Sr. Embajador de Alemania, Rolf Schumacher
Sr. Rector de la Catedral de Buenos Aires, Padre Jorge JunorAnte todo, permítanme decirles lo que siento: si pudiera, en este momento diría un Kadish.
Cuando el Cardenal Primado Antonio Quarracino inauguró el Mural Conmemorativo en abril de 1997 pocas personas le dieron crédito a la noticia. Muchos recordaban las épocas no tan lejanas cuando, para poder dialogar, católicos y judíos debían reunirse en oscuros sótanos. Fue en esas épocas difíciles cuando iniciamos el movimiento interconfesional bajo el nombre de Casa Argentina en Jerusalem. El mismo que hoy continúa gracias al esfuerzo de tanta gente, muy especialmente el Padre Horacio Moreno y el Dr. Natalio Wengrower.
Antonio Quarracino descansa en esta Capilla de la Virgen de Luján. A su pedido el Mural fue trasladado de su sitio anterior, en la Capilla de Santa Teresa.
En una carta póstuma de diciembre de 1997 (el Primado falleció el 28 de febrero de 1998) me escribió:
”Pronto se cumplirá el primer aniversario desde el descubrimiento de este digno ‘Monumento’ ante el que he pedido se invite a judíos que así lo deseen a cubrirse la cabeza. El lugar definitivo del Mural estará ligado al descanso que aguardo dentro de la Catedral para continuar pregonando la fraternidad como lo he hecho toda mi vida.”
Esas líneas demuestran cabalmente el verdadero alcance del compromiso del Cardenal Quarracino con el diálogo interconfesional. Mucho más si se tiene en cuenta que junto al lugar del reposo eterno del querido Antonio están ni más ni menos que sus amados padres. Compromiso que mantiene inalterable su sucesor, el Arzobispo de Buenos Aires y Primado de la Argentina, Cardenal Jorge Bergoglio.
El Mural es un símbolo de esperanza; de la necesaria reconciliación que debe producirse entre católicos y judíos. Es la culminación de un trabajo excepcional iniciado por nuestras organizaciones en nuestra querida Argentina.
Poco después de la fundación de nuestro movimiento el Papa Juan XXIII conmovió al mundo con los trabajos que desembocarían en el Concilio Vaticano II, así como con dos encíclicas históricas: Mater et Magistra y Pacem in Terris.
Con su nombre de bautismo, Angelo Giuseppe Roncalli, el Papa Bueno se había desempeñado como Delegado Apostólico en Estanbul desde donde salvó las vidas de miles de perseguidos por el nazismo, como Wallenberg o el Nuncio Angelo Rotta lo hicieron desde Budapest, y como muchos otros miles de mujeres y hombres que, desobedeciendo órdenes aberrantes, lo arriesgaron todo por auxiliar al prójimo necesitado.
El Mural es el punto de inflexión, también, de un largo proceso; una inequívoca expresión de hermandad para todos los pueblos, visitado desde su descubrimiento por más de de cinco millones de personas.
Son los pequeños grandes pasos los que dejan una marca, un testimonio. Y, provistos del mismo sentido, se comunican y entrelazan. En marzo de 2000 el Papa Juan Pablo II pidió públicamente perdón al mundo por los pecados cometidos por la Iglesia. Es de destacar que en aquella ”Giornata del Perdono” (Día del Perdón) el Obispo de Roma señaló:
”Nos sentimos profundamente tristes por la conducta de aquellos que en el curso de la historia han hecho sufrir a vuestros hijos y al pedir vuestro perdón nos comprometemos a ejercer relaciones fraternales y genuinas con el pueblo judío.”
No hay antecedentes de un recordatorio de las víctimas del Holocausto instalado en un templo cristiano. Pero en poco tiempo más Argentina no será el único país en albergar un memorial semejante.
Proximamente, y con la colaboración de la embajada de Alemania en Buenos Aires, la Fundación Wallenberg y la principal organización religiosa de Alemania, la Iglesia Evangélica de Alemania, inaugurarán una réplica exácta del Mural en la iglesia Vaterunser de Berlín.
Tuve oportunidad de brindarle esa primicia, de manera personal, al Presidente Federal de Alemania, Johannes Rau, en el curso de una visita que realizara al Palacio Schloss Belevue, sede de su residencia oficial.
Me permito destacar aquí las palabras textuales del Presidente Rau pronunciadas en el Parlamento de Israel el 16 de febrero de 2000:
”En presencia del pueblo de Israel me prosterno ante las víctimas, que no tienen tumbas delante de las cuales pueda pedirles perdón. Pido perdón por lo que hicieron los alemanes, personalmente y en nombre de mi generación, por nuestros hijos y los hijos de nuestros hijos, cuyo futuro anhelo en compañía de los hijos de Israel.”
Hoy, cuando recordamos otro triste aniversario de ”La Noche de los Cristales rotos”, podemos decir que no hay sombras sin luces, y que las luces, en una historia trágica y de fatales desencuentros, ocupan poco a poco un lugar de esperanzada predominancia.
Permítanme decirles lo que siento: si pudiera, en este momento diría un Kadish.
Muchas gracias.
Baruj Tenembaum
Fundador,
Fundación Internacional Raoul Wallenberg
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