Toda persona tiene un nombre/ que Dios le dio/ y que su padre y madre le dio
Toda persona tiene un nombre/ que le dio su altura/ y el estilo de su sonrisa/ y su vestidura…
(Fragmento del poema de Zelda Mishovsky, poeta israelí, 1914- 1984)
El 5 de mayo se conmemora el día del Holocausto y del Heroísmo, recordando a las víctimas y a aquellos que arriesgaron su vida, combatiendo la barbarie nazi y dignificando a la humanidad.
Como parte de la ceremonia, en distintos lugares se leen los nombres de las víctimas y algunos datos biográficos, acompañados de fotos.
Aún faltan muchos nombres: hay hombres, mujeres y niños que permanecen desaparecidos a pesar de los valiosos trabajos de investigación, como el de Serge Klarsfeld, historiador y abogado conocido por su militancia a favor de los derechos de las víctimas y de los sobrevivientes, así como en la búsqueda de criminales nazis, honrado junto a su mujer Beate Klarsfeld con la medalla Raoul Wallenberg en 2010. En su obra “Le Mémorial des enfants juifs déportés de France” (El Memorial de los niños judíos deportados de Francia) consigue devolverle una vida, un nombre y un rostro a miles de niños.
Desde otra perspectiva, el premio nobel de literatura Patrick Modiano, admirador del trabajo de Klarsfeld con quien mantiene una correspondencia, recorre con su intuición, su pluma y su creatividad las calles de Paris bajo la Ocupación, obsesionado por las desapariciones que no dejan huellas, imaginando cómo esas personas pasaban sus días, dónde se escondían, qué llevaban puesto, con quién se encontraban, qué pasaba por sus cabezas. Así es como nace una de sus novelas, Dora Bruder a partir de un aviso publicado en el periódico France Soir en 1941 con el que se topó el narrador y que decía:
«París. Se busca a una joven, Dora Bruder, de 15 años, 1.55 m, rostro ovalado, ojos gris-marrón, abrigo sport gris, pullover burdeos, falda y sombrero azul marino, zapatos sport marrón. Ponerse en contacto con el señor y la señora Bruder, bulevar Ornano, 41, París.»
El autor, quizás como un acto de amor y no sólo de memoria, comienza a reconstruir la vida de Dora, su nacimiento, su escolaridad, su barrio, su cotidianeidad. Habitado por Dora durante años, buscando archivos, documentos, protagonistas, datos y fuentes, camina todos los lugares por dónde sabe o intuye que su protagonista anduvo, entre fuga y fuga, hasta su deportación.
Modiano encuentra el nombre de Dora Bruder en el Mémorial de Klasfeld, pero al terminar su novela, no logra ubicar la escuela de dónde habría sido deportada.
Hace algún tiempo, un alumno pregunta a su profesor: “Maestro, ¿La Dora que figura en esta placa es aquella de la que usted nos habló?” En efecto, el alumno había encontrado a Dora Bruder en una de las tantas placas parisinas que recuerdan la deportación. Le escribieron al autor.
Gracias a Klarsfeld, a Modiano, a un maestro y su alumno, y ahora también gracias a un paseo en su barrio que lleva su nombre “Promenade Dora Bruder”, esa joven de 15 años es rescatada del olvido y se transforma en un símbolo: cada persona tiene un nombre.
Cada nombre que logremos rescatar del olvido, con toda la singularidad y la humanidad contenidas en ese nombre, es una victoria frente a la voluntad aniquiladora de quienes pretendieron borrarlos de la faz de la tierra.