Hace sesenta y ocho años, un 9 de noviembre, tropas de asalto y ciudadanos comunes saquearon hogares y negocios judíos en decenas de ciudades alemanas, destruyendo edificios con mazos y golpeando a gente inocente. El horror que llevaría el nombre de Kristallnacht, o la Noche de los Cristales Rotos, envió a 30.000 hombres judíos a los campos de concentración y preanunció las atrocidades del Holocausto. Dado que la Fundación Internacional Raoul Wallenberg conmemora este aniversario, es importante recordar el poder de la gente común. Ellos pudieron haber elegido ejercer la intolerancia y perpetrar la violencia o, al igual que el diplomático sueco Raoul Wallenberg, unirse a los justos en su trabajo por ponerle un punto final.
El pogrom del Kristallnacht siguió a un año de una creciente actividad antisemita en Alemania, de acuerdo con el historiador Eric Johnson. En Alemania y Viena, Austria, el pogrom dañó o destruyó alrededor de 1.500 sinagogas, una gran cantidad de cementerios judíos y más de 7.000 negocios.
Así como la Noche de los Cristales Rotos en 1938 representa lo peor que puede acometer el ser humano, las acciones de Wallenberg en 1944 muestran lo mejor que una persona puede dar de si. Al arribar a Budapest ese verano, el diplomático diseñó pasaportes falsos y estableció ”casas seguras” bajo la protección de la bandera neutral sueca. Las acciones de Wallenberg salvaron 100.000 judíos húngaros condenados por el régimen nazi.
Los conflictos étnicos y religiosos, así como la violencia subsiguiente impregnan los titulares de hoy, indicando que la atrocidad de Kristallnacht se encuentra más cercana a nosotros y que no es simplemente una memoria histórica. Es más vital que nunca que todos imitemos el modelo de Wallenberg y de otros salvadores del Holocausto valorando la diversidad, demostrando coraje cívico, compasión y abrazando la causa de la solidaridad.
Traducción: Graciela Forman