Extracto
CINCINNATI- 12 de febrero. Era el momento en el cual los Judíos estaban desesperados por salir de Alemania, arriesgando viajes a lugares donde no estaban seguros si serían aceptados y encontrando puertas cerradas por doquier.
Sin embargo, en Manila, un enérgico expatriado fabricante de cigarros proveniente de Cincinnati, había jugado poker y bridge con personas tales como el Coronel Dwight D. Eisenhower; Paul V.MacNutt, Alto Comisionado Norteamericano; y Manuel I. Quezón, el primer presidente filipino. Cuando este fabricante, Alex Frieder, vio a los refugiados rezagados ir hacia el puerto suplicando que los dejaran entrar, él convenció a sus compañeros de póker de que debían transformar a las Filipinas en un refugio para miles de personas.
A través de sus esfuerzos y los de sus tres hermanos, aproximadamente unos 1200 Judíos alemanes y austriacos hallaron, con el tiempo, un refugio en las Filipinas, por ese entonces protectorado norteamericano, a fines de los años ’30.
Durante el pasado fin de semana, 98 de sus parientes se reunieron con media docena de refugiados y un nieto del señor Quezón , para conmemorar, la historia, casi desconocida, de uno de los rescates de la guerra más inverosímiles.
La hija del Sr.Frieder, Alice Weston, de 78 años, que en 1938 y 1939, era una jovencita cuando su padre y su tio Philip Frieder dirigieron magistralmente el rescate, dijo: ” Ellos eran las personas justas, en el lugar justo y en el momento justo”.
”Mi padre no era una persona excepcional. Era un fabricante común que se dio cuenta de la horrible situación y buscó una manera para ayudar un poco.”
Filipinos de la comunidad de Cincinnati cantaron canciones de amor en Tagalog, como así también en ”Hava Nagila”. La señora Weston , entre otros, cantó la letra del Tagaloc que recordaba de su infancia. Hubo platos filipinos, como ser adobo de pollo. Los refugiados encabezaron el servicio religioso vespertino de los sábados, y Manuel L.Quezón III, un periodista de 34 años en las Filipinas, introdujo una bendición sobre el challah.
El señor Quezón dijo ”Somos gente muy hospitalaria y ya experimentamos el exilio y la prisión durante la colonización española y la temprana ocupación norteamericana, así que alguno de los de la generación de mi abuelo debe haber sido consciente de la situación difícil de los refugiados. No podemos soportar ver sufrir a alguien.”
La reunión, organizada por el Centro para la Educación del Holocausto y Humanidades en la Facultad de la Unión Hebrea- aquí Instituto Judío de Religión, tuvo lugar en el sesenta aniversario de la destrucción, por parte de los japoneses, de la sinagoga de Manila, Templo Emil.
La historia del rescate de Manila comienza en 1918 con la decisión de la familia Frieder de trasladar casi todo su comercio de cigarros de Manhattan a las Filipinas, en donde la producción iba a resultar más barata. Alex, Philip, Herbert y Morris vivieron en Manila en turnos de dos años cada uno. Por entonces, la comunidad judía de la ciudad tenía menos de doscientos integrantes.
Frank Ephraim, que vivió en la capital filipina como refugiado cuando era niño, escribió una historia del rescate, ”Huída a Manila: de la tiranía nazi al terror japonés” (Prensa de la Universidad de Illinois, 2003). Allí señala que en 1937 Philip Frieder vio llegar al puerto de Manila judíos Europeos provenientes de Shangai, ciudad asedidada por los japoneses. Shangai siguió siendo un puerto abierto y eventualmente asiló a 17.000 judíos alemanes.
Los hermanos Frieder no querían agobiar a los filipinos con refugiados pobres, por lo tanto centraron su atención en gestionar la migración de personas cuyas ocupaciones eran necesarias en el país, como ser médicos. El Alto Comisionado, Mc Nutt, pudo lograr que los burócratas del Departamento de Estado cerraran un ojo y permitieran admitir mil judíos por año.
Se necesitaba también la aprobación del señor Quezón. El Director del Centro del Holocausto, Dr. Racelle Weiman, dijo que había una carta escrita por Alex Frieder en la cual sostenía que los escépticos en la administración del señor Quezón hablaban de los judíos como ”comunistas e intrigantes” que querían ” controlar el mundo”.
Alex Frieder escribió que Quezón les había asegurado, en agosto de 1939, que se había peleado con cada una de esas personas, sin tener en cuenta si eran importantes o no. Los hizo sentirse avergonzados de sí mismos por ser víctimas de una propaganda que tenía la intención de culpar a personas que eran perseguidas.
El señor Frieder examinó atentamente las listas de Judíos en peligro para ver si coincidían con las habilidades requeridas en los avisos de los diarios alemanes. Los hermanos y el Comité Norteamericano Judío de Distribución Conjunta se ocuparon de las visas, los puestos de trabajo y la vivienda y juntaron miles de dólares para la subsistencia.
Ralph J.Preiss, de 74 años, habitante de Manhattan, tenía ocho años cuando dejó Alemania y recordaba a su familia estudiando español en el barco porqué habían leído una vieja enciclopedia en desuso, donde describían su refugio futuro como una colonia española. ”Nosotros no sabíamos qué eran las Filipinas ni donde estaban ubicadas”, dijo el Sr. Preiss.
La mayor parte de los refugiados esperaban que las Filipinas fuesen un lugar de paso hacia los Estados Unidos y estuvieron encantados con el recibimiento ofrecido por los filipinos.
Traducción: María Pensavalle