Juana Klein de Dylag tiene 82 años y es polaca. Llegó a la Argentina en 1948 junto a su marido, director de orquesta, del que enviudó hace cinco años. Hoy vive sola en una casa de Bernal y su vida transcurre tranquilamente entre libros, un viejo piano que ya nadie toca y recuerdos.
Y, aunque aparente ser solamente una anciana apacible, su historia demuestra que es una persona excepcional. Porque esta mujer que fuma incansablemente y dice haber tenido una vida maravillosa de aventuras, es toda. una heroína: a los 19 años combatió en la resistencia de Varsovia durante la ocupación nazi en Polonia, permaneció cuatro días bajo los escombros y estuvo seis meses prisionera en diferentes campos militares. Pero su currículum no termina ahí. Refygió en su casa a una familia judía, salvándole la vida, por lo que fue condecorada. Una mujer fuerte, cuya historia merece la pena conocerse, y de su propia boca. Juana recuerda. Porque Dios, piensa, no quiso darle hijos pero si recuerdos. Y en ellos hay mucho dolor, pero también la certeza de no haber pasado en vano por la vida. ”Como dice el Talmud: `Quién salva una vida salva a toda la humanidad’.
Esta verdad sigue vigente en este siglo. ¡Felicitaciones lanina (Juana en polaco), en este día glorioso en tu país adoptivo!”.
La carta que muestra Juana está firmada desde los Estados Unidos por Irena Erlich, sobreviviente del guetto de Varsovia y casi una niña cuando Juana la salvó de morir en mano de los alemanes, y escrita cuando el 8 de marzo del año pasado la Fundación Wallenberg y el embajador de Polonia la condecoraron por su labor en favor de la humanidad.
”Empezó la guerra…”
”Antes de la guerra pude estudiar bachiller, porque cuando entraron los alemanes ya no permitieron hacerlo más. Quería seguir medicina, pero tuve que salir a trabajar”, cuenta Juana, que vivía en Varsovia junto a sus padres y sus tres hermanos. Pero empezó la guerra, su padre murió y ella pidió trabajo a un tío, que la empleó en una joyería. En 1942 decidió empezar a militar en la resistencia polaca. ”Era un ejército clandestino, nadie sabía que estaba allí, ni siquiera mi madre.”, aclara.
Estando en la resistencia conoció a una familia judía que necesitaba refugio. Y decidió ayudarla. Con la lucidez de sus 82 años, relata la experiencia: ”Felicia, junto a sus hijas -Danuta e Trena Erlich- se habían escapado de un guetto, donde estaba -y terminó muriendo- su marido. Le pedí permiso a mi mamá y les dimos refugio. Se instalaron en un cuarto de mi casa y no salieron a la calle hasta el levantamiento de Varsovia en 1944, porque se notaba que eran judías y era peligroso que las vieran. Los nazis podían tomarlas prisioneras o fusilarlas en cuanto las encontraran”.
El día de la liberación
Con emoción, relata el día en que los polacos decidieron liberarse: ”Fue el 5 de agosto de 1944, a las cinco de la tarde. El levantamiento duró 63 días Peleamos casa por casa y fuimos tomando edificios que estaban en poder de los nazis. Cuando nos cortaron la luz, el agua y la comida y nos quedamos sin municiones, nos rendimos y caí prisionera”. Por. entonces, las cosas se volvieron más difíciles. Las Erlich huyeron hacia el campo -poco después consiguieron la visa para instalarse en los Estados Unidos, e¡ hermano de Juana pudo huir y su madre debió refugiarse en otro sitio.
Liberada en abril de 1945 por los norteamericanos, Juana se marchó a Italia en misión militar. Allí daba las noticias sobre la guerra recorriendo las calles en un auto con altavoz. En 1947 conoció a su marido, Adam Dylag, y junto a él viajó a Inglaterra, donde la pareja contrajo matrimonio, en enero de 1948. El 9 de julio de ese mismo año llegaron en barco a nuestro país.
Destino: Argentina
¿Por qué Argentina? Y responde: ”Porque queríamos un lugar lejos de Europa, donde siempre estaba el fantasma de la guerra. En el barco éramos unos dos mil polacos. Llegamos el 9 de julio y había una orquesta que tocaba. ¡Nosotros pensábamos que nos estaban dando la bienvenida!”. Después de vivir un mes en el Hotel de los Inmigrantes, donde había que hacer cola para lavarse y donde las comodidades eran escasas, llegaron a Bernal para no volver a marcharse. Los Dylag trabajaron arduamente durante décadas en una fábrica textil, hoy cerrada. A Juana, cuenta, le salían llagas en las manos. Adam siguió con su orquesta y ella cantando en el coro. En 1970 se pudieron comprar, gracias a un préstamo, la casa que ella aún conserva y que ha convertido en testigo de sus días.
En 1967 regresó a Polonia y pudo ver a su madre y a sus hermanos por última vez. ”Cuando repaso mi vida -reflexiona- creo que la disfruté a pleno, tuve a mi marido durante 51 años y fui feliz. Agradezco estar todavía viva, pero lo que me entristece es ver tan mal a la Argentina, un país que lo tiene todo. Me da pena que la gente se quiera ir porque se como es el desarraigo… Llevo 55 años aquí y, aunque me siento feliz, todavía sigo pensando en mi tierra”.
Y, al final, muestra fotos donde se la ve vestida de militar, junto a su marido en el coro, disfrutando de sus aventuras. Porque en la vida nada es casual y ella lo sabe. No en vano fue condecorada un 8 de marzo, fecha en que celebra su cumpleaños y que, justamente, se conmemora como el ”Día Internacional de la Mujer”. Porque mujeres como Juana hay pocas. Y ella lo sabe.