Sempo Sugihara nació el 1 de enero de 1900 en Yaotsu, Prefectura de Gifu, Japón.
El apellido original de sus padres era Iwais, muy común en esas tierras. Cuenta la leyenda que cuando el padre de Sempo, Mitsugoro Iwais, cumplió el servicio militar en Manchuria y Siberia en 1895, contrajo tuberculosis. Fue entonces que recibió el cuidado especial de un oficial llamado Kosui Sugihara y, en gratitud, le ofreció convertirse en su hijo adoptivo, una costumbre de esos años. Pero algunos familiares atribuyen el cambio de nombre a una razón no tan noble. Por la misma época, Yaotsu implementó un nuevo servicio postal; un Sugihara tenía más posibilidades de recibir la correspondencia adecuada que docenas de Iwais.
En marzo de 1939, el Cónsul General Chiune Sugihara fue enviado a Kaunas para abrir un servicio consular. Kaunas era la capital provisoria de Lituania en ese momento, un punto estratégico entre la Unión Soviética y Alemania. Luego de que el 1º de septiembre de 1939 Hitler invadiera Polonia, Gran Bretaña y Francia declararon la guerra a Alemania.
Sugihara apenas se había asentado en su nuevo puesto cuando los ejércitos nazis invadieron Polonia y una ola de refugiados judíos se movilizó hacia Lituania. Consigo llevaban escalofriantes historias acerca de las atrocidades alemanas cometidas con la población judía.
Lituania, hasta el momento de la guerra, había sido un enclave de paz y prosperidad para los judíos, la mayoría de los cuales no habían caído del todo en la cuenta, o no creían, en el alcance del plan de exterminio nazi que se estaba llevando a cabo en Polonia. Los refugiados trataban de explicar que estaban siendo asesinados en masa, pero los judíos de Lituania continuaban con sus vidas normalmente. Las cosas comenzaron a cambiar para peor el 15 de junio de 1940, cuando los soviéticos invadieron Lituania. Era ya demasiado tarde para huir hacia el Este. Irónicamente, los soviéticos les permitirían a los judíos polacos emigrar fuera de Lituania a través de la Unión Soviética … pero sólo si podían obtener ciertos documentos.
Para 1940, una gran parte de Europa Occidental estaba bajo el dominio nazi, con Gran Bretaña resistiendo en soledad.
En ese terrible contexto, el Cónsul japonés Sugihara se convirtió en el centro de un desesperado plan de supervivencia. El destino de miles de familias dependía ahora de su humanidad. El ejército alemán avanzaba rápidamente hacia el Este.
En julio de 1940, las autoridades soviéticas ordenaron a las embajadas extranjeras que abandonaran Kaunas. Casi todas obedecieron de inmediato. Sugihara, en cambio, logró extender su estadía otras tres semanas.
Exceptuando a Jan Zwartendijk, el Cónsul Honorario holandés, Chiune Sugihara era ahora el único cónsul extranjero que quedaba en la capital lituana. Tenía mucho trabajo por delante.
El tiempo corría demasiado rápido para los refugiados. Hitler controlaba el Este europeo. Fue entonces que a algunos refugiados polacos se les ocurrió un plan, posiblemente la última oportunidad hacia la libertad. Descubrieron que dos colonias de Holanda en el Caribe, las islas de Curaçao y Guyana Holandesa (hoy Surinam), no exigían visas demasiado rigurosas para ingresar. Además, el Cónsul holandés les comunicó que había obtenido una autorización para sellar sus pasaportes con permisos de entrada.
Restaba el mayor obstáculo. Para llegar a estas islas, los refugiados necesitaban atravesar la Unión Soviética, cuyo cónsul accedió a dejarlos pasar bajo una condición: además del permiso de entrada holandés, necesitarían obtener una visa de tránsito del consulado japonés, ya que para llegar a las islas debían atravesar el imperio nipón.
A finales de julio, Chiune Sugihara y su familia amanecieron con una multitud de refugiados polacos reunidos fuera del consulado.
Desesperados ante la inminente llegada de los nazis, los refugiados sabían que su única escapatoria los llevaba al Este.
Sempo se sintió tocado por la urgencia de los refugiados. Sin embargo, no contaba con el permiso oficial de su gobierno para emitir cientos de visas.
Las tres veces que Sugihara solicitó autorización para emitir visas, recibió la misma negativa del Ministerio del Exterior en Tokio.
Discutió entonces la cuestión con su esposa e hijos. Debía tomar una difícil decisión. Había sido educado bajo la estricta y tradicional disciplina japonesa. Por un lado, estaba limitado por la obediencia. Por el otro, debía ayudar al necesitado. Sabía que si desafiaba las órdenes de sus superiores podría ser despedido y deshonrado, y probablemente nunca más trabajaría para su gobierno. Esto repercutiría en la situación económica y en el honor de su familia.
Temió por la vida de su esposa, Yukiko, y por las de sus hijos pero, finalmente, obedeció al mandato de su conciencia. Firmaría las visas sin contar con el permiso de Tokyo.
Durante veintinueve días, desde el 31 de julio hasta el 28 de agosto de 1940, Sempo y Yukiko Sugihara pasaron interminables horas escribiendo y firmando visas a mano. Más de 300 visas por día, cantidad que normalmente significaba un mes completo de trabajo para todo un consulado. Sin detenerse siquiera para comer, Sugihara decidió no perder un solo minuto de tiempo. La gente aguardaba el permiso de tránsito haciendo fila durante el día y la noche. Cientos de postulantes se transformaron en miles. Sugihara trabajaba contra el reloj: sabía que no pasaría mucho tiempo hasta que lo forzaran a cerrar el consulado y abandonar Lituania.
Continuó emitiendo documentos incluso hasta el momento de la partida del tren que lo llevaría desde Kovno hasta Berlín, el 1º de septiembre de 1940. Cuando el tren dejó la estación, le entregó su sello oficial a un refugiado, quien así podría salvar a otros judíos.
Una vez que recibían sus visas, los refugiados no tardaban en trasladarse a Moscú en tren, y de ahí a Vladivostok en el ferrocarril trans-Siberinao.
Desde allí, la mayoría continuó hacia Kobe, Japón, ciudad en la que se les permitió permanecer por varios meses. Luego fueron enviados a Shangai, China.
El Dr. Isaac Lewin, un sobreviviente de Sugihara, declaró recientemente en el libro In Search of Sugihara, del profesor Hillel Levine, que ”las autoridades japonesas de inmigración eran clementes en la revisión de las visas de tránsito”.
Miles de judíos polacos con las visas de Sugihara sobrevivieron bajo la protección del gobierno japonés en Shangai. Alrededor de seis mil refugiados huyeron a Japón, China y otros países en los meses subsiguientes. Habían escapado del Holocausto.
Sugihara actuó por cuenta propia. No existen pruebas de que haya habido algún incentivo económico, como tampoco de que haya experimentado placer con el peligro.
A pesar de su desobediencia, el gobierno de Sugihara pareció encontrar en su actitud un buen ejemplo para recordar la guerra. Sin embargo, en 1945 lo destituyeron del servicio diplomático. Su carrera estaba terminada. Tendría que empezar otra vez de cero.
En un principio solo encontró trabajo de media jornada como traductor e intérprete. Durante sus últimos 20 años de vida, se desempeñó como manager de una compañía exportadora con negocios en Moscú.
Chiune, su apodo, significa mil vidas.
En Israel, los actos de Sugihara fueron reconocidos públicamente desde 1969. Recién en 1985 fue distinguido con el título de Justo entre las Naciones.
Murió en 1986 en las cercanías de Tokio. Lo que hoy sabemos de su gesta se lo debemos a los testimonios de su esposa y de su hijo mayor, Hiroki.