Se los denomina ”Justos entre las Naciones”. Son los gentiles o no judíos que dieron o arriesgaron sus vidas durante los horrores del nazismo para salvar las de miles de semejantes condenados a perecer exterminados. Es un reconocimiento que otorga el Departamento de los Justos del Museo del Holocausto de Jerusalem.
Más allá de Oskar Schindler, el Justo a quien Steven Spielberg dió rápida fama, existen muchos otros sobre los cuales poco o nada se sabe.
En un artículo de opinión publicado en septiembre de 1997 en el diario argentino Clarín, el Dr. Yoav Tenembaum escribió acerca de la iniciativa de la organización Casa Argentina en Israel Tierra Santa de crear un comité internacional para honrar la memoria de Raoul Wallenberg, el diplomático sueco que permitiera a más de cien mil judíos húngaros eludir la estrategia genocida del Tercer Reich.
”… muchos de ellos (los justos gentiles) fueron condenados al olvido. ¿Quien recuerda, por ejemplo, a aquel diplomático portugués quien, durante su servicio en Francia, emitió la mayor cantidad posible de pasaportes portugueses a judíos que, de otra manera, hubieran sido enviados a las cámaras de gas?…”, interrogaba entonces Tenembaum.
Quién recuerda a tantos otros, como el matrimonio de Jan y Miep Gies, la pareja de holandeses que protegieron a Ana Frank y su familia hasta el día en que fueron descubiertos, ocultando el diario de Ana para, luego de finalizada la guerra, entregárselo a su papá, Otto Frank, el único que logró sobrevivir a los horrores de los campos de concentración.
Arístides de Sousa Mendes, cónsul portugués en Bordeaux, Francia, -el diplomático al que se refiere Tenembaum- otorgó, desafiando las instrucciones de su gobierno, visas a más de 30.000 refugiados necesitados más de un papel con sellos y firmas que del aire que respiraban.
Quién sabe o escuchó algo acerca de Jan Karski, un polaco cristiano que de modo subrepticio ingresó dos veces en el guetto de Varsovia y en el campo de concentración de Belzec para luego brindar de modo personal tanto a Winston Churchill como a Franklin Roosevelt uno de los primeros testimonios presenciales de la Solución Final que se llevaba a cabo, relato que permitió el comienzo de la intervención aliada para detener los asesinatos en masa.
Durante la segunda guerra mundial, en la isla de Rodas ocupada por las fuerzas alemanas sólo 150 de 1673 judíos sobrevivieron. De ellos, 42 lograron escapar de la muerte gracias a la ayuda provista por Selahattin Ulkumen, ex cónsul turco en la isla quien pagó con la cárcel la afrenta de interceder ante el comandante nazi a cargo de las operaciones de deportación a Auschwitz.
Sempo Sugihara era en agosto de 1940 el cónsul japonés en Kovno, Lituania. Desobedeciendo las directivas de su gobierno emitió visas especiales de tránsito y logró salvar a más de 4000 judíos polacos y lituanos que viajaron a través de la Unión Soviética hasta Vladivostok para desde allí trasladarse a Japón. Días después se concretó la alianza del imperio nipón con Alemania y el consulado cerró sus puertas. A pesar de ello, Sugihari continuó emitiendo visas desde un cuarto de hotel hasta que debió abandonar el país el 1º de setiembre.
Las actitudes heroicas son, por lo general, producto del arrojo y la audacia de una persona. Un gesto heroico rara vez es protagonizado por un conjunto. La conducta temeraria, materia prima del heroísmo, brota como impulso individual una sóla vez en un momento preciso e irrepetible. Sin embargo, cuando las fuerzas hitleristas ingresaron en la pequeña villa francesa de Chambon-sur-Lignon con el objeto de apresar a sus pobladores judíos, no encontraron a ninguno. Jugándose la vida, 5000 habitantes del área de Le Chambon ocultaron a igual número de judíos, principalmente niños, en casas de la ciudad o en granjas de los alrededores. Gracias a esta muestra de coraje infinito todos los refugiados sobrevivieron. Los reverendos Andre Trocme y Edouard Theis, ministros de la iglesia protestante, fueron los líderes de la hazaña.
La lista es extensa. Cada caso permitiría producir una novela o una película de largometraje. Ana y Jan Pulchalski escondieron durante 17 meses a cuatro judíos en un depósito de papas. Marion Pritchard, salvadora de más de un centenar, la mayoría niños, en Nymegen , Holanda, llegó a matar a un policía colaboracionista y fue asistida por un amigo sepulturero para ocultar el cadáver. Friedrich Born, representante en Budapest de la Cruz Roja Internacional, desafió la notable pasividad que la organización demostró ante el Holocausto y logró evitar así la matanza de miles, emitiendo notas especiales de eximición a trabajos forzados. Alejandro Pou, el médico uruguayo que durante su residencia en Alemania asistió a unas de las eminencias de la medicina alemana, el doctor Ludwig Pick. El granjero Szczepan Bradlo y sus hijos Tadeusz y Antoni permitieron que 13 personas eludieran la muerte durante 26 meses, 10 días y ocho horas, de acuerdo al testimonio de uno de los sobrevivientes, quien se encargó de realizar la cuenta con la paciencia agonizante propia de un condenado a muerte. Antoni Bradlo es sacerdote y prestó servicios durante años en la Argentina.
¿Alguien sabe algo de todos ellos? Seguramente no. No son ni fueron noticia y probablemente no lo sean nunca.
Sin embargo, el coraje de un joven suizo de 29 años permite recordarlos y, de algún modo, convocarlos a un escenario de efímero protagonismo.
Christopher Meili, 29 años, casado y con dos hijos, cumplía tareas de seguridad en el banco Schweizerische Bankgesellschaft -(Unión de Bancos Suizos)- de Zürich. El 8 de enero de 1997 durante una rueda de rutina dentro del edificio principal del banco descubrió cómo se destruían ilegalmente libros contables y gran cantidad de registros de cuentas, todos pertenecientes a períodos anteriores a 1945.
Meili, quien trabajaba como guardia nocturno para poder solventar sus estudios y mantener a su familia, sospechó que se trataba de una operación encubierta y denunció el caso a una organización cultural judía, presentando pruebas materiales que pudo sustraer de la entidad bancaria antes de que fueran destruidas. La presentación tuvo lugar apenas unas semanas después de haberse aprobado una ley que prohíbe la destrucción de documentos pertenecientes al período de negociaciones entre la banca suiza y el régimen de Adolf Hitler.
”Yo, Christoph Meili, nacido el 21 de abril de 1968 y con domicilio en Steinstrasse número 38d, 5406 Rutihof, Suiza, declaro: Fui contratado por la empresa de seguridad Wache AG de Zurich para realizar tareas de vigilancia en la Unión de Bancos Suizos, calle Bahnhofstrasse 25, Zurich.”
”El 8 de enero de 1997 a las 4:30 pm comencé mi rueda habitual en el interior del edificio principal del banco. Noté que carros llenos de viejos libros y carpetas eran llevados hacia la zona en donde habitualmente se destruye documentación.”
”Pude ver al tope de los carros dos gruesos libros de contabiliad tamaño A3. Abrí uno de ellos y observé que los asientos contables comenzaban en febrero de 1945. Figuraban varias compañías químicas alemanas. Algunas eran ”Lack und Farbenfabriken”, ”Seinfenfabriken”, ”Bayerische Sodafabrik.”
”Los libros mencionados estaban divididos en diferentes categorías: bonos, acciones, misceláneas, propiedades. En virtud del carácter crítico de las fechas, arranqué las hojas relacionadas con propiedades y repuse los libros en los carros asegurándome que nadie notara nada. Guardé las hojas y un libro del período 1920-1926 en mi armario personal en la empresa. Al finalizar la jornada llevé el material a mi casa.”
”Al día siguiente, en el banco, ví que los carros estaban vacíos. Todo el contenido había sido destruído. Estaba convencido de la ilegalidad de la acción. Fue mi intención entonces, advertir a la población sobre lo que estaba ocurriendo, en particular a los miembros de la comunidad judía para que no se vieran otra vez perjudicados y se hiciera justicia.”
”Llevé la documentación que había retirado del banco a la Asociación Cultural Judía de Zürich cuyas autoridades un día después me comunicaron que el caso ya estaba en manos de la policía.”
”He hecho público este asunto porque es mi deseo testificar ante quien corresponda en favor de los intereses de mi país. No he recibido instrucciones de nadie; actué de acuerdo a mi propio criterio y no me motivan intenciones lucrativas.”
Así testimoniaba el 6 de mayo de 1997 ante el Comité de Bancos y Finanzas del Senado de los Estados Unidos de América un simple guardia nocturno de seguridad que decidió jugarse el todo por el todo antes que permanecer en silencio y llevar por el resto de sus días la carga de la complicidad a cuestas.
El caso Meili tuvo repercusión mundial al comprobarse la denuncia como cierta en medio de un clima general de susceptibilidad relacionado con las ”cuentas dormidas”, cuentas bancarias pertenecientes a judíos exterminados en el Holocausto y que la banca suiza durante más de cincuenta años se negó a revelar. Recién en 1997 y en medio de dudas y sospechas se publicaron las primeras listas que, para muchos, son insuficientes. Estimaciones de grupos especializados indican que la banca suiza debería atesorar un total aproximado a los u$s 7.000,00 millones pertenecientes a los herederos de los asesinados por el régimen nazi.
Por la acción, Meili fue despedido de su trabajo, amenazado de muerte y obligado a abandonar su país, encontrando asilo en los Estados Unidos. La cámara alta del Capitolio le otorgó la residencia permanente a él y su familia. El senador republicano Alfonse D´Amato es su sponsor.
Si bien este joven suizo no es un Justo, su caso es, como quedó dicho, un paradigma que recuerda a hombres y mujeres que, sin otro interés que el de ayudar a quienes lo necesitaban, se transformaron en redentores del honor de la humanidad.
* Gustavo Jalife es periodista. Director de la Casa Argentina en Jerusalem y de la Fundación Internacional Raoul Wallenberg