AJN.- Durante la Segunda Guerra Mundial, como representante del gobierno de Suecia, salvó a miles de judíos de ser asesinados por el régimen nazi en Hungría. Su cuerpo nunca apareció.
Autoridades diplomáticas y políticas participaron este jueves de un homenaje a Raoul Wallenberg, quien durante la Segunda Guerra Mundial salvó a decenas de miles de judíos de los campos de concentración nazis.
Wallenberg, conocido como el ”Héroe sin tumba”, desapareció hace 63 años en las afueras de Budapest, la capital húngara, cuando se dirigía al cuartel de las tropas de la Unión Soviética que habían recuperado la ciudad tras vencer a las fuerzas alemanas.
El homenaje se realizó frente a la estatua que recuerda a Wallenberg en la ciudad de Buenos Aires.
Allí estuvieron, entre otros, los embajadores de Israel y Estados Unidos en la Argentina, Rafael Eldad y Earl Anthony Wayne, respectivamente, además de autoridades diplomáticas de Suecia, Alemania, Austria y Croacia.
También asistió la vicejefa de Gobierno de la ciudad de Buenos Aires, Gabriela Michetti, quien expresó: ”Debería llegar al momento que cuando hablemos de Wallenberg no digamos que era un protestante que salvaba judíos, porque su apuesta era la apuesta a la vida, a la vida trascendente, a la vida con un valor profundamente intenso”.
Por su parte, José Ignacio García Hamilton, vicepresidente de la Fundación Wallenberg, destacó algunos aspectos de la figura del diplomático sueco.
”Wallenberg es, seguramente, el héroe más interesante, más valioso del siglo XX. No fue un héroe guerrero, fue un pacifista, un humanitario, un romántico y a la vez es el gran desaparecido del siglo XX”, comentó García Hamilton.
El cuerpo de Wallenberg nunca apareció tras partir junto a un chofer hacia Budapest en enero de 1945. Si bien las autoridades soviéticas informaron que falleció el 17 de julio de 1947 en una prisión, muchos testimonios de testigos aportaron diferentes datos.
”La figura de Wallenberg muestra el valor, la fuerza, el coraje de quienes saben trabajar, luchar actuar en contra de las corrientes culturales, ideológicas o políticas de la época, y también la fuerza del individuo”, resaltó García Hamilton.
Y agregó: ”En esos momentos de millones de muertos y combatientes, de actos fascistas con cientos de miles en las plazas públicas, Wallenberg demostró la fuerza de un individuo que se opone a ellos y puede sembrar algo que nosotros estamos recogiendo y queremos mantener”.
Durante el acto se leyó una carta enviada por Tom Lantos, miembro de la Cámara de Representantes estadounidense, que a fines de 1944 fue salvado junto a su esposa por Wallenberg.
Lantos felicitó a Baruj Tenembaum, presidente de la Fundación, y a los restantes miembros por la tarea que realizan.
Wallenberg nació en agosto de 1912 en la ciudad sueca de Kappsta y fue criado por su abuelo, que era miembro de una importante familia católica luterana dedicada a las finanzas. Tras estudiar arquitectura y comercio, se transformó en gerente internacional de una compañía de productos alimenticios.
Por orden del Reino de Suecia le fue asignada la tarea de evitar que los judíos húngaros que tenían algún lazo con el país fueran enviados a los campos de exterminio. Para eso, desde 1944 hasta que las tropas soviéticas ingresaron en Budapest, otorgó pasaportes y realizó contrataciones para la delegación diplomática a los judíos. Las personas salvadas por aquella acción se estiman en decenas de miles.