Ubicado en el principal templo católico de Buenos Aires, simboliza la fraternidad entre las dos religiones. Su fascinante historia
Hoy, 17 de marzo, se cumplen 27 años del atentado perpetrado contra la Embajada de Israel en Buenos Aires, en 1992. Cinco años después del trágico suceso, en abril de 1997, una singular iniciativa de la Fundación Raoul Wallenberg, ejecutada por el entonces arzobispo de Buenos Aires, Antonio Quarracino, cobraba vida.
Se trata de un mural emplazado en el interior de la Catedral Metropolitana, dedicado a las víctimas del Holocausto y de los atentados contra la Embajada de Israel y la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA), acaecidos en esa misma década, dejando un dramático saldo de muertos y heridos.
Este símbolo de fraternidad entre católicos y judíos, único en el mundo, está basado en una idea de Baruj Tenembaum, fundador de la Fundación Raoul Wallenberg, una ONG que difunde el legado heroico de los salvadores de víctimas de la Shoah, entre los cuales, Raoul Wallenberg, el diplomático sueco, resalta por su prominencia y trágica historia personal.
En solo ocho meses de actividad Wallenberg salvó miles de vidas en la Hungría ocupada por el nazismo. El 17 de enero de 1945 fue detenido por el ejército soviético y desde entonces es un desaparecido. Nada se sabe sobre su paradero.
Monseñor Antonio Quarracino, en Israel, fue galardonado con el premio Jerusalem Ecumenica, por su labor interconfesional.
Antonio Quarracino nació en el año 1923, en Pollica, pequeña población en el sur de Italia y emigró a la Argentina con solo 4 años de edad.
En 1962, el papa Juan XXIII lo nombró obispo de Nueve de Julio. En 1985, el papa Juan Pablo II lo promovió a la Arquidiócesis de La Plata y luego a la de Buenos Aires, convirtiéndolo en el primado de la Argentina.
El espíritu de fraternidad que el monseñor Quarracino sentía por los judíos se manifestó de forma palpable en el mural, un emblema de interfe sin precedentes. La inauguración del mural, que tuvo lugar el 19 de abril de 1997, coincidiendo con el 54 aniversario del levantamiento del gueto de Varsovia, contó con la presencia de dignatarios, líderes políticos y religiosos de diversos países, incluyendo a Lech Walesa, galardonado con el Premio Nobel de la Paz, quien dos años antes había concluido su mandato como presidente de Polonia, país enfrentado hoy en día con el judaísmo por la narrativa que trata de imponer en cuanto al rol desempeñado por los polacos durante la Shoah.
El mural consiste de una estructura de 1,80 metros de largo por 1,20 metros de ancho, compuesta por dos cristales entre los cuales se exhiben hojas de libros de rezo halladas en Auschwitz, Treblinka y el gueto de Varsovia. También puede verse una partitura del Kadish (la oración judía por los muertos) y las tapas de dos libros: uno de fábulas, en idish, hallado entre los escombros de la AMIA y otro, del Libro de Samuel, encontrado en las ruinas de la Embajada de Israel en Buenos Aires. La pieza se complementa con un ejemplar de la Hagada de Pesaj, rescatado de un campo de concentración en 1942, donado por Miriam Kesler, hija de una de las víctimas.
En una placa interior puede leerse: «En memoria de nuestros hermanos judíos masacrados e inmolados durante la Shoah (Holocausto) y de los mártires de los atentados a la embajada de Israel en Buenos Aires y a la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA). Homenaje del Arzobispo de Buenos Aires, Primado de la Argentina, Cardenal Antonio Quarracino, tributado el 14 de abril de 1997, en Buenos Aires, Argentina».
En la placa exterior se transcribe una inscripción escrita por Zvi Kolitz en su obra Yosel Rácover le habla a Dios: «Yo creo en el sol incluso cuando no alumbra. Yo creo en el amor incluso cuando no lo siento. Yo creo en Dios incluso cuando permanece callado».
Originalmente instalado en la Capilla de Santa Teresa, posteriormente, a pedido expreso del Monseñor Quarracino, el mural fue trasladado a la capilla de la Virgen de Luján. En una de sus últimas cartas Quarracino le escribió a Tenembaum lo siguiente: «Pronto se cumplirá el primer aniversario desde el descubrimiento de este digno monumento ante el que he pedido se invite a los judíos que así lo deseen a cubrirse la cabeza». «El lugar definitivo del mural estará ligado al descanso que aguardo dentro de la Catedral para continuar pregonando la fraternidad como lo he hecho toda la vida».
El mural fue visitado a lo largo de su corta historia por destacadas personalidades de la Argentina y del mundo, incluyendo al presidente Raúl Alfonsín, el presidente Barack Obama, los cardenales John O’Connor y Angelo Sodano, arzobispo de Nueva York y secretario de Estado del Vaticano, respectivamente; el Premio Nobel de la Paz, Lech Walesa y el intelectual francés Guy Sorman, entre otros; además de los alumnos de numerosas escuelas, entre las más de tres mil personas que a diario visitan el principal templo católico de la Argentina.
Después del fallecimiento de Quarracino, su sucesor, Jorge Mario Bergoglio, continuó la tarea de preservación y difusión del mural, siguiendo el expreso deseo de su mentor y predecesor.
En setiembre de 2004, la Fundación Raoul Wallenberg colocó una réplica del mural en la Iglesia Protestante Evangélica Vaterunser, en Berlín.
En un comunicado conjunto, Eduardo Eurnekian, presidente de la Fundación Wallenberg, y Baruj Tenembaum resaltaron «la trascendencia de este monumento, símbolo de la fraternidad que une a los judíos y católicos». Agregó: «La Fundación Wallenberg invita a todos los miembros de la comunidad judía de Buenos Aires y de todo el país a visitar el mural, y siguiendo el deseo del cardenal Quarracino, aquellos que así lo deseen, pueden hacerlo con kippa, un gesto inusual al visitar una Iglesia». Los líderes de la ONG concluyeron: «En estos tiempos turbulentos, cuando el antisemitismo y otras formas del racismo están levantando cabeza, debemos reconocer el valor de este mural, como un emblema de paz y fraternidad».