El próximo año marcará el 100º aniversario del nacimiento de una de las figuras más admiradas del siglo veinte: Raoul Wallenberg, salvador de miles de judíos húngaros perseguidos por los nazis en la Segunda Guerra Mundial, devorado en 1945 por el Gulag de Stalin. Aunque los líderes soviéticos afirmaron en 1957 que Wallenberg había muerto súbitamente en la prisión de Lubyanka el 17 de julio de 1947, las circunstancias de su destino en cautiverio soviético nunca se han esclarecido.
En una entrevista reciente con Associated Press, el actual jefe de archivos de contrainteligencia del Servicio Federal de Seguridad (SFS), teniente general Vasili Khristoforov, señaló que él también considera a Wallenberg un héroe y afirmó que los funcionarios del SFS están haciendo todo lo posible para descubrir más documentación. Asimismo, negó rotundamente que se retenga información que pueda arrojar luz sobre la verdad.
Sin embargo, es indiscutible que desde hace décadas las autoridades rusas han decidido engañar no sólo al público en general, sino también al Grupo Oficial de Trabajo sueco-ruso que investigó el caso de 1991 a 2001. Este grupo incluía a representantes de Suecia, así como al hermano de Raoul Wallenberg, Guy von Dardel. Rusia no se limitó a ocultar detalles sin importancia del caso, sino que también falló a la hora de proporcionar documentación relacionada con el corazón mismo de la investigación sobre el destino de Wallenberg.
Sobre esto último cabe mencionar las copias del registro de la prisión de Lubyanka con fecha 23 de julio de 1947. Estos registros indican que un «Prisionero N º 7» fue interrogado en esa fecha, seis días después de la supuesta muerte de Wallenberg. Las autoridades rusas ya han reconocido que el «Prisionero N º 7» es, casi con toda seguridad, Raoul Wallenberg. Los investigadores aún no han recibido una copia de la página completa, no censurada, de ese registro de Lubianka, que muestre el listado de las personas interrogadas y otros detalles.
Los investigadores tampoco recibieron un importante material sobre Willy Rödel, quien, entre 1945 y 1947, fue compañero de celda de Wallenberg en la prisión de Lefortovo. En 1993, las autoridades rusas entregaron al grupo de trabajo sólo siete páginas ligeramente censuradas, sin numerar, del archivo de Rödel. Los funcionarios negaron que alguno de los protocolos de los interrogatorios a Rödel hubiese sobrevivido. Sólo hace unas semanas, sin embargo, dos de sus declaraciones escritas por interrogadores aparecieron en una nueva publicación del archivo central del SFS. Khristoforov ahora confirma que 57 páginas referidas al caso Rödel habían sido retenidas.
Khristoforov señala que ninguna de las declaraciones de Rödel preservadas guarda relación con Wallenberg. Esto bien puede ser cierto, pero los investigadores deberían poder confirmar que efectivamente es así y que los documentos no contienen ningún otro dato relacionado con Wallenberg. Curiosamente, en su entrevista con Associated Press, Khristoforov se refirió al archivo que supuestamente contiene materiales relacionados con Rödel, titulado «Archivo de correspondencia operativa sobre los prisioneros de guerra», pero no permitió que los periodistas lo examinen. La colección de documentos relativos a Rödel podría proporcionar pistas importantes sobre la forma en que el caso Wallenberg fue conducido por las autoridades soviéticas.
El mero hecho de que gran parte del archivo Rödel sobreviva precipita serios interrogantes acerca de la existencia de documentación similar relacionada con otras personas claves en el caso, incluyendo a Wallenberg. Después de todo, ¿de dónde fue que aparecieron mágicamente las posesiones personales de Wallenberg en 1989, cuando los funcionarios rusos las devolvieron a su familia?
¿Mijail Gorbachov sabía sobre el «Prisionero N º 7», así como sobre el archivo Rödel, cuando en 1989 invitó a la familia Wallenberg a Moscú para entregar las pertenencias? ¿Sabía algo al respecto el entonces presidente Boris Yeltsin, cuyo gobierno dirigió el Grupo de Trabajo sueco-ruso? Ex archivistas de la KGB seguramente entienden la importancia del material, de lo contrario no lo hubieran censurado.
Pero si el rastro de Wallenberg en realidad se desvanece en 1947, ¿a qué se debe este gran esfuerzo por persistir en el engaño?
Por el momento sólo hay una respuesta plausible: tanto los funcionarios soviéticos como luego los rusos quisieron evitar la complicación que esta información, sin duda, habría provocado. Si los investigadores hubieran sabido en 1989 o en 1991, en el inicio del grupo de trabajo, que Wallenberg estaba vivo seis días después de su supuesta muerte el 17 de julio de 1947, entonces un esfuerzo supremo se habría llevado a cabo para descubrir la verdad plena sobre su destino. Es muy decepcionante que Rusia haya permitido que una comisión oficial dilapide incontables años y dinero invertido en valiosa investigación para encontrar información que los archivistas de Rusia, literalmente, tenían al alcance de sus manos.
Los investigadores pueden ser excusados ??por preguntarse si la tarea del grupo de trabajo fue, de hecho, para confirmar la idea de que Wallenberg había muerto en julio de 1947, en lugar de llevar a cabo una investigación seria que haya considerado todos los escenarios posibles.
Khristoforov afirma que debido a la destrucción masiva de documentos las circunstancias del destino de Wallenberg nunca se van a conocer. Argumenta que basándose en su experiencia con casos similares, lo más probable es que Wallenberg haya sido «ayudado a morir» (léase: ejecutar) «unos días» después del 23 de julio 1947. Pero Khristoforov no menciona que la evidencia actual no excluye la posibilidad de que Wallenberg haya sobrevivido en la cárcel durante un tiempo considerable, tal vez semanas, meses o, incluso, años.
Tampoco explica por qué las colecciones de documentos de los archivos de inteligencia rusos, directamente relacionados con el caso Wallenberg, son completamente inaccesibles para los investigadores. Esto incluye archivos importantes en las colecciones del SFS y del Servicio de Inteligencia Exterior, así como registros cruciales de correspondencia entre los servicios de seguridad y los dirigentes soviéticos de los años decisivos 1945-1947 y posteriores.
Los investigadores, por lo tanto, no disponen en la actualidad de un modo correcto de evaluar si la documentación faltante ha sido realmente destruída o si continúa siendo retenida. Contrariamente a las afirmaciones de Khristoforov, es muy probable que el conocimiento del destino de Wallenberg se haya preservado y se conozca hoy en día.
Lo más importante, las autoridades rusas no han revelado la fuente de un documento clave en el caso Wallenberg, la nota llamada Smoltsov, presentada en una declaración oficial, en febrero de 1957, por el ministro de Relaciones Exteriores, Andrei Gromyko. En esta nota, supuestamente escrita por el médico de la prisión de Lubyanka, Smoltsov afirmó que Wallenberg murió repentinamente de un ataque al corazón el 17 de julio de 1947. El documento lleva anotaciones importantes, incluyendo un número de página, lo que debería hacer posible la identificación de la colección original a la que pertenece.
¿Por qué las autoridades rusas no permiten a los investigadores el acceso, sin obstáculos, a la documentación en un caso que tiene 66 años de edad? Realicemos una investigación que cumpla con los estándares académicos requeridos, que cuente con los documentos originales presentados sin censura, en su contexto de archivo original y con los resultados confirmados por pares académicos, de manera independiente. Sólo entonces podremos empezar a llevar a cabo una evaluación y una discusión significativa sobre el destino de Wallenberg.
Vadim Birstein, es genetista molecular e historiador, fue miembro de la primera Comisión Internacional sobre Raoul Wallenberg 1990-1991.
Susanne Berger es investigadora histórica. Se desempeñó como consultora independiente para el grupo sueco-ruso de trabajo sobre el destino de Raoul Wallenberg, entre 1995 y 2001. www.raoul-wallenberg.eu
Traducción: FIRW