La crónica periodística señala que el presidente Néstor Kirchner y su señora esposa se conmovieron durante una visita al campo de exterminio de Dachau, en Alemania.
”En el ’33 el mundo se quedó callado”, dijo el jefe de estado en referencia al ascenso al poder de Adolf Hitler y a las atrocidades cometidas por el nazismo.
Lamentamos que ese silencio se parezca al que la actual administración guarda en relación a una placa que rinde tributo a diplomáticos argentinos que ”se mostraron solidarios con las víctimas del nazismo”, tal la leyenda grabada en la pieza de bronce emplazada en 2001 en la planta baja del nuevo edificio de la cancillería argentina.
Nada habría para objetar a un homenaje a funcionarios del servicio exterior argentino -muchos motivos hay para que numerosos hombres y mujeres de la diplomacia criolla reciban merecidos reconocimientos- si no fuera por que no sólo ninguno de los diplomáticos de la placa fue solidario con las víctimas del nazismo (sólo cumplieron con el deber de asistir a ciudadanos argentinos en Europa durante la guerra) sino por que, además, uno de los homenajeados es Luis H. Irigoyen, secretario de la embajada argentina en Berlín y responsable de dejar morir en las cámaras de gas a alrededor de 100 judíos argentinos, a pesar de que altos jerarcas del Tercer Reich quisieron entregarlos a las autoridades de nuestro país, de acuerdo a las investigaciones llevadas a cabo por expertos en la materia, como el profesor Haim Avni, de la Universidad Hebrea de Jerusalén, y el escritor Uki Goñi.
A pesar de las numerosas gestiones de la Fundación Internacional Raoul Wallenberg para que la placa sea retirada, realizadas ante el canciller Rafael Bielsa y otras altas autoridades del ministerio de relaciones exteriores, así como de cartas enviadas al presidente de la nación y a la senadora Cristina Fernández de Kirchner, nunca respondidas, la placa continúa simbolizando la vergüenza de un país bifronte, que se escandaliza en el exterior de lo mismo que no lo conmueve en su propio suelo.
José Ignacio García Hamilton
Raúl Otero
Nicholas Tozer
Fundación Internacional Raoul Wallenberg
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abril 22, 2005