El reciente y sorpresivo hallazgo del pasaporte del criminal de guerra nazi Adolf Eichmann, en archivos de la Justicia federal argentina, entregado por la jueza María Romilda Servini de Cubría a la Fundación Memoria del Holocausto, precipita la recurrencia de un triste tópico de la historia argentina.
El pasaporte indica que Eichmann, responsable ejecutivo de la deportación de millones de judíos a los campos de exterminio, ingresó a la Argentina el 14 de julio de 1950 con el nombre de Ricardo Klement. Eichmann había salido de Génova el 17 de junio del mismo año con un permiso de ingreso emitido por el Consulado General de la República Argentina en esa ciudad italiana. Diez años después, fue capturado en San Fernando, provincia de Buenos Aires, por un comando del servicio secreto israelí, transportado a Israel, juzgado en Jerusalén y ejecutado en 1962.
Este episodio remite, una vez más, a un período de nuestra historia aún no aclarado debidamente: el rol de los gobiernos y de la diplomacia argentina durante el Holocausto, así como los vínculos establecidos en años posteriores con criminales de guerra fugitivos.
Eichmann y muchos otros, mencionados en numerosos y exhaustivos estudios de académicos y periodistas, ingresaron al país gracias a la vista gorda y a la complicidad de distintas administraciones.
Un pedido de informes del Congreso Nacional al Poder Ejecutivo sobre el rol cumplido por sucesivos gobiernos quizás sea una herramienta útil para conocer definitivamente la verdad sobre uno de los períodos más oscuros de la historia argentina.
Ingeniero Oscar Vicente
PRESIDENTE
Fundación Internacional Raoul Wallenberg
www.raoulwallenberg.net
mayo 31, 2007