XL aniversario de la Declaración Nostra aetate, sobre las relaciones de la Iglesia católica con las religiones no cristianas
Los cuarenta años transcurridos desde la publicación de la Declaración del Concilio Vaticano II Nostra aetate, que imprimió un cambio decisivo a las relaciones entre judíos y católicos, están sirviendo para madurar y profundizar los lazos de amistad desarrollados en estas décadas entre hermanos mayores y hermanos menores
El Papa Benedicto XVI ha dado un impulso decisivo a las relaciones entre judíos y católicos, escribiendo un mensaje especial con motivo del cuadragésimo aniversario de la Declaración Nostra aetate, en el que afirma: «El diálogo judeo-cristiano tiene que seguir enriqueciendo y profundizando los lazos de amistad que se han desarrollado, y la predicación y la catequesis tienen que comprometerse para asegurar que se presenten nuestras relaciones recíprocas a la luz de los principios establecidos por el Concilio».
La Declaración Nostra aetate, publicada por Pablo VI y los Padres del Concilio Vaticano II el 28 de octubre de 1965, sobre las relaciones de la Iglesia católica con las religiones no cristianas, «abrió una nueva era en las relaciones con el pueblo judío y sentó la base de un sincero diálogo teológico», reconoce Benedicto XVI, en la misiva que envió al cardenal Walter Kasper, Presidente de la Comisión para las Relaciones Religiosas con el Judaísmo, con motivo de un acto celebrado en Roma el 27 de octubre pasado para celebrar este aniversario.
Con motivo de esta fecha, el Pontífice, que visitó la sinagoga de Colonia, la más antigua de Alemania, este pasado verano, expresa su gratitud a Dios «por el testimonio de todos los que, a pesar de una complicada y, con frecuencia, dolorosa historia, y de manera especial después de la trágica experiencia de la Shoá, que fue inspirada por una ideología neopagana racista, han trabajado con valentía por promover la reconciliación y fomentar la comprensión entre cristianos y judíos».
El sucesor del Apóstol Pedro se compromete personalmente en este desafío, y asegura que pretende continuar con el camino ya trazado en esta dirección por Juan Pablo II, como lo ha demostrado con las intervenciones de inicio de su pontificado.
Como objetivo para el futuro, Benedicto XVI espera que, «tanto en el diálogo teológico como en la colaboración cotidiana, los cristianos y los judíos ofrezcan un testimonio compartido aún más convincente del único Dios y de sus mandamientos, de la santidad de vida, de la promoción de la dignidad humana, de los derechos de la familia y de la necesidad de edificar un mundo de justicia, reconciliación y paz para las futuras generaciones».
En el acto de celebración del aniversario, que tuvo lugar en el Palacio de la Cancillería, en Roma, intervinieron dos ponentes: el cardenal Jean-Marie Lustiger, arzobispo emérito de París, judío convertido que ha dedicado su vida al diálogo judeocristiano, y el rabino David Rosen, Director internacional para los Asuntos Interreligiosos del Comité Judío Estadounidense.
Uno de los pioneros del diálogo judeocatólico, el judío argentino Baruj Tenembaum, creador de la Fundación Wallenberg, galardonado personalmente por el Papa Pablo VI, recuerda la importancia que tuvo, en este sentido, la elección del cardenal Angelo Giuseppe Roncalli, elegido Papa en 1958 con el nombre de Juan XXIII: «Con la llegada a la sede de Pedro del Papa Bueno, comenzó una extraordinaria revolución dentro de la Iglesia católica, promovida desde la palabra y la acción del Concilio Vaticano II, un hito histórico que redefinió completamente la relación entre la Iglesia y el judaísmo», afirmó.
«Este punto de inflexión en la historia de las relaciones judeo-católicas –afirmó Baruj Tenembaum– no fue el resultado del azar o del oportunismo político; fue el testimonio que confirmó una nueva actitud hacia el pueblo judío. Una verdadera transformación originada en los sentimientos y profundo sentido de reconciliación de Juan XXIII». Por este motivo, Tenembaum creó, en el año 2000, el Comité Angelo Roncalli, para el reconocimiento de la acción humanitaria desplegada por el Nuncio apostólico Angelo Roncalli, en favor de personas perseguidas por el régimen nazi.