Tras un año de exilio en Alemania -deportados a ese país por los nazis durante la Segunda Guerra Mundial-, el diplomático mexicano Gilberto Bosques y su familia recuperaron su libertad. El acuerdo entre ambas naciones consistió en liberar presos mexicanos (en cautiverio en Bonn) por presos alemanes (ubicados en Perote, Veracruz). Como Bosques, decenas de diplomáticos mexicanos y latinoamericanos ayudaron a refugiados de todas las nacionalidades europeas a llegar a América, lejos del horror de la guerra. El próximo año, el gobierno de Viena inaugurará una calle en el centro de esta ciudad que llevará el nombre de Gilberto Bosques, en reconocimiento a su labor humanitaria.
”El gobierno de México, siempre respetuoso de los principios del Pacto y consecuente con su política internacional de no reconocer ninguna conquista efectuada por la fuerza, categóricamente protesta por la agresión exterior de la que es víctima la República de Austria…” Estas son las primeras palabras de la protesta del gobierno de México ante la Liga de las Naciones por la anexión de Austria a la Alemania hitleriana el 19 marzo 1938. México fue el único país que hizo pública su indignación por aquella flagrante violación al derecho internacional. A nuestro país problemas no le faltaban; el presidente Lázaro Cárdenas había nacionalizado el petróleo echándose como enemigos a las compañías petroleras inglesas y norteamericanas (y a sus respectivos países), quienes respondieron con un draconiano boicot a México, y a pesar de la magra situación económica, el gobierno cardenista ofreció asilo a decenas de miles de republicanos españoles y después a las víctimas del fascismo en Europa.
Muchos mexicanos no estuvieron de acuerdo con la política exterior del cardenismo y a los recién llegados los llamaban refugachos y no pocos los trataron mal, sobre todo los simpatizantes del general golpista Francisco Franco y la derecha mexicana, ya fuera laica o clerical.
Llegó la Segunda Guerra Mundial y conforme las tropas nazis avanzaban ocupando países y destruyendo ciudades, la estampida se generalizó. El gobierno alemán se encargó de acabar con la oposición y literalmente liquidó a los sindicalistas, a los pensadores que no se doblegaron, a la disidencia en general, tanto en Alemania como en los países invadidos.
Por petición personal de Lázaro Cárdenas, don Gilberto Bosques y su familia llegaron a París, al consulado general de México en Francia. Allá les tocó ser testigos de la ocupación alemana. Tuvieron que trasladarse a Marsella desde donde ayudaron a todo el que lo solicitara a escapar a México. El personal del consulado no sólo repartió visas y salvoconductos a diestra y siniestra, sino que hizo trabajo de detective buscando personas en las cárceles y, a veces, muy a la mexicana, con sobornos lograron liberar a quienes los alemanes consideraban de ”alta peligrosidad”, es decir, sindicalistas, pensadores, militantes de partidos políticos de oposición, partisanos italianos o yugoslavos y un largo etcétera. Los diplomáticos mexicanos rescataron a miles de personas de campos de refugiados o de concentración; a manera de polleros humanitarios, organizaron el cruce de fronteras y la llegada de los asilados a puertos franceses y portugueses, donde se embarcaron rumbo a México, Estados Unidos o el Caribe. Algunos de los protagonistas del éxodo europeo recibieron visas y hasta pasaportes mexicanos, pero no partieron en los barcos abarrotados sino que se quedaron en Europa a luchar en la Resistencia, a enfrentar al fascismo con las armas, con los partisanos.
Después de que submarinos nazis hundieran a los buques Potrero del Llano y Faja de Oro, México le declaró la guerra a los países del eje. Manuel Ávila Camacho, presidente filo norteamericano, dio la orden de capturar a todos los italianos, alemanes y japoneses que se encontraran en territorio nacional (por la simple razón de tener la nacionalidad del enemigo) para llevarlos en cautiverio en Perote, Veracruz, al tiempo que sus propiedades fueron incautadas y puestas en administración en un fideicomiso de guerra. En Europa, el cuerpo diplomático mexicano fue capturado por los nazis y deportado a Alemania. Tuvieron suerte de no caer en un campo de concentración, pues fueron ”hospedados” en un hotel de un compadre de Adolf Hitler en Bad Godesberg, muy cerca de Bonn, lugar donde el Fürher mandaba prisioneros especiales y ayudaba al negocio de su amigo.
Diplomáticos de toda Latinoamérica, entre ellos la familia Bosques, estuvieron un año en cautiverio. Les tocó el bombardeo de los aliados ,pero don Gilberto Bosques no se escondía con la familia en el sótano sino que desde el balcón de su habitación veía la lluvia de metralla, el resplandor de los bombazos y de los edificios envueltos en lenguas de fuego que acariciaban el cielo. El maestro Bosques había andado en la bola de la Revolución Mexicana y los balazos no lo asustaban, y sus hijas, como dice el dicho, como el tigre, pintitas. En lugar de que el pánico se apoderara de su familia sui géneris, se ponía a cantar canciones mexicanas en el balcón. Seguramente la canción mixteca no faltaba. Las niñas igual que su papá se curtieron entre balas; años más tarde, les tocaría vivir la Revolución Cubana.
Finalmente, Alemania y México hicieron un pacto de intercambio de prisioneros; los alemanes de Perote por los mexicanos en Bonn; así los Bosques recuperaron su libertad.
El consulado de México en Francia apoyó a todo aquel que huia sin importar su nacionalidad, credo, estatus social, raza u origen; el primer gran grupo de refugiados que llegó a México fue de españoles republicanos y las brigadas internacionalistas que lucharon junto a ellos (compuestas por voluntarios antifascistas del todo el mundo); después arribaron alemanes, franceses, yugoslavos, italianos, checos, húngaros, polacos y austriacos. A pesar de que ya pasaron más de 60 años, estos últimos no han olvidado el gesto generoso de México de protestar por el ”Anschuluss” ( la anexión) y dar protección y asilo a los perseguidos por el fascismo alemán. Este año organizaron un homenaje a nuestro país y a Lázaro Cárdenas. Como parte del reconocimiento y homenaje a México, en Viena, el próximo año se inaugurará una calle que llevará el nombre de Gilberto Bosques. La idea es del doctor Christian Kloyber, quien cuenta a Masiosare los detalles: ”La iniciativa y el proyecto de promover que una calle de Viena lleve el nombre de Gilberto Bosques nacieron en 1988 para conmemorar los 50 años de la protesta mexicana contra la anexión de Austria por los nazis, pero por el escándalo ”Waldheim”, referente el pasado nazi del ex-presidente de la ONU y de Austria, no lo pudimos hacer, aunque en la ciudad de México a un tramo del Paseo de la Reforma se le nombró Jardín de Austria.
”Este año, por conducto del renombrado Dokumentationsarchiv des Österreichischen Widerstands” (Centro de Documentación de la Resistencia Austriaca), promoví que en Viena haya una calle llamada Gilberto Bosques, a quien tuve el honor de conocer personalmente y siempre fue un ejemplo a seguir.
”El municipio de Viena, en una sesión ordinaria con todos los delegados, aprobó por unaminidad la iniciativa. La calle elegida está en el nuevo barrio llamado Donau-City, muy cerca de las oficinas de la ONU, en una zona peatonal, un lugar muy lindo y tranquilo. Se llamará Promenade-Gilberto Bosques. A orillas del Danubio se encuentra la Mexikoplatz, es decir la Plaza México.
”La ceremonia oficial posiblemente sea en marzo, ya que el 19 de ese mes de 1938 Isidro Fabela presentó la protesta oficial de México por la desaparición de Austria ante la Liga de las Naciones, debido a su anexión a Alemania. La fecha exacta de la inauguración depende todavía de la coordinación entre el alcalde de Viena y la embajada de México. Las instituciones participantes en el acto son la Asociación Austria-México, el Centro de Documentación de la Resistencia y el Exilio Austriaco, la Universidad de Viena y la embajada de México en Austria”.
La política exterior mexicana de aquella época es admirable, no sólo por la cantidad de vidas que salvó, sino porque en una situación económicamente adversa, en pleno boicot norteamericano e inglés, el gobierno no se humilló, no se doblegó, sino que dio una lección inolvidable de dignidad y soberanía, además, con apego a derecho.
* El doctor Kloyber es autor de un extenso y profundo libro sobre el exilio austriaco en México entre 1938 y 1947. Para mayor información se puede consultar la página web http://www.doew.at/