y damas de honor pudieran hacerles cosquillas en el cuello. Esto era para distraer a las damas y permitirle a él y a su compinche Carlos del norte juguetear en paz con la política del más alto nivel. Eso fue cuando comenzaron a criar a mis antepasados, y nos dieron el nombre de ”Bichon Frisé”. Nuestro único, ÚNICO deber aquí en la vida es entretener a la realeza, así como a gente como tú, que se CREEN que son la realeza Los únicos entornos para los cuales estamos destinados son los palacios, mansiones y tocadores. Otros perros querrán rastrear, cazar, matar, arrear ganado, husmear droga o lo que sea. Pero se supone que yo, yo sólo debo entretener a los que viven en castillos. Aunque eso tú lo sabes, intentas sacarme al bosque y esperas que YO encuentre el camino a casa, y hasta pretendes que encuentre un número de cosas. Bien podrías hacerlo tú mismo, y además, ¡TÚ ERES quien tiene el mapa y el auto!”
Y dicho eso se recostó malhumorado contra el pino de 120 metros de alto con una actitud despreocupada como si estuviera en la base de una columna dorada en Fontainebleau. No tiene sentido intentar razonar con Nils en un momento como ese. Además, no tenía argumentos dentro de su lógica. Tenía toda la razón en que yo tenía la carta ganadora dado que yo era el conducía el auto, poseía el mapa y además estaba acostumbrado a escuchar el llamado de la naturaleza en el toilette. De modo que hubo una ovación cuando aparecí de detrás de los arbustos con Nils F. bajo el brazo. El Hijo de los Lobos lamía su hueso expectante, dado que sabía que le esperaba torta de banana luego de su actuación.
Todos los dueños de los perros se agruparon alrededor de un pedazo de tronco que era suficientemente grande como para servir de mesa. Wally the Woodsman” encerró a su perro en el camión blindado y todo estuvo más calmo. Recién nos había explicado a todos por qué su perro meneaba la cola cuando iba en busca de su juguete preferido. El juguete preferido del perro era un pájaro muerto con una cuerda. El pájaro era más o menos tan grande como Nils F. El pájaro era arrastrado salvajemente por la cuerda, y parecía una cabellera recién recogida luego de una escaramuza india. Wally nos contó que su perro era feliz cuando salía a cazar (o sea, a rastrear pájaros muertos atados a cuerdas). Pero Nils F. y yo entendimos por qué el perro se ponía contento cada vez que iba a cazar. Estos eran ciertamente los únicos momentos en que no tenía que enfriar sus talones en el auto blindado con las paredes acolchonadas y las ventanas enrejadas.
Los eventos del día ya casi estaban concluidos cuando el trasero de Ben se había entumecido del frío. Ni siquiera el pan de banana y el café caliente ayudaron. ”Wally the Woodsman” masticaba contento su sándwich de carne de ciervo. Tanto Nils F. como yo notamos que éste era del tamaño de un viejo disco de vinilo. Wally estaba satisfecho de que su enorme perro había aprendido a rastrear a un animal muerto. Nils F. (Hijo de los Lobos) y yo estábamos inmensamente felices de poder por fin subirnos a nuestro Mercedes Benz y de encender la calefacción, luego manejar a un paso relajado a casa y regresar a nuestro hogar a leños y al libro de Froding que el vendedor de libros usados de Ystad nos había provisto. Nils F. cambió su atuendo del collar con las puntas de acero al otro collar de terciopelo negro con cuatro diamantes de un quilates. Se echó un gas de satisfacción y se fue a dormir plácidamente frente al hogar chispeante.¡ Por fin había encontrado su camino a casa!
Traducido por Adriana Bakrokar