Felix Rohatyn sabía que, a los doce años, él y unos pocos parientes habían tenido la suerte de poder salir de la Francia ocupada por los Nazis a principios de los años ’40. Sin embargo, había algunos detalles de la horrorosa fuga que sólo recientemente han salido a la luz.
Rohatyn, que ahora tiene 76 años, es el financista que ayudó a salvar de la quiebra a la ciudad de Nueva York en los ’70 y luego fue embajador en Francia durante el gobierno de Clinton. Su familia era judía, originaria de Polonia. En el otoño de 1940, la negra noche del Holocausto se extendía a través de Francia a una velocidad aterradora. Los judíos extranjeros corrían un peligro inminente. Muchos miles de ellos serían entregados a los alemanes y, la mayoría, enviados a Auschwitz.
Alrededor de un mes atrás, el señor Rohatyn recibió en su oficina de Park Avenue el llamado telefónico de un extraño, quien le brindó una información que enfocaría con más precisión la historia de su familia. El hombre dijo que tenía fotocopias de las visas que habían sido utilizadas para sacar a su familia de Francia. Se preguntaba si el señor Rohatyn tendría interés en verlas.
”Por supuesto que estaba interesado”, dijo el señor Rohatyn. ”Entonces apareció esta persona, un hombre muy agradable, con fotocopias de papeles y documentos, con mi fotografía y las fotografías de mi madre y de mi padrastro …”
”Nunca supe cómo habíamos obtenido las visas. Ellas nos permitieron salir de Francia unos seis meses antes que los alemanes empezaran a mandar a los judíos extranjeros a Auschwitz. Nunca había podido encontrar una explicación. Y todos – mi madre, mi padrastro – todos aquellos que habían estado involucrados en este proceso, hoy están muertos.”
El ”hombre tan agradable” que apareció de la nada era Joao Crisostomo, vicepresidente de la Fundación Internacional Raoul Wallenberg. Estaba elaborando un programa para honrar los esfuerzos heroicos de dos diplomáticos, Luiz Martins de Souza Dantas, embajador Brasileño en Francia durante la guerra y Aristides de Sousa Mendes, el cónsul general portugués en Bordeaux.
Los judíos que intentaban huir de Francia necesitaban una visa otorgada por un gobierno dispuesto a aceptar refugiados judíos, o que no hubiera sido informado que los refugiados eran judíos. Conseguir estas visas era un proceso muy difícil y peligroso. Estos dos diplomáticos, contrariando los deseos de sus propios gobiernos, proporcionaron una ayuda crucial, incluyendo las desesperadamente necesitadas visas, a judíos y a otros que seguramente se hubieran enfrentado con la muerte si se quedaban en Francia.
Los esfuerzos realizados por Sousa Mendes, luego relevado por su gobierno y que murió en la pobreza, han sido ampliamente reconocidos. Pero Souza Dantas, que ayudó al menos a 800 judíos a escapar de los nazis y a quien se lo conoció como el ”Schindler de Brasil”, no recibió un gran reconocimiento. Murió en 1954.
Fue Souza Dantas quien consiguió las visas que salvaron al joven Felix Rohatyn y a sus parientes. Su fuga a la libertad los llevó desde Marsella (donde recibieron los papeles) hasta Argelia, Casablanca, Lisboa, Brasil y, por último, a los Estados Unidos.
El señor Rohatyn habló en voz baja, pero con gran emoción, de sus pujantes recuerdos que adquirieron aún un mayor relieve cuando vió las fotos de cuando tenía 12 años, de su madre, su padrastro y de la madre de su padrastro. Recordó el sobrecogedor incidente cuando su familia, con su madre al volante, se topó sorpresivamente con un puesto de control alemán ”y una fila de automóviles que impedía volverse atrás”.
Su captura parecía inevitable. Pero en el preciso momento en que llegaban al puesto de control, el soldado que inspeccionaba a los ocupantes de cada automóvil decidió hacer una pausa para fumar un cigarrillo. Les indicó que avanzaran.
”Fue un milagro”, dijo el señor Rohatyn.
En tiempos de guerra, torturas, terror y confusión moral – el presente – puede ser útil mirar hacia atrás, a un período no tan lejano, cuando todo fue mucho peor. Con sus silenciosos actos de coraje, hombres como Souza Dantas y Sousa Mendes nos demostraron que los seres humanos, que en sus vidas diarias muchas veces son temerosos, pueden sacar a relucir una gran resistencia al mal.
El homenaje a los dos diplomáticos tuvo lugar la semana pasada en el Museum of the Jewish Heritage, Un Recuerdo Viviente del Holocausto, en el bajo Manhattan. El señor Rohatyn abrazó al señor Crisostomo y le dio las gracias.
”Este es un momento muy emotivo para mi”, dijo el señor Rohatyn. Aclaró que él había sido el número 447 en la lista de gente que recibía visas y que, sin la ayuda de Souza Dantas, él y su familia hubieran estado perdidos.
”Muy pocos de nosotros hemos tenido la oportunidad de estar agradecidos”, dijo.
Traducción: María Pensavalle