Mientras que los heroicos esfuerzos de distintos salvadores europeos se han ido dando a conocer desde la Segunda Guerra Mundial, El Salvador está recibiendo mayor atención por el rol que desempeñó al ”salvar” a decenas de miles de judíos durante el Holocausto.
El 22 de noviembre de 1995, el ex presidente de los Estados Unidos, Bill Clinton, en una carta dirigida a la Liga contra la Difamación, escribió: ”El gobierno salvadoreño mostró compasión frente a la injusticia. Su coraje en la Hungría ocupada por los nazis, sirve de ejemplo de abnegación. Confío en que sus acciones servirán de inspiración a las generaciones por venir”.
El Salvador es la más pequeña de la repúblicas centroamericanas, con una población de 2 millones de habitantes. Entre 30.000 y 50.000 judíos húngaros fueron salvados, durante el Holocausto, en la que fue conocida como ”La acción: El Salvador”.
Los hombres que hicieron esto posible fueron el Coronel José Arturo Castellanos, Cónsul General de El Salvador en Ginebra y su Primer Secretario en el Consulado, George Mantello, un judío ortodoxo húngaro de Beszterce, Transylvania.
Después de haber escapado de los nazis en Yugoslavia en 1941, Mantello se refugió en Suiza donde un año después inició su carrera en el Consulado salvadoreño.
Era un empresario textil en Bucarest cuando conoció al Cónsul Castellanos en los años ’30. Durante sus viajes de negocios a través de Europa, Mantello recibió reportes de judíos que habían escapado de Auschwitz. Decidió ayudar a la mayor cantidad posible, haciéndolos emigrar a Hungría y Rumania y de ahí a Palestina, Inglaterra y Estados Unidos.
Habiéndose asegurado sus contactos en Rumania y Hungría, Mantello le habló a Castellanos acerca de extender la ciudadanía salvadoreña a los judíos en Europa para así evitar su deportación.
Sobre la base de la propuesta de Castellanos, en 1942 el Consulado salvadoreño emitió miles de ”certificados de ciudadanía” a judíos de distintas partes de Europa. Los poseedores de estos certificados fueron considerados ciudadanos de El Salvador y protegidos por la Cruz Roja Internacional.
Florian Manoliu, Consejero de la delegación rumana en Berna, viajó de Suiza a Rumania y distribuyó los ”pasaportes” a los judíos húngaros. Impresos en Ginebra pero no siendo validos sin los datos personales de sus portadores, los pasaportes llegaron por correo y fueron enviados al Cónsul Lutz para su distribución entre los judíos en el Consulado suizo.
Castellanos convenció al gobierno suizo en Hungría de que cuide de los individuos con certificados de ciudadanía de El Salvador. En 1944, Julio Enrique, Ministro de Relaciones Exteriores de El Salvador formalizó el pedido junto a los suizos. El Gobierno húngaro aprobó el acuerdo bilateral.
Cuando el Gobierno suizo asumió la protección de los documentos salvadoreños, instruyó a su Cónsul en Budapest, Charles Lutz, para que ofrezca protección a cualquiera que portara los documentos. ”La distribución de pasaportes fue una sentencia de muerte para la gente que no recibió uno”, según Lutz, pero resultaron ser los documentos protectores más valiosos de todos.
Mantello también fue responsable de otro esfuerzo de rescate. En primer lugar instigando una campaña de prensa para informar acerca del destino de los judíos en los países ocupados por los alemanes, y por otro lado solicitando a los Aliados que publicaran estas noticias en todo el mundo. Aun cuando algunas organizaciones judías no creían lo que pasaba en Hungría, la campaña de prensa logró el fin de las deportaciones de Budapest a Auschwitz a partir de 1944.
La ayuda llegó gracias a dos jóvenes judíos eslovacos compañeros en Auschwitz, Wetzler y Walter Rosenberg, que habían escapado y quisieron desesperadamente contarle al mundo acerca de las atrocidades del campo de la muerte en Polonia.
Habían presenciado las preparaciones de las cámaras de gas para la exterminación del millón de judíos que aún vivía en Hungría bajo el régimen del Almirante Regente fascista Horthy. Los judíos se habían mantenido a salvo hasta que la barbarie alemana y la complicidad del gobierno húngaro permitieron la ocupación de Hungría por parte de los alemanes en 1944.
Wetzler y Rosenberg trabajaron en la Oficina de Registros de Auschwitz, y memorizaron muchísima información. Cuando luego se unieron a los judíos en tierra eslovaca, contribuyeron con un informe de 30 páginas, que se hizo conocido como el Protocolo de Auschwitz.
Cuando el Protocolo llegó a Suiza, organizaciones judías lo llevaron al Consulado de los Estados Unidos en Ginebra. Pero los Aliados colocaron el reporte en sus cestos de basura ”oficiales” y no hicieron nada al respecto, mientras que 12.000 judíos eran asesinados cada año por la fábrica de muerte de los nazis en Auschwitz.
Mantello encontró el Protocolo al enviar a Florian Manoliu a Transilvania a rescatar a su familia, una misión que fue llevada acabo demasiado tarde ya que la misma ya había sido embarcada hacia Auschwitz.
En mayo de 1944, Mantello emitió 1.000 documentos de ciudadanía listos para que cualquiera colocara sus datos y fotos en ellos. Manoliu entregó los documentos a Moshe Krausz, quien lo dejó con una copia abreviada del Protocolo, que cubría la muerte en las cámaras de gas de 1.765.000 judíos a lo largo de abril de 1944.
”Publiquen este reporte para que el mundo aprenda acerca de la crueldades del siglo XX, en los llamados países civilizados”, dijo Mantello. Miles de copias circularon entre políticos, miembros del Parlamento y otras figuras prominentes, solicitando que difundieran la noticia.
A pesar de las protestas de las embajadas húngara y alemana en Suiza, 400 periódicos publicaron la noticia, en muchos casos incluso en primera plana, del asesinato de 12.000 judíos por día. Esto llevó a la suspensión de las deportaciones por parte del Regente húngaro, el Almirante Horthy, en julio de 1944.
En cuestión de días luego de que los cables fueran enviados, el presidente de los Estados Unidos Franklyn Roosevelt lanzó una advertencia a Hungría a través de Cordell Hull, Secretario de Estado, para que cesara con las deportaciones. Lo propio hicieron el Papa Pío XII y el Rey Gustavo de Suecia.
La operación de rescate tuvo éxito gracias a los contactos salvadoreños de Mantello: el Coronel Castellanos, el Gobierno de El Salvador, y Josef Gustavo, un ex presidente de ese país y ex juez de la Corte de La Haya, quien en ese entonces residía en Ginebra y ofreció apoyo moral a Mantello.
Como diplomático George Mantello usó sus contactos políticos y económicos para dedicar su tiempo y su dinero a asistir a los judíos. Fue ayudado por su hermano Josef Mandel.
El Salvador fue el único país que ofreció pasaportes a miles de judíos. Fueron enviados a países ocupados a lo largo de Europa, gratis, en medio del lucrativo Mercado negro de los documentos falsos. Después de la guerra el Coronel Castellanos fue embajador de El Salvdor en Londres.
La Liga contra la Difamación honoró a los diplomáticos salvadoreños, George Mantello, Coronel José Arturo Castellanos y Julio Avila, cuyas acciones permitieron el rescate de miles de judíos durante la Segunda Guerra Mundial. En 1999 Israel homenajeó al nieto del Coronel Castellanos al nombrar ”El Salvador” a una calle del barrio Givat Mesua.
Referencias
Libro
- The Man Who Stopped the Trains to Auschwitz
George Mantello, El Salvador and Switzerland’s Finest Hour-
by David Kranzler
Artículos
- La deuda de honor impaga de la guerra
Como El Salvador salvo a decenas de miles de judíos
Jewish Observer y Middle East Review
por Jon Kimche - El Salvador y la lista de Schindler
Una válida comparción
Pagina web Raoul Wallenberg
por Rafael Angel Alfaro Pineda - El Salvador y el Holocausto
Un capitulo casi desconocido en la historia de El Salvador
Embajada de El Salvador en Israel - El hero desconocido
Un diplomático extranjero salvo miles de judíos en Europa otorgándoles documentos de ciudadanía extranjera
por Ernie Meyer - El gran rescate del Holocausto
por Ernie Meyer - Donde esta la conciencia del Mundo?
Orthodox Tribune
Traduccion: María Silvia Quagliotti